Renovarse interiormente
No somos seres hechos, acabados. Construirnos es tarea pendiente. Sin
embargo, vemos que nuestro ser exterior se desgasta, se reduce, se acaba.
Es ley terminal. Por el contrario, dentro de nosotros arde la vida, crece el
espíritu, se fragua la existencia en forma impredecible. Pablo lo dice hoy en
contundencia abismal: “Aunque nuestra condición física se vaya
deteriorando, nuestro ser interior se renueva día a día”.
Esta ley de la renovación tiene condiciones. Así lo explica el Génesis.
Primero, hay que asumir la propia responsabilidad. No esconderse tras las
faltas de los demás. Segundo, saber responder a la pregunta que te hace
Dios, tu misma conciencia, en cada momento: “¿Dónde estás?”, es decir
que no te cojan en posición “fuera de lugar”. Y tercero, que sepas desnudar
tus errores sin disimularlos con hojas de parra o máscaras, para que el
buen Dios te dé su perdón y te cubra con su misericordia.
Los familiares de Jesús han ido a buscarlo porque lo creían “loco”. Veían que
se había salido de los moldes, había violentado la ley y había roto las
medidas del buen sentido. No habían caído en cuenta que esa era la tarea
de Jesús. Él hablaba de “hombre nuevo”, de convivencia en el espíritu, de
solidaridad en equidad y justicia. Es un lenguaje nuevo, es el lenguaje de la
vida interior hecha a imagen de Dios.
La realidad, hoy, es que las apariencias humanas se destruyen, que las
estructuras se vuelven caducas, que el personaje que hay dentro de
nosotros desaparece…Le tenemos miedo al cambio, a la renovación y
disimulamos el vacío interior con muchos disfraces externos. La liturgia nos
interroga, nos cuestiona. Es urgente volver “adentro”, al interior para
construir desde allí, nuestro ser cristiano.
Cochabamba 10.06.12
jesús e. osorno g. mxy
jesus.osornog@gmail.com