X Semana del Tiempo Ordinario
Lunes
Las bienaventuranzas, el retrato de Jesús en el que nos podemos mirar
para vivir como Él y ser felices
“Viendo la muchedumbre, subió al monte, se sentó, y sus discípulos se le
acercaron. Y tomando la palabra, les enseñaba diciendo:
-Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el Reino de los
Cielos. Bienaventurados los mansos, porque ellos poseerán en herencia la
tierra. Bienaventurados los que lloran, porque ellos serán consolados.
Bienaventurados los que tienen hambre y sed de la justicia, porque ellos
serán saciados. Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos
alcanzarán misericordia. Bienaventurados los limpios de corazón, porque
ellos verán a Dios. Bienaventurados los que trabajan por la paz, porque
ellos serán llamados hijos de Dios. Bienaventurados los perseguidos por
causa de la justicia, porque de ellos es el Reino de los Cielos.
Bienaventurados seréis cuando os injurien, y os persigan y digan con
mentira toda clase de mal contra vosotros por mi causa.
-Alegraos y regocijaos, porque vuestra recompensa será grande en los
cielos; pues de la misma manera persiguieron a los profetas anteriores a
vosotros” (Mateo 5,1-12).
1. San Mateo guiará nuestro encuentro con Jesús este tiempo, a partir de donde lo
dejamos en tiempo de Navidad y Cuaresma. Si san Marcos relata los "hechos" de
Jesús, san Mateo relata muchas de sus "palabras", agrupadas en cinco grandes
discursos: 1. Sermón de la montaña (5 a 7).
2. Consignas para la “misin” (10).
3. Parábolas del Reino (13).
4. Lecciones de vida comunitaria (18).
5. Discurso escatológico (24 y 25).
Jesús, hoy comenzamos este primer discurso con tu “retrato”, que es nuestro
modelo de vida: “ Dichosos... Dichosos... Dichosos... Dichosos... Dichosos...
Dichosos... Dichosos”... quieres que seamos felices, bienaventurados. Por
eso comienzas así, cada bienaventuranza. Dios nos ha creado para la felicidad .
Para un Padre, es lo lógico: el amor puesto en acto. Nos dices que el "paraíso" es
nuestra meta, ¡ la felicidad es la gran aspiración del hombre ! Participar de ti,
Señor: ¡Tú eres dichoso, feliz! Dios está en la alegría . Dios vive en el gozo. Y la
humanidad va hacia ti… y yo voy hacia ti.
-“ Los pobres... Los no violentos... Los afligidos... Los que tienen hambre y
sed de justicia... Los misericordiosos... Los sinceros y limpios de corazón...
Los que trabajan por la paz... Los perseguidos”... no nos das unas frases
relamidas, de alegrías fáciles ni falsas dichas. Nos hablas de lucha, de crecer por el
dolor, de no dejarse abatir: ¡ las bienaventuranzas son la máxima expresión
de la fortaleza ! Ayúdame, Señor, porque me da miedo la "pobreza", la "aflicción",
la "persecución", y que me llamen loco... además, sé que no soy "limpio", que
puedo ser más "sincero", y más "pacífico", y más "misericordioso". Quiero seguir en
tu camino, Señor, adelantar y crecer en ti, tener paz, ser feliz.
-“ Porque suyo es el Reino de los cielos. .. Heredarán la tierra... Serán
consolados... Serán saciados... Alcanzarán misericordia... Verán a Dios... Se
llamarán hijos de Dios... Suyo es el Reino de los cielos”... Jesús no promete a
los pobres una revancha sobre los ricos; tampoco habla de la revolución social: está
a otro nivel: el nivel del "corazón", que es la más grande revolución, sin excluir las
otras, que no valen nada sin ésta: ver a Dios... poseer el Reino de los cielos... ser
hijos de Dios (Noel Quesson).
Jesús, nos enseñas un camino en verdad paradójico: llamas felices a los pobres, a
los humildes, a los de corazón misericordioso, a los que trabajan por la paz, a los
que lloran y son perseguidos, a los limpios de corazón. Sé que la felicidad no está
en la misma pobreza o en las lágrimas o en la persecución, sino en lo que esta
actitud ante ellas, ante la cruz. Llamas bienaventurados a los «pobres de Yahvé»
del Antiguo Testamento, los no se apoyan en nada humano, sino en Dios.
Nos prometes otro tipo de éxito distinto al del mundo: humildad, sencillez de
corazón. Sé que nadie puede vivir eso en plenitud, sino que es tu retrato el que
muestras para que sigamos: Tú eres el pobre, el que crea paz, el misericordioso, el
limpio de corazón, el perseguido. Este programa nos lo das para tener felicidad
verdadera y cambiar la situación del mundo. No son tanto unos mandamientos, sino
el anuncio del tesoro escondido por el que vale la pena renunciar a todo (J.
Aldazábal).
Jesús: quiero renovar mi “determinada determinacin”, como decía santa Teresa de
Jesús, para ser sembrador de paz y alegría en mi ambiente. Sembrar con tus
Bienaventuranzas tu perfume participado en la historia humana. Quiero también
aprender de cuando llegan las horas malas; me dices: entonces « alegraos y
regocijaos, porque vuestra recompensa será grande en los cielos » (Àngel
Caldas i Bosch).
