¿Cuál es el sentido de la vida?
2012-06-06
Evangelio
Del Santo Evangelio según san Marcos 12, 18-27
En aquel tiempo, fueron a ver a Jesús algunos de los saduceos, los cuales afirman
que los muertos no resucitan, y le dijeron: «Maestro, Moisés nos dejó escrito que si
un hombre muere dejando a su viuda sin hijos, que la tome por mujer el hermano
del que murió para darle descendencia a su hermano. Había una vez siete
hermanos, el primero de los cuales se casó y murió sin dejar hijos. El segundo se
casó con la viuda y murió también, sin dejar hijos; lo mismo el tercero. Los siete se
casaron con ella y ninguno de ellos dejó descendencia. Por último, después de
todos, murió también la mujer. El día de la resurrección, cuando resuciten de entre
los muertos, ¿de cuál de los siete será mujer? Porque fue mujer de los siete».
Jesús les contestó: «Están en un error, porque no entienden las Escrituras ni el
poder de Dios. Pues cuando resuciten de entre los muertos, ni los hombres tendrán
mujer ni las mujeres marido, sino que serán como los ángeles del cielo. Y en cuanto
al hecho de que los muertos resucitan, ¿acaso no han leído en el libro de Moisés
aquel pasaje de la zarza, en que Dios le dijo: Yo soy el Dios de Abraham, el Dios de
Isaac, el Dios de Jacob? Dios no es Dios de muertos, sino de vivos. Están, pues,
muy equivocados». Palabra del Señor.
Oración introductoria
Dios Padre, hazme comprender que me llamas respetando mi libertad, aunque
desgraciadamente a veces haga mal uso de ella. Por eso vengo a esta meditación
buscando, la luz para no desviarme del camino y la fuerza para no doblegarme ante
las dificultades.
Petición
Espíritu Santo, que no desconfíe del poder de Dios y sepa comprender su Palabra.
Meditación
¿Cuál es el sentido de la vida?
«¿Qué es el hombre, cuál es el sentido y el fin de nuestra vida, el bien y el pecado,
el origen y el fin del dolor, el camino para conseguir la verdadera felicidad, la
muerte, el juicio, la sanción después de la muerte? ¿Cuál es, finalmente, aquel
último e inefable misterio que envuelve nuestra existencia, del cual procedemos y
hacia donde nos dirigimos?”. El hombre sabe que no puede responder por sí mismo
a su propia necesidad fundamental de entender. Aunque sea iluso y crea todavía
que es autosuficiente, tiene la experiencia de que no se basta a sí mismo. Necesita
abrirse al otro, a algo o a alguien, que pueda darle lo que le falta, debe salir de sí
mismo hacia Él que puede colmar la amplitud y la profundidad de su deseo.
El hombre lleva dentro de si una sed del infinito, una nostalgia de la eternidad, una
búsqueda de la belleza, un deseo de amor, una necesidad de luz y de verdad, que
lo empujan hacia el Absoluto; el hombre lleva dentro el deseo de Dios. Y el hombre
sabe, de algún modo, que puede dirigirse a Dios, que puede rezarle» (Benedicto
XVI, 11 de mayo de 2011).
Reflexión apostólica
«Para comprender la misión del Regnum Christi hay que partir de una necesidad
profundamente arraigada en el corazón de todo ser humano: la necesidad del
encuentro personal con Cristo y con su amor misericordioso y vivificador. Pues sólo
Cristo es la respuesta definitiva y completa a los más queridos anhelos y
aspiraciones del hombre, a su sed de trascendencia, a su insaciable hambre de
felicidad» (Manual del miembro del Movimiento Regnum Christi , n. 28).
Propósito
Dedicar más y mejor tiempo para hacer un examen de conciencia, profundo, sobre
los progresos y retrocesos en mi vida espiritual.
Diálogo con Cristo
Padre mío, me has creado con una naturaleza que busca trascender, porque me has
dado la dignidad de ser tu hijo. Ilumina mi meditación para que confirme que nunca
será en las personas, por más buenas que sean, y por mucho que las ame, donde
podré saciar esta sed de trascendencia, porque todas las creaturas, fallamos y
somos finitas. Permite que sepa comprender que la gran verdad de mi vida es que
Tú me amas.
«Si en el cielo se pudiese llorar, lloraríamos por toda la eternidad los momentos
más pequeños de la vida pasados lejos del fragor de la batalla, porque allá
comprenderíamos el valor del tiempo que se nos ha concedido para trabajar por el
Corazón de Cristo, por las almas y por nosotros mismos»
(Cristo al centro, n. 2089).