IX Semana del Tiempo Ordinario (Año Par)
Padre Julio Gonzalez Carretti
JUEVES
a.- 2Tim. 2, 8-15: La palabra de Dios no está encadenada.
b.- Mc. 12, 28-34: Este es el primer mandamiento. El segundo es semejante
a éste.
La discusión que le presenta el fariseo a Jesús, no era nueva, sino antigua entre las
diversas interpretaciones que daban las escuelas rabínicas. La respuesta de Jesús,
es la que todo buen judío debía dar, primero porque conocía la doctrina, y segundo
porque la vivía profundamente. “Jesús le contestó: «El primero es: Escucha, Israel:
El Señor, nuestro Dios, es el único Señor, y amarás al Señor, tu Dios, con todo tu
corazón, con toda tu alma, con toda tu mente y con todas tus fuerzas. El segundo
es: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. No existe otro mandamiento mayor que
éstos.» (vv. 29-31; cfr. Dt. 6,5; Lv. 19,18). Lo que hace Jesús es equiparar ambos
mandamientos, lo que equivale decir, que amar a Dios es tan importante como
amar al prójimo. Es más, sería difícil cumplir uno, sin cumplir el otro. La respuesta
agradó tanto al maestro de la ley que dijo: “Muy bien, Maestro; tienes razón al
decir que El es único, y que no hay otro fuera de El, y amarle con todo el corazón,
con toda la inteligencia y con todas las fuerzas, y amar al prójimo como a si mismo
vale más que todos los holocaustos y sacrificios.» Y Jesús, viendo que le había
contestado con sensatez, le dijo: «No estás lejos del Reino de Dios.» (v. 32-34). El
maestro comprendió, que lo que él intuía era verdad, amar a Dios vale tanto, como
amar al prójimo. La tarea nuestra será no sólo conocer la doctrina acerca de estos
mandamientos y cumplirlos, sino comprender que no puedo conformarme con amar
a Dios, sin amar al prójimo, porque de lo contrario nos engañamos a nosotros
mismos. Ambos preceptos, o se cumplen juntos, o no se cumplen, por lo tanto,
será labor nuestra revisar en la oración personal y en el examen de conciencia, si
realmente amamos al prójimo, que es lo más concreto, lo que podemos comprobar
diariamente. En la oración, ciertamente debemos pedir con constancia al Espíritu
Santo, que colme de amor divino nuestro corazón, como lo ha hecho con los santos
y místicos, para que podamos corresponder, a modo humano, al querer de Dios
manifestado en Cristo Jesús. Hoy son tantas las necesidades, como las formas de
ayudar a esa variedad de prójimos que existen en nuestra sociedad, que no
hacerlo, sería una manifestación del olvido, fruto del egoísmo, que hacemos de esta
dimensión del mandamiento que converge en el necesitado. La Iglesia, siempre ha
mantenido en mucha estima el servicio a los pobres y menesterosos de todo tipo,
porque hombres y mujeres han dedicado su vida a servir al prójimo en el
sacerdocio, la vida religiosa, laicos comprometidos. Hoy podemos invertir parte de
nuestro tiempo en servir, como Jesús, al hermano y así cumplir ambos
mandamientos para hacer la voluntad de Dios.
Santa Teresa de Jesús, centra la perfección de la vida cristiana y carmelitana en
cumplir precisamente este mandamiento de la ley de Dios. “Entendamos, hijas
mías, que la perfección verdadera es amor de Dios y del prójimo y, mientras con
más perfección guardáremos estos dos mandamientos, seremos más perfectas.
Toda nuestra Regla y Constituciones no sirven de otra cosa sino de medios para
guardar esto con más perfección” (1Moradas 2,17).