X Semana del Tiempo Ordinario (Año Par)
Padre Julio Gonzalez Carretti
MARTES
Lecturas
a.- 1Re. 17,7-16: La viuda de Sarepta y el milagro de la harina.
b.- Mt. 5,13-16: Vosotros sois la sal y luz del mundo.
Una vez que Jesús revela la nueva identidad de los discípulos, las
Bienaventuranzas, con lo que quedan vinculados a ÉL, como el primer
Bienaventurado, centra su atención en la misión de sus discípulos. Sabiendo lo que
son, ahora toca operar de acuerdo a esa nueva identidad. Los discípulos, han de ser
Sal de la tierra y Luz del mundo, es decir, testigos de Cristo de cara a la sociedad,
aun en medio de la persecución. Esta misión tiene como objetivo, la predicación y
la gloria de Dios (cfr. Mt. 5,16; 6,1-4.5-6.16-18). Ser “Sal de la tierra” (v.13), se
entiende que la comunidad cristiana tiene la capacidad de conservar y purificar,
incluso para sirven para sazonar y preservar al mundo de la corrupción, es decir, de
las consecuencias del mal. La llegada del Reino de Dios, presenta la oportunidad
propicia, para ejercer esta capacidad frente a los embates que padece, la
persecución a causa del Mesías, de la fe en el futuro. Ser “Luz del mundo” (v.14),
se entiende desde los símiles que pone Jesús: no se oculta una ciudad en lo alto de
un monte, ni se enciende una lámpara para ponerla debajo de un mueble, sino para
que alumbre a los de casa. Las dos imágenes apuntan a la misión, aún en medio de
la persecución, se ha de ser Sal y Luz del mundo, porque de lo contrario, se cae en
el absurdo de perder el sabor u ocultar la Luz que se posee. Ahora bien, darle
sentido a la vida hoy, no es fácil, aunque se tengan valores, proyectos, motivos
puramente humanos, si se quiere, el hombre se inclina más al tener cosas: títulos
profesionales, dinero a como dé lugar, etc., que al ser persona. En cambio, el que
tiene valores humanos y cristianos, sabe donde está el camino y la puerta por
donde dirigir sus pasos. Ser Sal y Luz, es darle sentido a la propia existencia desde
Dios y su proyecto salvador, ser dueños de la propia vida, y no dejarse manipular
por quienes tienen intereses creados de convertir a las personas, solo en
consumistas en la sociedad, no interesados en lo que piensan y sienten. Quien tiene
Sal y Luz en la vida hace preguntas, posee un alto grado de autocrítica y cuestiona
todo desde la fe, quedándose con lo mejor. Sabe dar una respuesta a situaciones
concretas de su existencia, buscando sentido, el horizonte, la respuesta, y eso con
la luz de la fe. ¿A qué sabe nuestra vida? ¿Posee fe? ¿Somos desabridos, porque sin
criterios propios, la vida no tiene ningún sabor? ¿Estamos siempre derrotados? Ser
Sal del mundo, significa saborear la vida, tomarle el pulso, poner la mano al volante
y dirigirla. Ponerle sabor, va a tener su alto precio, porque significa que ha buscado
y encontrado lo que quería: ser un buen padre, esposo y profesional; un buen
deportista, un buen religioso, un buen cristiano en la comunidad parroquial o
movimiento eclesial, sellado todo por el servicio al prójimo. Es a los cristianos, a
quienes se les pide que su vida tenga sabor y Luz, para ellos y los demás. Creer,
tener fe en Dios, orar, es comenzar ya a poner sentido trascendente a la propia
existencia, luz que viene de la fe, amor que da sentido a cuanto se hace
diariamente, en esta vida de cara a luz, que nos viene de Jesucristo resucitado. Un
testigo de su misterio pascual, debe ser luz y sal, que mejora el sentido de la vida
de cada día.
Cuando habla de los que comienzan el camino de la oración, Teresa ve la necesidad
de la fe para asumir el compromiso de seguir adelante. “Este tener verdadera luz
para guardar la ley de Dios con perfección es todo nuestro bien; sobre ésta asienta
bien la oración; sin este cimiento fuerte, todo el edificio va falso.” (Camino de
Perfección 5,4).