D OMINGO XVII, “A” - L A ALEGRÍA DIVINA
P. S.: 118, 1.6 (ant. 1)
El Evangelio de hoy nos presenta las tres últimas parábolas de las siete que
ocupan todo el capítulo trece de San Mateo.
En todas estas parábolas, Jesús intenta explicarnos con imágenes sencillas, los
misterios del Reino de los Cielos , esa realidad anunciada y esperada a lo largo de la
Historia de la Salvación, pero sobre la cual había una gran cantidad de opiniones
diversas…
Podríamos preguntarnos: ¿Porqué esta diversidad de opiniones?
Porque las diversas situaciones por las que iba atravesando el Pueblo de Dios,
le hacían experimentar las diversas maneras de la necesidad de un Salvador, que
pusiese fin a todos los males e inaugurase un nuevo orden, una nueva realidad, un
mundo nuevo, sin sufrimientos, ni penurias, ni guerras, ni esclavitudes… En el
mismo momento histórico en que Jesús anuncia la llegada del Reino de Dios, el
pueblo judío estaba dominado por el imperio romano… Por eso, muchos judíos
pensaban en el Mesías como un liberador político , que les devolvería la libertad y
aplastaría a los romanos, con lo cual se solucionarían todos los problemas...
Nosotros también corremos el riesgo de pensar muchas veces así: v.g.: cuando
decimos: “si Dios nos ayudase, y el problema económico de la Argentina se
solucionase, todo sería espléndido en esta tierra nuestra, que tiene tanta abundancia
de todo...”
Pero en realidad no es así: el problema económico de nuestro país es uno de
los tanto problemas de los argentinos; y no cabe duda de que el problema moral que
genera este problema económico es mucho más grande, más grave, más
profundo… Porque es la raíz de todos los otros males. Por ej.:
de los aprox. mil abortos por día que se realizan clandestinamente en la
Argentina, y de una legislación que en lugar de proteger a estos miles de
indefensos, está más cerca de aprobar esta masacre diaria, y permitir que se haga
“legalmente”, a plena luz del día, con el acuerdo de muchos y el silencio
cómplice de otros, en un momento en el cual (“a mar revuelto, ganancia de
pescadores”) mucha gente está demasiado agobiada por sus propios y cotidianos
problemas como para prestar atención a esta oleada anti-vida subterránea de efecto
devastador...
el problema moral es también la raíz de la proliferación de la falta de
consideración y elemental respeto en la convivencia social, y de la pérdida de las
buenas costumbres, del alcoholismo, de la drogadicción, de la banalización en
general, por citar sólo algunos de los tantos caminos equivocados para buscar la
felicidad, escapando de la realidad;
del consumismo, que nos miente haciéndonos creer que el más feliz es el que más
tiene y más gasta, y no el que es más por su amor, porque ama más , el que es
mejor, el que es santo;
el problema moral es también causa del desenfreno afectivo, que hace tan difícil a
nuestros jóvenes (aunque no sólo a ellos) a vivir la pureza como un modo
espléndido de amar aprendiendo a esperar, a madurar, aprendiendo la disciplina de
la ternura y el respeto...
Pero, podemos preguntarnos: ¿Qué tiene que ver el Reino de los Cielos, el
Reino de Dios, del que Jesús nos habla, con todo esto?
¿No es acaso el Reino de Dios una cuestin del “más allá”, de la otra vida?
No. Y eso es lo que Cristo quiere enseñarnos.
El Reino de Dios, que no es otra cosa que el poder de Dios manifestando y
comunicando la grandeza de su Amor para compartirlo en intimidad con todos los
hombres , ya ha comenzado . Jesús no dice: “vendrá pronto”; “estará allí o aquí”,
sino ya ha llegado , está aquí y ahora, para siempre, y para todos los hombres que
quieran abrir su corazn para recibirlo… porque este Reino, que se manifestará al
fin de los tiempos con toda su gloria y esplendor, ya comienza en el corazón del
hombre, de un modo misteriosamente humilde (como humildes son los orígenes
humanos de Jesús), pero no por eso menos real: por eso Jesús lo compara con la
semilla que el sembrador arroja ( parte de ella germina); con el trigo que crece en
medio de la cizaña ; con el grano de mostaza (muy pequeño al principio, grande al
fin); con la levadura ( fermenta toda la masa ); y en el Evangelio de hoy, con un
tesoro escondido , y con una piedra de gran valor .
¿Qué hacen los personajes que intervienen en estas dos parábolas?
Venden todo , absolutamente todo lo que tienen, y compran lo que han
encontrado… Uno encontró un tesoro por casualidad, el otro estuvo buscando piedras
preciosas, pero encontró una de valor excepcional, y en ambos caso resalta que frente
a estos hallazgos, cada uno de ellos hace algo descomunal : no se trata de gastar los
ahorros, de desprenderse de alguna cosa o de hacer “una inversin”: venden todo lo
que tienen.
