Solemnidad, Corpus Christi, ciclo B
En Jesús se cumplen las promesas: la Nueva Alianza de su sangre, que nos
libera de todo mal y nos abre las puertas del cielo.
“El primer día de los Ázimos, cuando se sacrificaba el cordero pascual, le
dicen sus discípulos: «¿Dónde quieres que vayamos a hacer los
preparativos para que comas el cordero de Pascua?». Entonces, envía a
dos de sus discípulos y les dice: «Id a la ciudad; os saldrá al encuentro un
hombre llevando un cántaro de agua; seguidle y allí donde entre, decid al
dueo de la casa: ‘El Maestro dice: ¿Dónde está mi sala, donde pueda
comer la Pascua con mis discípulos?’. Él os enseará en el piso superior
una sala grande, ya dispuesta y preparada; haced allí los preparativos para
nosotros». Los discípulos salieron, llegaron a la ciudad, lo encontraron tal
como les había dicho, y prepararon la Pascua.
Y mientras estaban comiendo, tomó pan, lo bendijo, lo partió y se lo dio y
dijo: «Tomad, éste es mi cuerpo». Tomó luego una copa y, dadas las
gracias, se la dio, y bebieron todos de ella. Y les dijo: «Ésta es mi sangre
de la Alianza, que es derramada por muchos. Yo os aseguro que ya no
beberé del producto de la vid hasta el día en que lo beba de nuevo en el
Reino de Dios».
Y cantados los himnos, salieron hacia el monte de los Olivos” (Mc 14,12-
16.22-26).
1. San Marcos cuenta que en la última Cena, “mientras comían, Jesús tomó un
pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo dio, diciendo: - Tomad, esto es mi
cuerpo . Cogiendo una copa… dijo: - Esta es mi sangre, sangre de la alianza,
derramada por todos ”. Jesús, todavía no haces el sacrificio de derramar tu
sangre, lo harías luego, en la Cruz, y de tu costado abierto, herido por la lanza,
brotará sangre y agua. Así como del costado del primer Adán dormido nació Eva,
tú, nuevo Adán, dormido en al muerte, de tu costado abierto nacerá la Iglesia, los
sacramentos, los frutos de tu entrega mediante la cual borras los pecados del
mundo. Al celebrar la fiesta del Corpus, contemplamos tu corazón abierto, Jesús,
del que manan los Sacramentos: el agua del Bautismo y la Confesión que nos lava,
la Sangre de la Eucaristía que nos da vida…
Hoy celebramos el amor de Dios, que Dios es amor y que nos ama sin
medida : "Nadie tiene mayor amor que el que da la vida". Ahora sí que podemos
entender que Dios es amor. Ahora podemos estar seguros de una cosa: que Dios es
sobre todo "el que nos ama de verdad”. En la Ultima Cena, no te has limitado a
consagrar el pan y el vino, sino que has dicho que podemos repetir esta maravilla
en cada misa -" haced esto en memoria mía "- hasta el fin del mundo. Ahí estás
en el altar, en el sagrario, con tu mismo cuerpo, el que nació en Belén, que trabajó
en Nazaret, que hizo milagros, que lloró por sus amigos, que murió en la Cruz, que
resucitó. Así, me acompañas siempre, y podemos ser amigos para siempre. Te lo
diré, cuando comulgue, cuando haga genuflexión ante el sagrario.
Jesús, te das como alimento de los que peregrinan, ¡qué bien, poder oírte decir:
" quien come mi carne y bebe mi sangre tiene la vida eterna y yo le
resucitaré en el último día "!, poder comenzar a gustar el cielo en la comunión...
2. Moisés es una figura del Jesús que vendrá, por eso leemos hoy que hizo una
alianza, que es figura de que Jesús nos dejó en la Eucaristía: bajó del monte Sinaí
“y contó al pueblo todo lo que había dicho el Señor y todos sus mandatos; y el
pueblo contestó a una: - Haremos todo lo que dice el Señor . Moisés puso por
escrito las palabras del Señor. Se levantó temprano e hizo un altar en la falda del
monte, y doce estelas, por las doce tribus de Israel”. Sacrificó animales y tomó “la
sangre y roció al pueblo, diciendo: - Esta es la sangre de la alianza que hace el
Señor con vosotros, sobre todos estos mandatos ”. Jesús dirá palabras
parecidas, para significar que en él se cumplían las profecías antiguas de salvación,
la nueva alianza y el perdón de los pecados. Al leer estas lecturas de la Misa, pienso
en lo que tú has hecho por mí, Jesús: te das por entero, no ofreces animales como
sacrificio sino a ti mismo; ayúdame a unirme contigo en la entrega de mi vida. Te
doy gracias por todo lo que has hecho por mi. Ayúdame a ser mejor, a amarte de
verdad. Cuando tú miraste a aquellos jóvenes del jueves santo que te seguían,
poniendo en cada uno los ojos, les amaste. Yo también quiero sentir esta
mirada de amor tuya, Jesús . Quiero ser como tú, Jesús. Tanto si estoy contento
como si en algún momento estoy triste, quiero hacer todo contigo, así me
sentiré bien, y no estaré nunca solo; estaremos juntos en todos los
momentos . Quiero estar siempre contigo, Jesús, porque sólo tú tienes palabras
de vida eterna , como te dijo Pedro.
