Comentario al evangelio del Viernes 15 de Junio del 2012
A la paz de Dios:
El corazón no es sólo un órgano que condiciona la vitalidad biológica del hombre. El corazón es un
símbolo. Habla de todo el hombre interior. Habla de la interioridad espiritual del hombre.
Quizá una sola vez el Señor Jesús nos ha llamado con sus palabras al propio corazón. Y ha puesto de
relieve este único rasgo: "mansedumbre y humildad". Como si quisiera decir que sólo por este camino
quiere conquistar al hombre; que quiere ser el Rey de los corazones mediante "la mansedumbre y la
humildad". Todo el misterio de su reinado está expresado en estas palabras. La mansedumbre y la
humildad encubren, en cierto sentido, toda la "riqueza" del Corazón del Redentor, sobre la que escribió
San Pablo a los efesios. Pero también esa "mansedumbre y humildad" lo desvelan plenamente; y nos
permiten conocerlo y aceptarlo mejor; lo hacen objeto de suprema admiración.
Así, al final de este fundamental ciclo litúrgico de la Iglesia, que comenzó con el primer domingo de
Adviento, y ha pasado por el tiempo de Navidad, luego por el de la Cuaresma, de la Resurrección hasta
Pentecostés, domingo de la Santísima Trinidad y Corpus Christi, se presenta discretamente la fiesta del
Corazón divino, del Sagrado Corazón de Jesús. Todo este ciclo se encierra definitivamente en Él; en el
Corazón del Dios-Hombre. De Él también irradia cada año toda la vida de la Iglesia.
Estos párrafos pertenecen a la Audiencia General del papa Juan Pablo II el 20 de junio de 1979.
En este día miramos al que traspasaron. Jesús muere como vivió: a corazón abierto. Jesús sabía que del
corazón del ser humano pueden surgir las peores crueldades que imaginarse pueda. Pero del fondo del
corazón también brotan los mejores sentimientos y las acciones más buenas.
El Corazón de Jesús es la gran casa de la familia humana. Corazón abierto de puertas abiertas. La
muerte de Jesús no fue en vano.
El día de hoy nos regala la posibilidad de vivir de corazón, a ejemplo del Maestro. A hacer nuestras sus
actitudes y sus sentimientos. A vivir la vida desde la humildad y la mansedumbre. A entregar la vida
por el proyecto del Reino.
PD: Celebrar la fiesta del Corazón de Jesús es celebrar a todas las buenas personas, a toda la buena
gente. Poema
CANCIÓN DE LA BUENA GENTE
A la buena gente se la conoce
en que resulta mejor
cuando se la conoce. La buena gente
invita a mejorarla, porque
¿qué es lo que le hace a uno sensato?
Escuchar
y que le digan algo.
Pero, al mismo tiempo,
mejoran al que los mira y a quien
miran. No sólo porque nos ayudan
a buscar comida y claridad, sino, más aún,
nos son útiles porque sabemos
que viven y transforman el mundo.
Cuando se acude a ellos,
siempre se les encuentra.
Se acuerdan de la cara que tenían
cuando les vimos por última vez.
Por mucho que hayan cambiado,
pues ellos son los que más cambian,
aún resultan más reconocibles.
Son como una casa
que ayudamos a construir.
No nos obligan a vivir en ella,
y en ocasiones no nos lo permiten.
Por poco que seamos,
siempre podemos ir a ellos, pero
tenemos que elegir lo que llevemos.
Saben explicar el porqué de sus regalos,
y si después los ven arrinconados, se ríen.
Y responden hasta en esto: en que,
si nos abandonamos,
les abandonamos.
Cometen errores y reímos,
pues si ponen una piedra
en lugar equivocado,
vemos, al mirarla,
el lugar verdadero.
Nuestro interés se ganan cada día, lo mismo
que se ganan su pan de cada día.
Se interesan por algo
que está fuera de ellos.
La buena gente nos preocupa.
Parece que no pueden realizar nada solos,
proponen soluciones que exigen aún tareas.
En momentos difíciles de barcos naufragando
de pronto descubrimos fija en nosotros
su mirada inmensa.
Aunque tal como somos no les gustamos,
están de acuerdo, sin embargo, con nosotros.
Bertolt Brecht.
Oscar Romano, cmf