Resulta realmente asombroso para nosotros escuchar algo así, y también lo
fue para los primeros auditores de Jesús. Pero Él mismo nos explica porqué estos
hombres actúan así: POR LA GRAN ALEGRÍA QUE PRODUCE EL HALLAZGO!
El Evangelio nos habla muchas veces de lo absorbente que es el seguimiento
de Cristo: para poder ser discípulo hay que estar dispuesto a todo : a dar todo lo que
somos y tenemos, aún nuestra propia vida . Sin embargo lo que ocupa el centro de
atención en estas parábolas no es la entrega sin reservas, sino el motivo, el porqué de
esta acción heroica: y el motivo es la inmensa alegría…
Cuando una persona encuentra la gran Alegría, o mejor, LA FELICIDAD , lo
que da sentido a toda su vida, las demás cosas palidecen ante el brillo de lo
encontrado: ningún precio parece demasiado caro… al contrario, todo parece poco,
hasta incluso la propia vida … Lo decisivo en estas parábolas no es la actitud de
entrega de los dos hombres, sino el hecho de que ambos han quedado completamente
tomados, enamorados de lo que encontraron… El que encontró el tesoro en el
campo, no vendió sólo lo suficiente para comprar aquél campo, sino todo , porque lo
demás ya no importaba… Más claro aún se ve en el comerciante de perlas
(normalmente, un coleccionista, para serlo, debe tener muchas); pero aquí encuentra
una de gran valor y vende todo ( no sólo las otras perlas, que ya sería mucho), sino
todo…
Y así ocurre con el Reino de Dios (es lo que Cristo nos quiere decir hoy)…
Cuanto más conocemos a Dios, más nos impresionamos por la fuerza de su Amor,
más nos enamoramos de Él y nos disponemos a ser sus amigos y testigos para
siempre… Descubrir a Cristo proporciona una alegría infinita , una felicidad
inimaginable, que da plenitud a toda la vida, y nos dispone a entregarnos
apasionadamente a su servicio (algo semejante a lo que ocurre a los personajes de las
parábolas de hoy...). Importa el Señor, el Reino… lo demás, son añadiduras.
Si descubrir a Cristo no transforma totalmente nuestra vida, si nuestra vida
cristiana no nos mantiene firmes en la Fe, alegres en la Esperanza, y activos en la
Caridad, significa que nos falta penetrar más en la intimidad divina, que tenemos que
clamar con el salmo de hoy: “Abre mis ojos, Seor, para que vea la luz de tu
Verdad…” , para que te conozca más, te ame más, te sirva más… Hemos hecho todos
nosotros - quizás los curas a la cabeza - muchas veces, (demasiadas veces!) del
cristianismo la religión de fríos preceptos, de mandamientos, obligaciones, cargas
pesadas, compromisos aburridos y valores poco atractivos... Cuando en realidad el
cristianismo es la religión de la alegría, de la gloria, del esplendor de la verdad, del
amor tierno de Dios Padre, del Corazón amante de Dios Hijo, del amor ardiente del
Espíritu Santo... Es la religión de la Fiesta , porque la Fiesta eterna es nuestro
destino; la religión del perdón , de la misericordia, de volver a empezar , de la
Esperanza...
+ ¿Quiénes son los santos? Son los que descubren cabalmente todo esto, y por
eso se enamoran de Dios ; los que descubren lo fascinante que es Él… por eso
buscaron entregarse a Él y agradarle en todo… ¿Qué pidió Salomón? “Pídeme lo que
quieras” (le dice Dios): Y él ni pidió ni riquezas, ni larga vida, ni poder, ni gloria:
pidió al Señor cumplir su Voluntad, ser agradable a Sus ojos… ¿Qué pediríamos
nosotros, puestos en su lugar?…
Hermanos: cada vez que rezamos el Padrenuestro, clamamos: “venga a
nosotros tu Reino”… ése Reino que ya está, pero que tiene que llegar cada día más
en plenitud hasta el fin de los tiempos... También en cada Misa decimos “¡Ven, Seor
Jesús!”.
El Reino de Dios se va actualizando cada día en el corazón de cada hombre,
de cada cristiano.
Aquí no vale ser espectador: todos somos actores, todos somos llamados y
elegidos (IIª lect.), y desde la eternidad, a vivir la felicidad eterna de Dios y a
participar en la construcción del Reino… Por eso es muy importante que
redescubramos hoy la alegría del encuentro con el Señor , que nos hace relativizar
todo lo que no es Dios y vivir cada día la alegría radiante de Dios , porque no quiere
que nadie se quede sin esta Felicidad, la mayor de todas: la de haberse encontrado
con Él. Amén
Padre Dr. Juan Pablo Esquivel