EVANGELIO DEL DIA
¿ Señor, a quién iremos?. Tú tienes palabras de vida eterna. Jn 6, 68
Miércoles de la novena semana del tiempo ordinario
Segunda Carta de San Pablo a Timoteo 1,1-3.6-12.
Pablo, Apóstol de Jesucristo, por la voluntad de Dios, para anunciar la promesa de
Vida que está en Cristo Jesús,
saluda a Timoteo, su hijo muy querido. Te deseo la gracia, la misericordia y la paz
que proceden de Dios Padre y de nuestro Señor Jesucristo.
Doy gracias a Dios, a quien sirvo con una conciencia pura al igual que mis
antepasados, recordándote constantemente, de día y de noche, en mis oraciones.
Por eso te recomiendo que reavives el don de Dios que has recibido por la
imposición de mis manos.
Porque el Espíritu que Dios nos ha dado no es un espíritu de temor, sino de
fortaleza, de amor y de sobriedad.
No te avergüences del testimonio de nuestro Señor, ni tampoco de mí, que soy su
prisionero. Al contrario, comparte conmigo los sufrimientos que es necesario
padecer por el Evangelio, animado con la fortaleza de Dios.
El nos salvó y nos eligió con su santo llamado, no por nuestras obras, sino por su
propia iniciativa y por la gracia: esa gracia que nos concedió en Cristo Jesús, desde
toda la eternidad,
y que ahora se ha revelado en la Manifestación de nuestro Salvador Jesucristo.
Porque él destruyó la muerte e hizo brillar la vida incorruptible, mediante la Buena
Noticia,
de la cual he sido constituido heraldo, Apóstol y maestro.
Por eso soporto esta prueba. Pero no me avergüenzo, porque sé en quien he puesto
mi confianza, y estoy convencido de que él es capaz de conservar hasta aquel Día
el bien que me ha encomendado.
Salmo 123(122),1-2a.2bcd.
Canto de peregrinación.
Levanto mis ojos hacia ti,
que habitas en el cielo.
Como los ojos de los servidores
están fijos en las manos de su señor,
y los ojos de la servidora
en las manos de su dueña:
así miran nuestros ojos al Señor, nuestro Dios,
hasta que se apiade de nosotros.
Evangelio según San Marcos 12,18-27.
Se le acercaron unos saduceos, que son los que niegan la resurrección, y le
propusieron este caso:
"Maestro, Moisés nos ha ordenado lo siguiente: 'Si alguien está casado y muere sin
tener hijos, que su hermano, para darle descendencia, se case con la viuda'.
Ahora bien, había siete hermanos. El primero se casó y murió sin tener hijos.
El segundo se casó con la viuda y también murió sin tener hijos; lo mismo ocurrió
con el tercero;
y así ninguno de los siete dejó descendencia. Después de todos ellos, murió la
mujer.
Cuando resuciten los muertos, ¿de quién será esposa, ya que los siete la tuvieron
por mujer?".
Jesús les dijo: "¿No será que ustedes están equivocados por no comprender las
Escrituras ni el poder de Dios?
Cuando resuciten los muertos, ni los hombres ni las mujeres se casarán, sino que
serán como ángeles en el cielo.
Y con respecto a la resurrección de los muertos, ¿no han leído en el Libro de
Moisés, en el pasaje de la zarza, lo que Dios le dijo: Yo soy el Dios de Abraham, el
Dios de Isaac y el Dios de Jacob?
El no es un Dios de muertos, sino de vivientes. Ustedes están en un grave error".
Comentario del Evangelio por
Cardenal Joseph Ratzinger (Papa Benedicto XVI)
Mitarbeiter der Warhrheit
«Espero la resurrección de los muertos y la vida eterna» (Credo)
El cristianismo no promete tan sólo la salvación del alma, en un más allá
cualquiera donde todos los valores y las cosas preciosas de este mundo
desaparecerán como si se tratara de una escena que se hubiera construido en otro
tiempo y que desaparece desde aquel momento. El cristianismo promete la
eternidad de todo lo que se ha realizado en la tierra.
Dios conoce y ama a este hombre total que somos actualmente. Es, pues,
inmortal lo que crece y se desarrolla en nuestra vida ya desde ahora. Es en nuestro
cuerpo que sufrimos y que amamos, que esperamos, que experimentamos el gozo
y la tristeza, que progresamos a lo largo del tiempo. Todo lo que se desarrolla así
en nuestra vida de ahora, es lo que es imperecedero. Es pues, imperecedero lo que
hemos llegado a ser en nuestro cuerpo, lo que ha crecido y madurado en el corazón
de nuestra vida, unido a las cosas de este mundo. Es «el hombre total» tal cual
está situado en este mundo, tal cual ha vivido y sufrido, el que un día será llevado
a la eternidad de Dios y tendrá parte en Dios mismo, por la eternidad. Es esto lo
que debe llenarnos de un gozo profundo.
"servicio brindado por el Evangelio del Día, www.evangeliodeldia.org”