Fiesta. Jesucristo, sumo y eterno sacerdote (16 de Junio)
(Jueves después de Pentecostés)
Padre Julio Gonzalez Carretti
Celebramos la fiesta de Jesús, Sumo y Eterno Sacerdote, dentro de lo que
denominamos las fiestas del Señor, dentro del Tiempo Ordinario. Por
coincidir este año con la Visitación de la Virgen, día 31 de Mayo, se
traslada al 1 de Junio de 2012.
Lecturas:
a.- Is. 52, 13-53,1-12: He aquí mi Siervo que prosperará, será levantado
sobremanera.
El profeta nos presenta en la primera lectura, el cuarto Canto del Siervo de Yahvé.
El texto es oscuro en su estructura, en su lenguaje y en la identificación histórica
del personaje. Al inicio Dios mismo habla de su “Siervo”, como uno completamente
desfigurado físicamente, a causa del dolor, que no tiene apariencia humana (cfr. Is.
52,14). Pero se produce un movimiento en la escena, porque se anuncia en
seguida, que este mismo Siervo será glorificado y reconocido por las naciones y
reyes, que se llenarán de asombro ante un hecho inusitado, es más, cerrarán la
boca (cfr. Is. 52,15). Pero antes de su glorificación habrá de padecer mucho, se
narran su vida y sus sufrimientos: creció en la presencia del Señor Yahvé (Is.53,2),
ha sido despreciado y rechazado por los hombres (Is.53, 2-3); llevaba sobre sus
hombros y espaldas nuestras rebeliones (Is.53, 4-6), ha sido sometido a un juicio
inicuo, que Él acepta sin violencia, como cordero llevado al matadero, como cordero
que no abre la boca, ante el esquilador (Is. 53, 7-8), muere y es enterrado, pero
verá descendencia, porque se entregó a sí mismo como expiación, por lo que Yahvé
le alargará sus días (Is. 53, 9-11). Este Siervo de Yahvé, no sufre por sus culpas,
sino por las del pueblo, sus heridas salvarán a muchos, puesto que intercedió por
los rebeldes. Otra lectura acerca de este Siervo, es que representa el valor redentor
del sufrimiento. Las tribulaciones del Siervo, hacen referencia a las pruebas vividas
por los justos de Israel, que sufrieron la cautividad, durante el exilio en Egipto y
Babilonia, y que con su fidelidad ayudó en la realización de la economía de
salvación. En el Siervo de Yahvé, los evangelistas del Nuevo Testamento,
encontraron la imagen del Cristo que sufre por la humanidad, los libra de la muerte
eterna y de sus pecados. Se ofrece en expiación y redime a la humanidad; este
Siervo de Yahvé nos conduce a Jesucristo, muerto pero Resucitado, vida para la
humanidad entera.
(O bien: Hb.10, 12-23: Ofreció por los pecados un solo sólo sacrificio y se
sentó a la derecha del Padre).
Un segunda lectura, optativa, que nos propone la Iglesia a nuestra meditación, nos
habla de la superioridad del Sacrificio de Cristo, por sobre todos los sacrificios de la
Antigua Alianza. El tema central de la lectura, es la multiplicidad de los sacrificios
de la Antigua Ley y la unicidad del sacrificio de Cristo. Los sacerdotes debía ofrecer
un sacrificio diariamente, y una vez al año, el sumo sacerdote, ofrecía por los
pecados del pueblo, con lo que se quiere recalcar, que su obra nunca estuvo
terminada; en cambio, Jesús ofreció un sólo Sacrificio y está sentado a la diestra
del Padre. Jesús ha terminado su obra, no necesita repetirla, su Sacrificio de
expiación fue perfecto. Su entrega de la vida, libremente, consiguió la finalidad que
persigue el sacerdocio. Un segundo aspecto a considerar, es que un solo Sacrificio
perfeccionó para siempre a los santificados; los sacrificios levíticos estaban como en
el principio, el sacrificio de Cristo, en cambio, purificó al pueblo de sus pecados,
limpió sus conciencias por primera vez, los reconcilió con Dios. Es Jeremías quien
hablará de esta Nueva Alianza, para el perdón de los pecados, conseguido por
medio del Sacrificio de Cristo (cfr. Jr. 31, 34; Hb. 8, 8-12; 10,18). Por lo mismo, el
autor sagrado, estima que los sacrificios levíticos deben cesar, ya hay remisión, es
inútil la oblación por los pecados (vv.14.18). En definitiva, es Cristo quien a logrado
de una vez, para siempre el perdón de los pecados, para que arrepentido el hombre
pecador, pueda ser justificado por la gracia de Dios por haber ejercido su
Sacerdocio a favor de sus hermanos y su Sacrificio sigue presente ante el Padre en
la liturgia celestial.
b.- Lc. 22, 14-20: Haced esto en recuerdo mío.
Lucas, en su narración, reúne los elementos esenciales de la última Cena de Jesús.
La Cena se da en un ambiente escatológico, no es simplemente una Cena más con
sus discípulos, sino una anticipación del gran banquete escatológico que ofrece la
plenitud de su misterio y comparte la gloria del Padre, en el Reino de Dios. Hay
todo un camino, entre ese fondo histórico y la tensión hacia el Reino de Dios: “Les
dijo: «Con ansia he deseado comer esta Pascua con vosotros antes de padecer;
porque os digo que ya no la comeré más hasta que halle su cumplimiento en el
Reino de Dios.» (vv. 15-16). Tendiendo hacia el Reino, Jesús ofrece a sus discípulos
este banquete, recuerdo de su presencia y anticipación del banquete escatológico,
la plenitud de su misterio a través del simbolismo del pan y de la copa de vino,
convertido en su Cuerpo y Sangre, expresión de la Nueva Alianza (vv. 19-20).
Sobre el pan, dice que es su Cuerpo que se entrega por vosotros (v.19); la comida
que les ofrece es una presencia que los alimenta, es el Pan que forma el Cuerpo,
que unifica a los discípulos con Cristo Jesús y con los que creerán en el futuro. Esta
nueva forma de presencia de Jesús entre los suyos, por medio de su Cuerpo es
expresión de unión comunitaria y escatológica de los hombres, conforman la
realidad de este misterio. Sobre la copa dice: “De igual modo, después de cenar, la
copa, diciendo: «Esta copa es la Nueva Alianza en mi sangre, que es derramada por
vosotros.” (v. 20). Cristo Jesús, es la Nueva y eterna Alianza entre Dios y los
hombres, establece una comunión para siempre. Las Antiguas Alianzas, quedaron
obsoletas, sólo Jesús abre el verdadero camino que lleva al Padre, de ahí que en su
persona se centra el misterio de la Alianza, por eso la ofrece a sus discípulos como
herencia perpetua. Pero esa Alianza es sellada con su Sangre, es decir, a través de
la muerte, por eso participar en el cáliz de Jesús, es participar de su Sacrificio,
haciendo ofrenda de la propia vida por el prójimo. La Eucaristía dominical, es
aprender a vivir en el Cuerpo de Cristo, es decir, en el Sacrificio, banquete y
memorial de su pasión, muerte y resurrección, para crear comunión entre los
hombres, servir a Dios y el prójimo.