D OMINGO XX, CICLO “B”
+ Siempre en el marco del cap. VI de San Juan, que comienza con el relato de
la multiplicación de los panes, el Señor continúa revelándose, con una intensidad
creciente:
“Yo soy el Pan Verdadero que ha bajado del cielo” ...
Ya esta afirmación causó extrañeza en sus oyentes.
Pero hoy, aún más : “El Pan... es mi carne”...
Sus interlocutores reaccionan como ante una invitación a la antropofagia.
¿Qué pretende decir Jesús?
* Él es el Pan Verdadero: todo otro pan (el maná, el multiplicado, el
cotidiano) es sólo un signo, una figura de este pan verdadero, capaz de calmar
todos los apetitos, deseos y hambres que ser encuentran en el corazón humano.
* Además, este Pan tiene una prerrogativa única: da la Vida Eterna a
quienes de él se alimentan.
* Y “Vida eterna” no significa simplemente una vida sin fin: sino un modo de
vida en el cual poseeremos en plenitud los bienes que ahora poseemos en pequeña
medida: paz, alegría, amor, vida, salud, sabiduría, etc.
Por lo tanto, si la preocupación por el pan de cada día es la que de algún
modo expresa el sentido del trabajo cotidiano, ¡Cuánto más este pan debe ser objeto
de nuestra atención y nuestro esfuerzo!
Parece desproporcionado que un pedacito de Pan realice tanto... Como
parecía desproporcionado a muchas personas, del tiempo de Jesús y del nuestro, que
el mismísimo Dios en Persona se haya hecho hombre, se haya hecho uno de nosotros,
para hacernos como Él.
+ Por eso, bien entendidas las cosas, la vida eterna comienza ya aquí ; esa
fiesta sin fin, ese gozo eterno del banquete “escatolgico” (último y definitivo), tiene
sus misteriosos comienzos en nuestras humildes celebraciones litúrgicas. La
Eucaristía, aunque de un modo muy original, es un banquete.
Nuestro pueblo comprende casi intuitivamente la alegría que implica una
fiesta alrededor de una mesa ( asado! ); es clarísimo que sentarse con alguien a la
mesa y compartir el pan, no es un modo de relación cualquiera: implica intimidad,
comunión de vida, deseo de continuidad, familiaridad y trato cercano, que iguala o al
menos acerca las diferencias. Es por eso que Dios ha optado también por un vínculo
(la fiesta, el banquete, la mesa, el compartir), que expresa toda esta profundidad.
En la Biblia, la invitación a esta clase de banquetes es tan recurrente como
sugestiva (Iª lect.) .
En realidad, está muy claro que la persona humana no puede vivir sin
alimentarse. No es algo que se pueda o no elegir. En cambio, sí puede elegirse de
qué alimentarse :
* sólo alimento material, (como los animales)
* sólo “maná” (algún encuentro esporádico y superficial con el Seor)
* sólido pan de los hijos de Dios, que se nos ofrece en el Pan de la Palabra
y de la Eucaristía, y que hace que el creyente viva con la vida de Jesús.
Hoy tenemos la oportunidad de redescubrir el cristianismo como la mejor
propuesta de vida , en un mundo donde la oferta religiosa es inmensa (cientos de
propuestas de toda clase, y de todos los precios... algunas demasiado “baratas” para
ser buenas), y donde la demanda religiosa es tantas veces indiscriminada (“lo que
venga”...).
Jesús es la Sabiduría del Padre, que hoy nos invita una vez más (Iª lect.) a su
vida verdadera y abundante. Sabiduría que sólo requiere un corazón bien dispuesto,
para hacer de él morada de Dios. Sabiduría para “darse cuenta de lo que el Señor
quiere” (IIª lect.), y ponerlo por obra. Así “gustaremos la bondad del Seor” (salmo),
y experimentaremos la vida eterna que el Señor nos regala.
Amén
Padre Dr. Juan Pablo Esquivel