X Semana del Tiempo Ordinario (Año Par)
Padre Julio Gonzalez Carretti
JUEVES
Lecturas
a.- 1Re.18, 41-46: Elías oró, y el cielo dio su lluvia.
b.- Mt. 5, 20-26: Superar la justicia de fariseos y letrados.
Comienza Jesús a instruir a sus discípulos, en forma muy concreta. La presencia de
la justicia en las Bienaventuranzas (cfr. Mt. 5, 6.10) es el tema que recapitula y
sintetiza las exigencias de la ley establecida en el Sinaí, la asume, con un nuevo
contenido, destinada a los miembros de la comunidad cristiana. Comienza el
discurso llamado de las antítesis, es decir, “habéis oído que se dijo” y “yo os digo”,
lo nos enseña ahora (cfr. Mt. 5, 21-43). Pide que hay que ir más allá de lo
mandado, es decir, no quedarse en lo externo sino más allá, interiorizar la ley. De
ahí que establezca que si la justicia, santidad de sus discípulos no es mayor que la
de los fariseos y letrados, no entrarán en el Reino de los cielos. Las nuevas
actitudes son exigencias mayores que hasta lo que se pedía a los israelitas. Si bien,
hunden sus raíces en lo anterior, ahora adquieren una nueva dimensión, que
desborda a las primeras. En el evangelio de Mateo, tanto la novedad que
representa Jesús y su evangelio, que sobrepasan las exigencias de la Ley (cfr.
Mt.5, 21-47), como la continuidad de las actitudes reclamadas anteriormente (cfr.
Mt. 6, 2-6), establecen la conexión, pero al mismo tiempo, fijan la distinción entre
ambos períodos, se entienden mejor con el término justicia que usa el evangelista.
Miradas en su conjunto, las antítesis expresan la importancia de la Ley, para la
llegada del Reino de Dios. No matar (v.21), es un imperativo, pero Jesús enseña,
que quien se deja llevar por la cólera, o llama a su hermano loco o inútil, es reo de
responder en un tribunal. Se puede matar la honra, el nombre, de otro no con las
armas, sino con las actitudes del desprecio, del odio, o de renegar contra el
hermano. Va más allá, insiste en lo interior. Va a la raíz del acto de denigrar al
otro. Para favorecer más esta actitud de interiorizar la ley de Dios, establece otro
criterio fundamental, como es, unir la vida moral al culto divino. El símil de la
ofrenda en el altar explica esta realidad (v. 23). No basta entonces, para ser un
buen discípulo de Cristo, la rectitud moral, para eso no se necesita fe, sino que esa
vida sea fruto de una íntima relación con Dios, que hace de las actitudes otras
tantas virtudes que florecen del sano equilibrio entre principios morales y una
dinámica de vida teologal. La justicia, es decir, la santidad del cristiano será
auténtica, si a la voluntad de querer hacer las cosas bien, se unen sólidos principios
morales nutridos por la fe y el amor de Dios. En la convivencia diaria, muchas veces
ofendemos al prójimo de forma constante: cuando hablamos mal, calumniamos,
hacemos daño al hermano también con nuestras omisiones, etc. Jesús pide respeto
por la vida del prójimo, en todas sus formas, para hacer del culto público y privado
que rendimos a Dios, algo auténtico; hacer de la propia vida una verdadera
religión, mejor dicho, una ofrenda humilde y agradable en la presencia del Altísimo,
que en el corazón tiene su altar donde se ofrece continuamente el sacrifico del
amor a Dios y al prójimo.
Agrandes gracias del Señor, mayor colaboración y responsabilidad del cristiano,
según el parecer de Teresa, dese una conciencia limpia y agradecida. “Y que no
piense que, por tener una hermana cosas semejantes, es mejor que las otras; lleva
el Señor a cada una como ve que es menester. Aparejo es para venir a ser muy
sierva de Dios, si se ayuda; mas, a las veces, lleva Dios por este camino a las más
flacas; y así no hay en esto por qué aprobar ni condenar, sino mirar a las virtudes,
y a quien con más mortificación y humildad y limpieza de conciencia sirviere a
nuestro Señor, que ésa será la más santa, aunque la certidumbre poco se puede
saber acá hasta que el verdadero Juez dé a cada uno lo que merece. Allá nos
espantaremos de ver cuán diferente es su juicio de lo que acá podemos entender.
¡Sea por siempre alabado, amén!” (6 Moradas 8,10).