Muy bien que cantabais dije, pero no que cantabais bien.
Domingo 11 ordinario 2012 B
Ha llegado el momento de las grandes y sencillas parábolas de Cristo con las que
introduce en la gracia, en el amor y en la fidelidad a él que es Pastor, que es guía y
que es el principio y el final de esta historia de la salvación que estamos realizando
en nuestras vidas. Hoy Cristo nos regala con sus dos más inspiradas parábolas que
en su momento vendrían a decir que la obra del Señor se realiza para bien de los
hombres, pero incluso cuando éstos se desentendieran no por eso el Señor dejaría
de hacer su obra. Oigamos: "El Reino de Dios es como un hombre que echa la
semilla en la tierra, sea que duerma o se levante, de noche y de día, la semilla
germina y va creciendo, sin que él sepa cómo. La tierra por sí misma produce
primero un tallo, luego una espiga, y al fin grano abundante en la espiga. Cuando el
fruto está a punto, él aplica en seguida la hoz, porque ha llegado el tiempo de la
cosecha".
También decía: "¿Con qué podríamos comparar el Reino de Dios? Se parece a un
grano de mostaza. Cuando se la siembra, es la más pequeña de todas las semillas
de la tierra, pero, una vez sembrada, crece y llega a ser la más grande de todas las
hortalizas, y extiende tanto sus ramas que los pájaros del cielo se cobijan a su
sombra". Las dos parábolas serán una invitación planteada para comenzar a cantar
y a cantar bien las maravillas de Dios en su obra y en su Iglesia.
Los meses pasados Benedicto XVI ha convocado a un año de la fe que nos recuerde
la alegría y el contento de ser miembros de Cristo en esta Iglesia que camina
peregrina a la casa del Señor. Para EL 12 octubre del presente, está fijado el inicio
del año de la fe y el Papa nos invita a recordar dos acontecimientos que con el
tiempo han llegado a ser como las semillas de las parábolas, algo imprescindible en
la vida de la Iglesia que crece y crece con la ayuda del Señor y con la presencia del
Espíritu Santo: Uno de ellos lo constituyen los cincuenta años del inicio del
Concilio Vaticano II que fue por intuición del Beato Juan XXIII un acontecimiento
que vino a darle nuevas fuerzas a esta Iglesia nuestra y que con su impulso hizo
que las nuevas generaciones tomaran la antorcha de la fe y de la esperanza. Y el
otro acontecimiento, lo constituyen también los 20 años de la promulgación del
catecismo de la Iglesia católica, que nos trae lo nuevo y lo viejo de nuestra fe. Y la
invitación está planteada, para que podamos conocer, amar y vivir con toda la
alegría del mundo, ese encuentro con la sabia que dan los siglos de la Iglesia y la
oración incesante para ser fieles a la gracia recibida de Cristo en estos veinte siglos
de fe. Documentos posteriores a la promulgación del año de la fe, van sugiriendo
eventos desde la sede de Roma hasta nuestras modestas iglesias y parroquias para
que esa fe de los creyentes brille con su luz propia, la que le da el Espíritu Santo de
Dios pero que lo haga con la vida, el gozo y la alegría de todos los que somos hijos
de la Iglesia. La Porta fidei, la puerta de la fe del Papa reinante, Benedicto XVI es
una invitación a dar respuesta profunda, clara, diáfana, alegre y confiada en la
gracia de Dios para que la Iglesia pueda extender sus fronteras hasta el último de
los mortales. Esa semilla de la gracia no merece dormir en el seno de la Iglesia y
de los cristianos. No podemos hacer mucho, pero vigilantes si podremos estar para
que otras gentes que han errado el camino o definitivamente no lo han encontrado,
ahora se sientan como en casa, a la luz de la fe y la esperanza que Cristo ha
encendido en medio del mundo con su muerte y su resurrección.
El Padre Alberto Ramírez Mozqueda espera sus comentarios en
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