LA SOLEMNIDAD DEL CUERPO Y SANGRE DE CRISTO B
(Éxodo 24:3-8; Hebreos 9:11-15; Marcos 14:12-16.22-26)
El otro día se anunció la supuesta fecha exacta de la crucifixión del Señor. Según el
reportaje Jesús murió en el 3 de abril del año 33 d.C. Se basa esta fecha en el dato
que da el evangelio según san Mateo acerca de un terremoto inmediatamente
después de que Jesús expiró. Pero ¿Mateo entiende el terremoto como un hecho
histórico? A lo mejor el evangelio quiere decir que el mundo fue sacudido
metafóricamente por la muerte de su salvador. Bueno, en el evangelio hoy
tenemos otra incidencia de un hecho histórico dando paso a la verdad de nuestra
salvación.
Escribe san Marcos que Jesús manda a sus discípulos a preparar la cena de Pascua.
Sin embargo, el evangelio según san Juan señala que la “última cena” tiene lugar el
día antes de la Pascua y que Jesús muere cuando los corderos de Pascua están
siendo degollados. ¿Cuál de los dos relatos tiene razón? Los eruditos han discutido
esta cuestión por siglos sin conclusión definitiva. Pero realmente no importa
porque los dos relatos llegan al mismo fin que vamos a ver pronto. Es como
cuando en la confesión el sacerdote nos pregunta cuando cometimos un pecado y
no recordamos si fue hace dos meses o tres. El hecho de haber cometido un
pecado es lo significante.
De hecho podemos decir que Jesús ha venido para aliviarnos del pecado. La
trayectoria del evento – su encarnación, su ministerio y ya su cumplimiento --
estuvo planeado por Dios desde el principio. Por eso, Jesús puede precisar todo lo
que va a ocurrir cuando envía a sus discípulos: “Vayan…encontrarán…síganlo y
díganle…y él les enseñara”. El hecho que Jesús sabe en adelantado todo lo que
pasará atestigua su cercanía con Dios Padre.
El desarrollo de esta parte del plan de Dios culmina en la cena cuando Jesús toma
el pan. Una vez más se precisa lo que tiene lugar: lo toma, pronuncia la bendición,
lo parte y lo da “a sus discípulos diciendo: ‘Tomen: esto es mi cuerpo’”. Sea en la
cena acostumbrada de la Pascua o sea en una Pascua anticipada, Jesús está
transformando el significado del evento para sus discípulos. No más les va a
significar la liberación de Israel de la esclavitud en Egipto con el sacrificio de un
cordero degollado. No, de ahora en adelante sus seguidores van a estar celebrando
la Pascua como su salvación del pecado por Jesús crucificado. Cuando consumimos
este pan transformado en él, nos asume en su cuerpo libre de egoísmo. Ya
podemos vivir sin mentiras, codicias, y odios.
Pero ¿cómo vamos a dejar para atrás la tendencia de tergiversar la realidad por
nuestros intereses? ¿Cómo vamos a vencer los deseos materialistas que surgen en
nuestro ser como un potro bronco? Y ¿cómo vamos a amar a gentes que nos
desprecian? Bueno, para superar el mal y crecer en la virtud tenemos que
someternos a la tutela de Jesús. Eso es, tenemos que meditar sobre sus
enseñanzas, imitar sus modos, y orar que nos mande al Espíritu Santo. Lizzie
Velásquez ha terminado este curso con resultados espectaculares. Una vez llamada
“la mujer más fea en el mundo” porque una enfermedad le deja pura piel y huesos,
Lizzie ha superado la tentación de la venganza. Ni tiene resentimiento a Dios. Al
contrario, dice que su enfermedad es una bendición de Dios porque le hace
consciente que la verdadera belleza no es externa sino interna, la conformidad del
alma con lo bueno. Cuando los discípulos beben de la misma copa de vino que
Jesús declara como su sangre, se comprometen a seguir a él como Lizzie
Velásquez. Es la misma sangre que tomamos y el mismo compromiso que hacemos
en la Eucaristía.
"Somos el Cuerpo de Cristo”, cantamos bilingüemente. Somos mujeres y
hombres; latinos, asiáticos, africanos y americanos; mayores, jóvenes, y niños.
Superamos la tentación de la venganza. Vivimos sin mentiras. Oremos que nos
mande el Espíritu Santo. Somos el Cuerpo de Cristo.
Padre Carmelo Mele, O.P