El pensamiento antiguo coincidía en que el fin del hombre es la búsqueda de la
felicidad . Diversas escuelas filosóficas lo ponían en la serenidad y quietud del alma
frente a los reveses de la vida; en un equilibrado placer; en la razón al vivir según
la naturaleza. Las religiones han buscado dar respuesta a este profundo deseo del
ser humano conjugando cierta felicidad en la tierra con la paz completa en el más
allá.
Tú, Señor, nos muestras que ese deseo del hombre lo ha puesto Dios, “y
sólo en Él encontrará la verdad y la dicha que no cesa de buscar
(Catecismo, 27). Conoces perfectamente el corazón del hombre, sus ansias y
anhelos de eternidad, y nos das la clave para que lleguemos a ser felices. A
diferencia de los filósofos, no sólo das pistas para caminar, sino que tú eres el
Camino y la meta.
Pablo VI decía: “quien no ha escuchado las bienaventuranzas, no conoce el
Evangelio; y quien no las ha meditado, no conoce a Cristo”. El Sermn del monte es
como la “Carta magna del Reino”, el núcleo más esencial del mensaje de Jesucristo.
Son dichosos no son los que no tienen nada, sino los que no tienen su corazón
apegado a nada, a ningún bien de esta tierra. Por eso gozan de una total libertad
interior y pueden abrirse sin barreras a Dios y a las necesidades de sus semejantes.
Los mansos son los hombres y mujeres llenos de bondad, de paciencia y de
dulzura, que saben perdonar, comprender y ayudar a todos sin excepción. Por eso
pueden poseer la tierra. El que es dueño de sí mismo es capaz de conquistar más
fácilmente el corazón de los demás para llevarlo hacia Dios. Y vive feliz y en paz. En
su corazón no hay lugar para la amargura. Y por eso, porque vive en paz, puede
repartir la paz en torno suyo. Como Francisco de Asís, que podía dialogar, sin
armas en la mano, con el terrible sultán de los sarracenos, que hacía la guerra a los
cristianos. Los pacíficos son también pacificadores. Porque son misericordiosos y
rectos de corazón. Y los que aceptan de buen grado la persecución por amor a
Cristo y a su Reino son personas que viven en otra dimensión, que tienen ya el
alma en el cielo. Y nadie es capaz de quitarles jamás esa felicidad de la que ya
gozan. Han entrado ya en la eternidad sin partir de este mundo. Nada ni nadie
puede perturbar su paz. Ésos son los santos! El que sigue a Jesús: “ Aprended de
mí, que soy manso y humilde de corazón, y hallaréis descanso para
vuestras almas ” (Mt 11,29) (Sergio Crdova).
2. La primera lectura (1R 17,7-16) nos muestra a Elías sin agua: -“Al cabo de los
días se sec el torrente”... estaba ahí por Dios. Parece que Dios calla. El silencio de
Dios. Sufrimiento y duda en soledad. Y la pregunta: “por qué dejas a tu profeta
Elías en el dolor?” Tú, Seor, conoces bien esto, cuando clamas en la cruz: « Dios
mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado» ? Cuando te sientes abandonado
por Dios, te abandonas totalmente a él.
El profeta recibe un mandato: -“Vete a Sarepta, en el territorio de Sidn, a casa de
una mujer viuda...” son los pobres de Yaveh, más allá de las fronteras del
judaísmo. Jesús cita a esa mujer y la tiene presente en su enseñanza (Lucas 4,16-
30).
Ella no tiene nada: -“No tengo pan... Tan slo me queda un puado de harina... y
un poco de aceite”. Sequía, hambre. Hoy diríamos: crisis. Acabadas todas las
reservas.
Y la respuesta, la paradoja: - No temas... Da lo que tienes . Y a partir de aquella
respuesta generosa, “ no se acabó la harina en la jarra, ni se agotó el aceite
en la orza, según la palabra que el Señor había dicho por boca de Elías ”.
Concédenos, Señor, que tengamos puesta en Ti toda nuestra confianza. Además, ¿a
quién iríamos? Sé que sólo tú llenas mi corazón de verdad y amor. Hoy quiero
ponerme en tus manos (Noel Quesson), para así compartir lo mío con los demás, sé
que Tú no te dejarás ganar en generosidad, si lo damos todo y corremos la
aventura de tus bienaventuranzas.
3. El salmo nos anima también a rezar con confianza: « el Señor me escuchará
cuando lo invoque... tú, Señor, has puesto en mi corazón más alegría que si
abundara en trigo y en vino ». Dios, eres para nosotros un Padre lleno de amor,
de ternura y de misericordia. Tú estás siempre conmigo, por más pecador que me
sienta, y me perdonas cuantas veces me aleje de ti, como el hijo pródigo. Tú,
Jesús, me acompañas en el camino de la vida trayéndome la misericordia del Padre,
hacia la casa de la felicidad, del cielo.
Llucià Pou Sabaté