Ya porque les canta un pobre, ni la tonada les gusta
Domingo 010 del 2012 B
Aquel día no fue el mejor para Jesús. Había salido muy temprano y las gentes se
aglomeraban en tal cantidad que les era difícil a él y a sus discípulos encontrar un
momento para tomar los sagrados alimentos. Pero todo lo daban por bien
empleado, al ver la respuesta y el entusiasmo que provocaban sus palabras entre
las gentes. Pero entonces ocurrió algo inusitado. Algunos parientes de Jesús quizá
venidos de Nazaret atraídos por todo lo que se decía de Jesús, pensaron que era
una exageración, que la actividad que Jesús desplegada era un oprobio y una
vergüenza para su pequeño pobladito y quisieron echarle mano y desaparecerlo con
ellos, pues pensaban que definitivamente se había vuelto loco. Por supuesto que no
pudieron nada contra él, pues el Espíritu de su Padre estaba con él, y mientras no
llegara su hora, él podría manifestarse libremente por todos los caminos de Galilea
y de Jerusalén.
Sin embargo, hubo ese mismo día una embajada de escribas con la consigna de
echar por tierra la fama que Cristo iba adquiriendo entre la población, y al ver los
milagros que hacía y cómo el demonio era expulsado de entre las gentes, quisieron
acusarlo delante de los demás de que él mismo estaba poseído por el demonio y
que en su poder expulsaba a los demonios. Por supuesto que Cristo estuvo
pendientísimo de desatar la insidia, la maldad y la ceguera de aquellas gentes,
haciendo ver que un reino dividido contra sí mismo no se sostiene. Nos parece
increíble la acusación que lanzaron contra Jesús pero nos explicamos la necedad, la
profunda ceguera y el empecinamiento de hacer quedar mal a Jesús.
Afortunadamente aún le quedaba a Cristo otro grupo, otra embajada que dejó una
gran satisfacción en el corazón de Cristo. En el tercer grupo de personas que venían
a ver a Jesús estaba su Madre y sus parientes, que también habían venido de
Nazaret. Sorprende la serenidad, la sencillez y el silencio de María. Era la Madre,
estaba interesada en Jesús, en sus palabras, en su mensaje y también en sus
necesidades materiales, pero ella definitivamente no quería hacerse pasar como
una persona cercana e influyente. Cuando le avisaron a Cristo que ahí estaban su
Madre y sus parientes, hay un momento que parece desconcertante, pues Cristo se
pregunta quiénes son su madre y sus parientes, y parece que él mismo se diera la
respuesta, pues cuando ve a las gentes, respetuosas, atentas, llenas de fe hacia su
persona, indica que ellos son sus parientes, los más cercanos a su corazón.
Cualquier podría pensar de momento en una descalificación para su Madre y para
los suyos, pero era todo lo contrario, pues si alguien estuvo pendiente de sus
palabra, si alguien estuvo atento a toda palabra de sus labios, fue María, que había
concebido primero en su corazón y fuego en su entraña misma al mismísimo Hijo
de Dios. Ella encarna entonces a la misma Iglesia que le cree a su Señor Jesús que
tiene palabras de vida para todos los hombres y que quiere la salvación para todos.
Hoy los hombres no le creen a los hombres, hay desconfianza hacia la Iglesia
misma y hacia sus pastores, pero tenemos que volver una y otra vez nuestra
mirada a Cristo que es digno de confianza, para volver de nueva cuenta a la Iglesia
que si bien es verdad que tiene sus propios problemas, se muestra dispuesta a
hacer la voluntad de su Señor buscando salvación y paz para todos los hombres.
María nos hará descubrir a Cristo el Salvador y nos inspirará la confianza en la
Iglesia como barca de salvación y puerto seguro de paz y de esperanza para todos
los hombres.
El Padre Alberto Ramírez Mozqueda espera sus comentarios en
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