“El Hijo del Hombre ha venido para dar su vida en rescate por todos”
Mc 10, 32-45
Autor: Pedro Sergio Antonio Donoso Brant ocds
Lectio Divina
EL CAMINO DE JESÚS NO ES DÉBIL, PERO SU FUERZA ES LA DEL AMOR QUE VENCE
A LA MUERTE, LA FUERZA DE LA RESURRECCIÓN Y NO LA DE LA HUIDA DE LA
MUERTE Y LA CRUZ
En el centro de la Palabra de hoy figura la revelación del lenguaje vigoroso que emplea la
divina pedagogía de la salvación para empujarnos a la conversión y a lo que es central en ella:
seguir el ejemplo que nos ha dejado Jesús, caminar tras sus huellas (1 Pe 2,21). Dado que
Jesús ha sido enviado por el Padre para revelar su misericordia y las vías por las que se abre
camino hacia los corazones de los hombres, su Palabra nos remite al misterio escondido del
Padre. Este busca a la humanidad y hace que éste le busque, pero lo hace a través del ejemplo
de Cristo y de los que viven en él, obra a través del consenso del amor antes que venciendo
por la constricción; influye a través del servicio y no por medio del poder. El camino de Jesús
no es débil, pero su fuerza es la del amor que vence a la muerte, la fuerza de la resurrección y
no la de la huida de la muerte y la cruz. El Reino del Padre es un Reino de personas cuya
creatividad y carácter inventivo están inspirados por la misericordia que no se deja vencer por
el mal, sino que lo vence con la humildad y la docilidad, que implora, se muestra activa y
desenmascara con su lógica la ignorancia de la necedad.
ORACION
«¡Oh profundidad de la riqueza, de la sabiduría y de la ciencia de Dios! ¡Qué insondables son
sus decisiones e inescrutables sus caminos!», dice tu apóstol Pablo (Rom 11,33). Tú mismo, oh
Señor, no sólo bendijiste al Padre porque mantuvo escondidos los secretos del Reino «a los
sabios y a los inteligentes» y se los reveló «a los pequeños», sino que también diste testimonio
de que permanecer en ti es hacerse cargo del peso de los débiles y de los oprimidos, es cargar
con tu yugo, con tu carga, aunque los calificaste de ligeros y suaves (c f. Mt 11,35ss).
No te canses, Señor, de nuestras resistencias a tu lógica de resurrección y de cruz, de nuestros
vanos razonamientos tendentes a disfrazar nuestras defensas y nuestros prejuicios. Continúa
revelándonos el recorrido de nuestras vidas y envíanos testigos que nos hagan conocer tus
caminos, que nos ayuden a perseverar en ellos. Perdona nuestros cansancios y nuestras
dudas. Es duro amar a los enemigos, pero tú lo has hecho conmigo, con nosotros, y sigues
haciéndolo. Que nuestros oídos no sean sordos al gemido de la creación (Rom 8,18), que
nuestros ojos no se muestren distraídos ante el sufrimiento en el que estamos inmersos, que
nuestros corazones no se muestren incapaces de compartir la alegría y la esperanza que
acompañan el servicio que tú pides al hombre. Que el amor y la solicitud por el bien de tu
Iglesia no queden resquebrajados y paralizados por cálculos, prejuicios, rencores. Amanos en
tu Espíritu, para gloria del Padre.