“Tú sabes que nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido”.
Mc 10, 28-31
Autor: Pedro Sergio Antonio Donoso Brant ocds
Lectio Divina
JESÚS MISMO PROMETE A QUIENES LE SIGAN NO SÓLO LA VIDA ETERNA EN EL
FUTURO, SINO YA AHORA CIEN VECES MÁS
Pedro atestigua que la vida de las comunidades que marchan por los caminos del Señor,
aquella que preanunciaron los profetas y en la que los predicadores del Evangelio nos piden
que perseveremos, está entremezclada de alegría y dolor, es camino de purificación y de
confianza. Jesús mismo promete a quienes le sigan no sólo la vida eterna en el futuro, sino ya
ahora cien veces más que todo lo que hayan dejado, junto con persecuciones. Algunas
personas se alejan del camino del Señor para gozar de los bienes terrenos. Los que van por
este camino experimentan que gozan de esos bienes en abundancia, y no porque los busquen,
sino porque les son dados.
La vida en el Reino no está exenta de consuelos dignos de la condición humana.
Vivir con Jesús, que vive en su Iglesia, es compartir su condición de “piedra angular”, preciosa
para el Padre, aunque rechazada por la humanidad (cf. 1 Pe 2,6ss); es también beber su cáliz,
recibir su bautismo.
Sólo tenemos dos manos. Alguien advertía que sobre una había un cero y sobre la otra un uno.
Si ponemos el cero detrás del uno, tenemos diez; si lo hacemos al revés, empobrecemos la
misma unidad.
ORACION
Son muchos los propósitos sinceros que siento de amarte, de seguirte con fidelidad, pero
naufragan, oh Señor, mientras perdura en mí la ilusión de adherirme a ti, de buscarte al margen
de la humanidad pobre y doliente en la que vives. La reticencia mayor aparece en mí cuando
intento acogerte en tu Iglesia peregrina, en sus pecadores, en las personas ambiciosas, ávidas
de poder, de éxito, de dinero, de prestigio, que se encuentran también entre tus ministros, en
sus opciones políticas y en sus titubeos pastorales.
Sé que amas a tu Iglesia, que la lavas con tu sangre y que, a través de tu Espíritu, la conduces
a la conversión. Me lo repito siempre, pero cuando debo ser en ella testigo de la misericordia
del Padre, que no acepta compromisos, aunque tampoco apaga el pábilo vacilante, me da la
impresión de estar siempre al comienzo del camino. Cuando te acojo con sencillez, de verdad,
sobre todo en los pobres, en las personas débiles, que no cuentan con apoyo humano, todo es
diferente. ¡Ése es tu camino! Concédeme recorrerlo contigo de una manera no selectiva ni
arbitraria, en caridad de verdad hasta el final.