3. El Salmo canta esta Alianza eucarística que hoy celebramos: “ Alzaré la copa de
la salvacin… Seor… yo soy tu siervo, / rompiste mis cadenas ”. Escapaban
de Egipto los de Israel cuando el Faraón se puso a perseguirles… ellos atravesaron
el Mar Rojo y los liberó el Señor. Era la pascua (paso de la esclavitud hacia la tierra
prometida), así tú también, Jesús, haces tu Pascua, pasas de la muerte a la vida
por el nuevo mar Rojo de tu sangre, y nos das la libertad haciéndonos pasar
de la esclavitud del pecado a la libertad de hijos de Dios. Jesús, tú leiste este salmo
el jueves santo mientras ofrecías tu cuerpo y tu sangre, cantaste la libertad que
rompe las cadenas de la muerte, proclamaste tu bautismo que es pasar por
el mar que pasaste y nacer a una vida de hijos de Dios.
Ahora, Jesús, quiero hacer una alianza contigo, seguirte más de cerca , y
pedirte por mis padres y hermanos, mis parientes y amigos, y todos los que llevo
en el corazón, por todos los que necesitan ayuda. Ayúdanos a que seamos
generosos y nos formemos en tu corazón, para cambiar el mundo.
Quiero hablarte también de los países que sufren hambre, de los pobres que hemos
de ayudar, para que puedan trabajar los mayores y jugar los niños y ser todos
felices. Te pido para que en todos los sitios haya cristianos para que puedan
darte a conocer a los demás , que haya sacerdotes para que puedan traerte en la
Eucaristía.
Te pido también por los enfermos, por todos los que sufren. Si alguna vez yo sufro
o estoy triste, quiero ir a la cruz y ponerme en tus brazos y consolarme. Voy a
parafrasear alguna oración de adoración para decirte cosas. Imagino que me
dices: “¿qué te preocupa? ¿qué tienes en la cabeza, qué ilusiones y sueos
tienes? ¿No tienes alguna alegría que comunicarme?” Sí, Jesús, quiero
contarte lo que me pasa, mis aventuras, los miedos que he tenido y dificultades
que he superado.
Quiero estar siempre contigo, Jesús, tú me amas tanto... yo quisiera saber
amarte . Quiero tenerte siempre en mi corazón, tener tu fuerza y serte fiel
en todo . Tú eres, Señor, mi fortaleza, dame esa fuerza de los mártires pues
necesito fuerzas para ir contra corriente, me costará pero sé que sólo
venciendo la tentación y malas inclinaciones soy feliz. Ayúdame a no ser egoísta, a
no quejarme. Pongo en tus manos todas mis cosas , las buenas y las que no me
parecen buenas, mis penas y preocupaciones, ya sé que para quien te ama todo
es para bien, todo es bueno . Que sepa hacer siempre y en todo tu voluntad,
que me dé cuenta de que estás siempre pendiente de mí.
Dime, Señor, ¿qué regalos esperas de mi, qué quieres de mi? ¿qué esperas
que te dé? ¿en qué no estoy siendo generoso? Estos días quiero hacerte un
regalo, darme más a los demás, oír cuando me dices: “Ven y sígueme”, voy a
caminar a tu lado en el camino de la vida. Ya veo como tu Iglesia y el mundo
necesita santos, gente generosa que se te entregue para ser tus manos y tu boca,
para ser apóstoles tuyos, que lo dejen todo y te sigan para ser sembradores de paz
y de alegría. Como tu Madre la Virgen, te pido que se haga en mi según tu
palabra.
Quiero hacer propósitos, de sinceridad, de no ponerme nervioso y controlar, de no
enfadarme y hacer las paces y arreglarlo siempre, ser amigo de todos y amable.
Hacer lo que toca en cada momento, venciendo la pereza y la comodidad,
esforzarme en estar en lo que hago, concentrado y no pasar. Y en todo momento te
quiero tener presente a ti, Jesús, que me acompañas. Ayúdame Jesús, a ser
constante en la oración, aprovechar la Misa para viajar en el espacio y situarme en
el Cenáculo, viajar a través de este túnel del tiempo ir a tu Santa Cena, aprender
de cuando viniste a la tierra por primera vez, quiero ver tu amor y aprender a
amar.
Te pido valentía y alegría para afrontar la lucha de cada día. Te pido por el Papa y
sus intenciones, por la Iglesia y por todo el mundo, y especialmente por los
necesitados, y que el Ángel de la guarda me sople al oído lo que quieres decirme.
Madre mía, Virgen Santísima, ayúdame, tú me lo concederás.
4. Tú, Jesús, eres Sumo Sacerdote que entra en el Templo, pero no como los judíos
para representar que se ponen los pecados en un animal que matan, sino que –
como nos dice la carta a los Hebreos- “ la sangre de Cristo que, en virtud del
Espíritu eterno, se ha ofrecido a Dios como sacrificio sin mancha, podrá purificar
nuestra conciencia de las obras muertas, llevándonos al culto del Dios
vivo” . Te pido, Señor, profundizar en el misterio de salvación de tu alianza, por eso
sigues diciéndome: “ Por eso él es mediador de una alianza nueva : en ella ha
habido una muerte que ha redimido de los pecados cometidos durante la primera
alianza; y así los llamados pueden recibir la promesa de la herencia eterna ”.
Hoy celebramos esta maravilla: Jesús «entró en el santuario» quiere decir «en el
mismo cielo» ante Dios, y ahí nos reclama para acogernos, pues en la Cruz se hace
«sumo sacerdote de los bienes definitivos»: ahí su amor se hace muy grande, lo
más santo que se puede ser, y nos dice que santidad es amor, y que también
nosotros estamos llamados a este “asombro” de contemplarle en la Eucaristía, vivir
su vida, como María, la “mujer eucarística”.