Domingo XII, ciclo “B”
+ En el Ev. de hoy se nos presenta, como en un cuadro, la situación permanente
de la Iglesia: constantemente amenazada por tormentas (de distinta clase), con el
Señor siempre presente... pero para nuestra percepción a veces “dormido”, porque
con una presencia no captable por los sentidos.
+ Como los discípulos, también nosotros intentamos hacer frente al peligro...
pero así como no bastó la pericia de aquellos hombres habituados al mar, y tuvo que
intervenir al Señor, así también nos ocurre a nosotros.
Algunas veces se levanta una tempestad a nuestro alrededor, o dentro de
nosotros... y nuestra pobre barca parece que ya no aguanta más. Pero el Señor nunca
nos dejará solos , aunque calle, aunque parezca dormido e incluso ausente... Él nos
quiere maduros en la fe, no una fe “sensiblera” , que retrocede ante las dificultades,
sino una fe firme que muestra su vigor en medio de las tormentas.
Creer cuando el sol brilla puede ser fácil (y lo hace cualquiera). Pero creer bajo
nubes oscuras de la tempestad, es propio del cristiano maduro, del santo.
Este milagro impresionante confirmó la fe de los discípulos y su recuerdo les
preparó el ánimo para las pruebas mucho más difíciles que les aguardaban.
+ Entendámoslo de un vez: entre las enseñanzas de Cristo y el “mundo”
entendido como reino del pecado, no hay posibilidad de entendimiento... “Si el
mundo los odia, sepan que primero me han odiado a mí...” Nadie puede resultar
grato a Dios y a los enemigos de Dios al mismo tiempo. Si somos fieles, habrá
viento, oleaje y tempestad.
En cuanto querramos comenzar a anunciar la Buena Noticia de la Salvación de
Cristo, todas las fuerzas del mundo se lanzan contra la Iglesia para acallar su voz,
impedir su acción y desvirtuar su misión.
Son muchos los interesados en que este mundo no cambie ( “no te metas” ), en
que todo siga dominado por el caos en sus diversas manifestaciones: egoísmo,
injusticia, mentiras gigantescas presentadas como verdad mientras las verdad es
relativizada y degradada, menosprecio de los demás, negación de Dios, violencia,
negociados, sobornos, favoritismos, cobardía para mostrarse claramente como
cristianos, materialismo, pereza, indiferencia, envidias y odios, viveza criolla,
acomodos, etc. El porqué es evidente: “A mar revuelto, ganancia de pescadores”…
Es una verdadera tempestad que amenaza con sumergir la débil barca de la Iglesia.
Ante esta realidad, podemos atemorizarnos y perder la fe, ó comprender que el
Señor necesita almas recias y audaces, que no pacten con la mediocridad y
penetren con paso seguro en todos los ambientes : en las universidades, los
sindicatos, en la conversación informal, en el modo de educar las familias... La
realidad presenta problemas muy complejos, pero no podemos permanecer inactivos
mientras los que odian la fe y la religión quieren borrar toda huella que señale el
destino eterno del hombre: “Nos apremia el amor de Cristo...” [IIº Lect.]
+ San Agustín decía: “Cristiano, en tu nave duerme Cristo; despiértalo, que él
increpará a la tempestad y se hará calma.”
La inquietud, el temor y la cobardía nacen cuando se debilita la fe y la oración...
Él sabe bien todo lo que nos pasa. Y si es necesario, increpará a los vientos y al mar,
y nos inundará con su paz. Y también, nos quedaremos maravillados con los
Apóstoles.
La Santísima Virgen no nos abandonará jamás: dice San Bernardo: “Si se
levantan los vientos de las tentaciones, mira a la Estrella, llama a María... No te
desanimarás si la sigues, no desesperarás si le ruegas, no te perderás si en ella
piensas. Si ella te tiene de su mano, no caerás; si te protege, nada tendrás que temer;
no te fatigarás si es tu guía; llegarás felizmente a término al puerto si ella te
ampara.”
Amén
Padre Dr. Juan Pablo Esquivel