COMPARTIENDO EL EVANGELIO
Reflexiones de Monseñor Rubén Oscar Frassia
(Emitidas por radios de Capital y Gran Buenos Aires –
ciclo 2012)
10de junio de 2012 –Solemnidad de CORPUS CHRISTI
Evangelio según San Marcos 14,12-16.22-26. (ciclo B)
El primer día de la fiesta de los panes Ácimos, cuando se inmolaba
la víctima pascual, los discípulos dijeron a Jesús: "¿Dónde quieres
que vayamos a prepararte la comida pascual?". El envió a dos de
sus discípulos, diciéndoles: "Vayan a la ciudad; allí se encontrarán
con un hombre que lleva un cántaro de agua. Síganlo, y díganle al
dueño de la casa donde entre: El Maestro dice: '¿Dónde está mi sala,
en la que voy a comer el cordero pascual con mis discípulos?'. El les
mostrará en el piso alto una pieza grande, arreglada con
almohadones y ya dispuesta; prepárennos allí lo necesario". Los
discípulos partieron y, al llegar a la ciudad, encontraron todo como
Jesús les había dicho y prepararon la Pascua. Mientras comían,
Jesús tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió y lo dio a sus
discípulos, diciendo: "Tomen, esto es mi Cuerpo". Después tomó una
copa, dio gracias y se la entregó, y todos bebieron de ella. Y les dijo:
"Esta es mi Sangre, la Sangre de la Alianza, que se derrama por
muchos. Les aseguro que no beberé más del fruto de la vid hasta el
día en que beba el vino nuevo en el Reino de Dios". Después del
canto de los Salmos, salieron hacia el monte de los Olivos.
Eucaristía: defensa y remedio.
Estamos ante la institución de la Eucaristía. Todos nosotros sabemos que en
cada sacramento el Señor está presente: en el bautismo, en la
confirmación, en la comunión, en la eucaristía, en el perdón de los pecados,
en la unción de los enfermos, en la bendición matrimonial, en la ordenación
sacerdotal, en las ordenaciones sagradas; está presente en cada uno de
ellos.
Es importante que de un modo propio, pero muy propio, Jesús, el Señor, se
haya querido quedar con nosotros y en nosotros, a través de la Eucaristía.
Es así que, a través de las palabras del sacerdote a quien Dios da ese poder
por medio de la Iglesia, no por poder del hombre sino por la fuerza de Dios
que lo puede hacer, tiene la capacidad -indigna por sí misma porque todos
somos incapaces- de convertir, en el nombre de Cristo, ese Pan en su
Cuerpo y ese Vino con el agua en su Sangre. Así ya no hay más sustancia
de pan, ni sustancia de vino, sino que fundamentalmente es el Cuerpo y la
Sangre de Jesucristo Nuestro Señor.
Todos sabemos que la Eucaristía es anticipación de la crucifixión, por eso
cada Eucaristía es sacrificio, es el mismo sacrificio: cruento una vez en la
cruz, incruento esta vez en el Sacramento. Es el sacrificio de Cristo que se
ofrece, se inmola por nosotros y nos deja lo más íntimo de Él, Él mismo, su
Cuerpo y su Sangre.
Cuando el sacerdote, en la Misa, está por recibir a Jesús, dice esta oración:
“que por tu piedad me sirva para defensa de alma y cuerpo, y como
remedio de salvación”. La vida de Dios entra en nosotros, es defensa, es
protección, es alimento, es nutrición, es fortalecimiento del alma y del
cuerpo. Uno tiene que alimentarse para robustecerse, porque la vida
cristiana será una lucha permanente, pero recibir a Cristo en la comunión es
defensa, es alimento, es nutrición.
Recibir a Cristo también es un fortalecimiento frente a las adversidades; y
como todos estamos enfermos, somos frágiles y somos débiles,
necesitamos un remedio proporcional para que nos cure las heridas y las
enfermedades. Por eso Cristo no sólo es bálsamo y consuelo para nuestra
vida, sino que también es remedio para nuestras enfermedades.
Pensemos mucho esto porque no son cosas mágicas, es un misterioso
intercambio entre lo divino y lo humano, porque cuando uno recibe a Cristo
en la Eucaristía, estas realidades tienen que explicitarse y encarnarse en
nuestra vida: defensa del alma y del cuerpo, y remedio de salvación.
La Eucaristía es el motivo principal para que podamos ser discípulos, ser
testigos y ser misioneros. Con la Eucaristía, con la vida que Dios nos da,
nosotros tenemos que anunciarla y comunicarla a los demás.
¡Feliz fiesta de la Eucaristía, del Cuerpo y la Sangre de Cristo! que nuestra
alma y nuestro corazón se llenen de consuelo y de gozo, en el Nombre del
Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén