" La confianza en el poder de Dios y el poder de la oración"
Mc 11, 11-25
Autor: Pedro Sergio Antonio Donoso Brant ocds
Lectio Divina
TU PETICIÓN, SEÑOR, ES PALABRA DE VIDA.
Tú no pides cosas imposibles. Tú revelas las posibilidades que tu Palabra suscita, la
vitalidad que se desarrolla cuando te correspondemos. Resulta arduo entrar en esta
lógica de la Palabra que hace nueva la creación e inserta en ella la posibilidad de la
docilidad y del consenso. Cada vez que siento a mi alrededor la petición de saciar el
hambre física y moral y me eximo de escucharla porque me considero separado de
ti, no me doy cuenta de que la petición que me llega del que tiene hambre procede
de ti, de que tienes hambre y sed de aquello que tú mismo pones en mí como
germen y cuyo fruto quieres recoger.
También Pedro había pescado en vano toda una noche. Pero tuvo el coraje de no
desobedecerte y su red recogió un número misterioso de peces. Cada vez que me
aíslo de ti me empobrezco, experimento una pobreza que me perjudica a mí más y
antes que a los otros. El único efecto seguro es que yo no concurro al bien de los
otros. En ocasiones, éstos obtienen por otros caminos lo que piden: no lo reciben de
mí, que, estéril, seco, árido, intento recoger bienes sirviéndome de prerrogativas y
posibilidades que me han sido dadas para ser tu templo santo, alabanza de tu
gloria.
ORACION
Me parece, Señor, que no tengo alternativa. Si dejo de ser templo de oración, me
convierto en cueva de ladrones. Si no administro contigo los talentos que me has
dado para ser hospitalario, dispensador de tu multiforme gracia, me encuentro
malvendiéndolos, aunque sea para satisfacer la necesidad cultual de tus fieles. Si
no trabajo para que en todo sea glorificado el Padre por medio de ti, busco mi gloria,
mi honor, mi poder. Si vivimos en ti no podemos escoger entre tú y la humanidad;
debemos permanecer con los dos.
Para trabajar por mi bien, debo ocuparme contigo de las cosas del Padre, caminar
por tus caminos. Es éste un aspecto de la luminosa verdad que el Espíritu hace
resplandecer cada vez con mayor claridad en tu Iglesia: revelar al Padre es revelar
la humanidad a sí misma; cooperar en favor del Reino es trabajar de verdad por
nosotros mismos. Tú y nosotros formamos una sola persona mística.
Concédenos aprender a hablarnos a nosotros mismos y a los demás con las
palabras de Dios para llevar a cabo el ministerio que nos confías con la energía que
procede de ti, para que sea glorificado en todo el Padre por medio de tu humanidad,
que es también la nuestra.