31 DE M AYO , F IESTA DE LA V ISITACIÓN DE M ARÍA A SU PRIMA S ANTA I SABEL
L A LEYENDA DE LAS ROSAS Y EL ROSARIO
Una leyenda cuenta que un Hermano Lego (que no
era sacerdote) de la Orden de los Dominicos, no sabía leer
ni escribir, por lo que no podía leer los Salmos, como era
la costumbre en los conventos de la época.
Entonces, cuando terminaba sus labores por la noche
(él era el portero, el barrendero, el hortelano, etc...) se iba a
la capilla del convento y se hincaba frente a la imagen de
la Virgen María, y recitaba 150 avemarías (el número de
los salmos), luego se retiraba a su celda a dormir.
Por la mañana, de madrugada, se levantaba antes que
todos sus hermanos y se dirigía a la capilla para repetir su
costumbre de saludar a la Virgen.
El Hermano Superior notaba que todos los días,
cuando él llegaba a la capilla para celebrar las oraciones de
la mañana con todos los monjes, había un exquisito olor a
rosas recién cortadas y le dio curiosidad, por lo que
preguntó a todos quién se encargaba de adornar el altar de
la Virgen tan bellamente, a lo que la respuesta fue que
ninguno lo hacía, y los rosales del jardín no se notaban
faltos de sus flores.
El Hermano lego enfermó de gravedad; los demás
monjes notaron que el altar de la Virgen no tenía las rosas
acostumbradas, y dedujeron que era el Hermano quien
ponía las rosas. ¿Pero cómo? Nadie le había visto nunca
salir del convento, ni sabía que comprara las bellas rosas.
Una mañana les extrañó que se hubiera levantado
pero no lo hallaban por ninguna parte.
Al fin, se reunieron en la capilla, y cada monje que entraba quedaba
asombrado, pues el hermano lego estaba arrodillado frente a la imagen de la Virgen,
recitando extasiado sus avemarías, y a cada una que dirigía a la Señora, una rosa
aparecía en los floreros. Así al terminar sus 150 saludos, cayó muerto a los pies de la
Virgen.
Con el correr de los años, Santo Domingo de Guzmán, (se dice que por
revelación de la Santísima. Virgen) dividió las 150 avemarías en tres grupos de
50, y los asoció a la meditación de la Biblia: Los Misterios Gozosos, los Misterios
Dolorosos y los Misterios Gloriosos, a los cuales el Beato Juan Pablo II añadió los
Misterios Luminosos.