Sin saber el cómo…
Nuestro mundo exige seguridades, certezas. El modernismo sólo aceptaba
como verdadero lo que demostraba la razón. Lo demás, o era falso o no
existía. Prescindía de las pruebas del amor, del sentimiento. Aquello que se
ocultaba a los ojos y que sólo era conocido por el corazón, se negaba, se
ignoraba. Los indios Tontecas consideraban ´sabios´ a quienes hablaban
con el corazón.
El evangelio de hoy habla de la semilla y de su proceso. Se siembra y no
sabemos el cómo germina. Se trata de una semilla muy pequeña. Hay un
terrenito que la recibe y comienza la germinación. Todo en simplicidad
absoluta. No hay ostentación, no hay fans que aplaudan, no hay ruido. Todo
queda en el silencio.
El Reino de Dios es también una semilla. La parábola lo explica así. Dios la
siembra en el corazón sin saber el cómo y, menos, el cuándo germine.
También está presente en el núcleo último de cada cultura y se manifiesta
en los valores, en las creencias, en la lucha que sostienen los pueblos por la
justicia, la solidaridad, la defensa de los derechos humanos.
La Iglesia, esta Iglesia nuestra que a veces quiere sobrepasar el Reino,
tiene dificultades en aceptar el no saber cómo crece el Reino desde la
pequeñez, la pobreza, la falta de protección, la oscuridad. Se deja vencer
por la tentación de la opulencia, las vanidades de este mundo, la
impaciencia, el facilismo. La primera lectura así lo denuncia. Necesitamos la
confianza que insinúa Pablo en su carta.
Cochabamba 17.06.12.
jesús e. osorno g. mxy
jesus.osornog@gmail.com