EVANGELIO DEL DIA
¿ Señor, a quién iremos?. Tú tienes palabras de vida eterna. Jn 6, 68
Martes de la novena semana del tiempo ordinario
Epístola II Carta de San Pedro 3,12-15a.17-18.
Esperando y acelerando la venida del Día del Señor! Entonces se consumirán los
cielos y los elementos quedarán fundidos por el fuego.
Pero nosotros, de acuerdo con la promesa del Señor, esperamos un cielo nuevo y
una tierra nueva donde habitará la justicia.
Por eso, queridos hermanos, mientras esperan esto, procuren vivir de tal manera
que él los encuentre en paz, sin mancha ni reproche.
Tengan en cuenta que la paciencia del Señor es para nuestra salvación, como les ha
escrito nuestro hermano Pablo, conforme a la sabiduría que le ha sido dada,
Hermanos míos, ustedes están prevenidos. Manténganse en guardia, no sea que,
arrastrados por el extravío de los que hacen el mal, pierdan su firmeza.
Crezcan en la gracia y en el conocimiento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo.
¡A él sea la gloria, ahora y en la eternidad!
Salmo 90(89),2.3-4.10.14.16.
Antes que fueran engendradas las montañas,
antes que nacieran la tierra y el mundo,
desde siempre y para siempre, tú eres Dios.
Tú haces que los hombres vuelvan al polvo,
con sólo decirles: "Vuelvan, seres humanos".
Porque mil años son ante tus ojos
como el día de ayer, que ya pasó,
como una vigilia de la noche.
Nuestra vida dura apenas setenta años,
y ochenta, si tenemos más vigor:
en su mayor parte son fatiga y miseria,
porque pasan pronto, y nosotros nos vamos.
Sácianos en seguida con tu amor,
y cantaremos felices toda nuestra vida.
Que tu obra se manifieste a tus servidores,
y que tu esplendor esté sobre tus hijos.
Evangelio según San Marcos 12,13-17.
Le enviaron después a unos fariseos y herodianos para sorprenderlo en alguna de
sus afirmaciones.
Ellos fueron y le dijeron: "Maestro, sabemos que eres sincero y no tienes en cuenta
la condición de las personas, porque no te fijas en la categoría de nadie, sino que
enseñas con toda fidelidad el camino de Dios. ¿Está permitido pagar el impuesto al
César o no? ¿Debemos pagarla o no?".
Pero él, conociendo su hipocresía, les dijo: "¿Por qué me tienden una trampa?
Muéstrenme un denario".
Cuando se lo mostraron, preguntó: "¿De quién es esta figura y esta inscripción?".
Respondieron: "Del César".
Entonces Jesús les dijo: "Den al César lo que es del César, y a Dios, lo que es de
Dios". Y ellos quedaron sorprendidos por la respuesta.
Comentario del Evangelio por
Guillermo de Saint-Thierry (v. 1085-1148), monje benedictino, después
cisterciense
Oraciones meditativas, 1, 1-5; SC 324
"Dijo Dios: hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza" (Gn 1,26)
«¡Qué abismo de riqueza, de sabiduría y de conocimiento el de Dios! ¡Qué
insondables sus decisiones y qué irratreables sus caminos! En efecto, ¿quién
conoció la mente del Señor? O ¿quién fue su consejero?». Tienes compasión de
quién quieres y te apiadas de quién quieres. No se trata pues del hombre que
quiere, sino de ti, Dios nuestro, que haces misericordia (Rm 11,33s; 9,15s).
El vaso del alfarero se escapa de la mano del que lo amasó...; se escapa de la
mano del que lo sostiene y que lo lleva... Qué desgracia si se cayera de tu mano,
porque se rompería en mil pedazos y quedaría reducido a nada. Lo sabe, y por tu
gracia no cae. Ten compasión, Señor, ten compasión: nos diste forma, y somos
arcilla (Jr 18,6; Gn 2,7). Hasta aquí... permanecemos firmes, hasta aquí tu mano
poderosa nos lleva; con tres dedos nos sostienes, la fe, la esperanza y la caridad,
con los cuales sostienes la masa de la tierra, la solidez de la Iglesia santa.
Ten compasión, sostennos; qué tu mano no nos abandone. Sumerge nuestras
entrañas y nuestro corazón en el fuego de tu Espíritu Santo (Ps 25,2); consolida
aquello que diste forma en nosotros, con el fin de que no nos disgreguemos y no
seamos reducidos a nuestra arcilla, o a nada en absoluto. Por ti, para ti, hemos sido
creados, y hacia ti somos llevados. Nos diste forma y formaste, lo reconocemos;
adoramos e invocamos tu sabiduría de la que disponemos, tu bondad y tu
misericordia que hemos de conservar. Perfecciónanos, tú que nos hiciste;
perfecciónanos hasta la plenitud de tu imagen y semejanza, según la cual tú nos
formaste.
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