D OMINGO DE P ASCUA , M ISA V ESPERTINA (A, B Y C)
+ Ev de hoy: “los discípulos de Emaús” (retengamos en la memoria los datos que
nos aporta el Evangelio: hacia dónde van, tristes, conversando acerca de lo sucedido... )
+ Eran discípulos, conocían bien al Señor, pero no lo reconocen ... Éste es un
“detalle” común muchas de las apariciones del Resucitado en los Ev.: ni siquiera sus más
allegados lo reconocen... Es que Jesús es el mismo que era antes, pero que ahora existe de
una manera totalmente nueva , y no se lo puede reconocer si Él no lo concede ... Este
“desconocimiento” tiene en este relato una parte muy importante. “Sus ojos estaban
como impedidos para reconocerlo”. Por eso responden incluso con un cierto fastidio a este
misterioso caminante.
+ Jesús entonces toma la palabra para iluminarlos y sacarlos de la tristeza.
Interpretándoles las Escrituras les hacer ver que su error está en tomar la Pasión y la Cruz
como el triste final de todo lo referente a Jesús y a sus seguidores; cuando en realidad la
mismísima Biblia atestigua que los sufrimientos de Mesías eran un medio por el cual Él
debía llegar a la gloria.
Concretamente, todo lo que Jesús había vivido los días de su Pasión y Muerte no era
sino para asumir todo sufrimiento humano y poder dar a los hombres la nueva vida que
viene de Dios... murió Él, el primero de todos, para resucitar también Él primero y dar
comienzo a la nueva humanidad.
Es fundamental para nuestra correcta comprensión de Cristo y el cristianismo
comprender que no hay viernes Santo sin Domingo de gloria ; y que sería un grave error si
en nuestra celebración de la Semana Santa nos quedásemos sólo con la tristeza del Viernes
Santo, con un Cristo muerto en la Cruz, sin llegar al gozo inmenso, a la Buena Noticia más
grande de todos los tiempos, al anunció radiante de la resurrección del Señor. Si
hiciésemos eso, esta actitud signaría trágicamente toda nuestra vida, porque ante la realidad
diaria de sufrimiento no encontraríamos ninguna explicación suficiente, nos
desesperaríamos y nos consideraríamos abandonados de Dios, cuando precisamente el
mensaje de la Pascua es totalmente otro: todo sufrimiento es participación en la Pasión de
Cristo, y por tanto desemboca también en el triunfo de una Feliz Resurrección.
Volvamos al Ev. de hoy: lo que sucede después de es maravilloso: llegar al lugar
hacia dónde se dirigían (Emaús) ya está tarde y estos dos discípulos, encantados con este
acompañante, insisten para que se quede a cenar con ellos. Jesús accede, preside las
oraciones de acción de gracias, y según la costumbre judía, después de pronunciar la
oración, parte el pan y da un trozo a cada uno...
En este gesto, los discípulos reconocen a Jesús y al mismo tiempo Él desaparece de
la mirada de ellos. Pero la alegría de esta experiencia es tan fuerte que hace olvidar a los
discípulos del cansancio de los diez kilómetros recorridos; se levantan, e inmediatamente
vuelven a Jerusalén para llevar rápidamente a sus compañeros la Buena Noticia de la
Resurrección del Señor.
Observemos atentamente el sentido de este relato: Cristo Resucitado se acerca a
cada hombre en todo tiempo, al hombre que muchas veces no ve en su vida sino fracaso y
desesperación ( la pérdida de la esperanza es un signo dramático de nuestro tiempo ...).
A estos hombres, a este hombre de este tiempo, Jesús se acerca misteriosa pero
realmente, comienza a explicarle la Sagrada Escritura, y con esto ya produce un efecto
saludable ("ardía el corazón”).
Luego de la interpretación de las Escrituras viene la Cena, en la que hay una
acción gracias, y una fracción del Pan que se da los discípulos. Y el relato aclara que es la
hora de la tarde, cuando se acaba el Domingo , el primer día de la semana...
El paralelismo con la celebración de la Eucaristía de los cristianos es evidente.
El autor del Evangelio nos muestra dos escena bien claras: la Biblia, y su explicación; la
Fracción del Pan, y la Comunión. En ambas partes está presente Jesús Resucitado, pero los
participantes lo ven solamente con los ojos de la fe.
Jesús habla en las Sagradas Escrituras, la predicación, luego toma el pan, da gracias,
lo parte, y lo da a sus discípulos... todo esto al atardecer del Domingo, como harán después
los primeros cristianos... ¿No es acaso lo que hacemos también nosotros cada vez que
celebramos la Misa?
Muchos cristianos suspiran por tener una experiencia íntima con el Señor
Resucitado: les gustaría poder ver al Señor con los ojos al cuerpo, y eventualmente verlos
realizar algún milagro... Sin embargo, el Evangelio nos indica que debemos tratar de tener
el conocimiento de la fe, que es mucho más profundo y más perfecto. En la fe nos
encontramos con el Señor, que con su Palabra hace arder nuestro corazón; descubrimos al
que nos reparte el Pan cuando celebramos la Eucaristía; nos encontramos con Jesús
Resucitado en el Pan que partimos cuando participamos de la Misa... De muchas maneras
podemos encontrarnos cada día con el Señor: pero de modo eminente nos encontramos con
Él en la Eucaristía de cada día, y especialmente en la de cada Domingo.
Las fe nos coloca ya en el camino de la intimidad que tendremos con Jesús en el
Cielo, donde participaremos con Él de su misma vida divina, que Él comparte con el Padre
y el Espíritu Santo, Resucitado para siempre; mientras que el conocimiento de Jesús con los
ojos del cuerpo puede ser engañoso, porque muchos conocieron a Jesús de esa manera, y no
le sirvió para nada (Judas, Pilatos, etc.).
Sólo los que tuvieron el conocimiento de la fe pudieron comprender a Jesús
Crucificado sin escandalizarse ni desesperar.
Aprendamos a valorar el encuentro con el Señor que se nos ofrece cada vez que
celebramos la Eucaristía Dominical, y la diaria.
Amén
Padre Dr. Juan Pablo Esquivel