Palabra de Dios
para alimentar tu día
Fr. Nelson Medina F., O.P
Tiempo Ordinario, Año Par,
Semana No. 10, Miércoles
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Lecturas de la S. Biblia
Temas de las lecturas: Que sepa este pueblo que tú eres el Dios verdadero, y
que tú les cambiarás el corazón * No he venido a abolir, sino a dar plenitud
Textos para este día:
1 Reyes 18, 20-39:
En aquellos días, el rey Ajab despachó órdenes a todo Israel, y los profetas de Baal
se reunieron en el monte Carmelo.
Elías se acercó a la gente y dijo: "¿Hasta cuándo vais a caminar con muletas? Si el
Señor es el verdadero Dios, seguidlo; si lo es Baal, seguid a Baal."
La gente no respondió una palabra. Entonces Elías les dijo: "He quedado yo solo
como profeta del Señor, mientras que los profetas de Baal son cuatrocientos
cincuenta. Que nos den dos novillos: vosotros elegid uno; que lo descuarticen y lo
pongan sobre la leña, sin prenderle fuego; yo prepararé el otro novillo y lo pondré
sobre la leña, sin prenderle fuego. Vosotros invocaréis a vuestro dios, y yo invocaré
al Señor; y el dios que responda enviando fuego, ése es el Dios verdadero."
Toda la gente asintió: "¡Buena idea!"
Elías dijo a los profetas de Baal: "Elegid un novillo y preparadlo vosotros primero,
porque sois más. Luego invocad a vuestro dios, pero sin encender el fuego."
Cogieron el novillo que les dieron, lo prepararon y estuvieron invocando a Baal
desde la mañana hasta mediodía: "¡Baal, respóndenos!"
Pero no se oía una voz ni una respuesta, mientras brincaban alrededor del altar que
habían hecho.
Al mediodía, Elías empezó a reírse de ellos: "¡Gritad más fuerte! Baal es dios, pero
estará meditando, o bien ocupado, o estará de viaje; ¡a lo mejor está durmiendo y
se despierta!"
Entonces gritaron más fuerte; y se hicieron cortaduras, según su costumbre, con
cuchillos y punzones, hasta chorrear sangre por todo el cuerpo.
Pasado el mediodía, entraron en trance, y así estuvieron hasta la hora de la
ofrenda. Pero no se oía una voz, ni una palabra, ni una respuesta.
Entonces Elías dijo a la gente: "¡Acercaos!"
Se acercaron todos, y él reconstruyó el altar del Señor, que estaba demolido: cogió
doce piedras, una por cada tribu de Jacob, a quien el Señor había dicho: "Te
llamarás Israel"; con las piedras levantó un altar en honor del Señor, hizo una
zanja alrededor del altar, como para sembrar dos fanegas; apiló la leña,
descuartizó el novillo, lo puso sobre la leña y dijo: "Llenad cuatro cántaros de agua
y derramadla sobre la víctima y la leña."
Luego dijo: "¡Otra vez!"
Y lo hicieron otra vez.
Añadió: "¡Otra vez!"
Y lo repitieron por tercera vez.
El agua corrió alrededor del altar, e incluso la zanja se llenó de agua.
Llegada la hora de la ofrenda, el profeta Elías se acercó y oró: "¡Señor, Dios de
Abrahán, Isaac e Israel! Que se vea hoy que tú eres el Dios de Israel, y yo tu
siervo, que he hecho esto por orden tuya. Respóndeme, Señor, respóndeme, para
que sepa este pueblo que tú, Señor, eres el Dios verdadero, y que eres tú quien les
cambiará el corazón."
Entonces el Señor envió un rayo que abrasó la víctima, la leña, las piedras y el
polvo, y secó el agua de la zanja.
Al verlo, cayeron todos sobre su rostro, exclamando: "¡El Señor es el Dios
verdadero! ¡El Señor es el Dios verdadero!"
Mateo 5, 17-19:
«No creáis que he venido a abolir la ley o los profetas: no he venido a abolir, sino a
dar plenitud. Os aseguro que antes pasarán el cielo y la tierra que deje de
cumplirse hasta la última letra o tilde de la ley. El que se salte uno solo de los
preceptos menos importantes, y se lo enseñe así a los hombres, será el menos
importante en el Reino de los cielos. Pero quien los cumpla y enseñe será grande en
el Reino de los cielos».
Homilía
Temas de las lecturas: Que sepa este pueblo que tú eres el Dios verdadero, y
que tú les cambiarás el corazón * No he venido a abolir, sino a dar plenitud
1. La Prueba de Fuego
1.1 Elías sometió a los israelitas a una prueba de fuego, literalmente. La expresión
que utilizó fue contundente y logró el efecto querido. "El Dios que responda, ese es
Dios."
1.2 Contrasta en la escena la multitud de seguidores de Baal y la soledad de Elías.
Es una experiencia que puede aproximarse a lo que alguna vez hemos vivido o
viviremos. Como creyentes, más de una vez encontraremos que somos pocos o que
estamos solos. Nuestra fe se sentirá puesta a prueba cuando el frío de esa soledad
pretenda apagar todo rescoldo de fe en nuestras almas.
1.3 Los sacerdotes de Baal hacían oración a su modo. Una especie de oración larga
que incluía rituales horrendos como hacerse cortadas y derramar sangre para
"convencer" a su dios. La plegaria de Elías, en cambio, es breve, directa, colmada
de confianza. No hace un negocio con Dios, no pretende convencerlo. No pide para
sí, sino que pide que se manifieste la verdad y la gloria del Dios que sí es.
Aprendemos del relato que orar no es convencer a Dios.
2. Los Límites de un Sí
2.1 Ante la demostración maravillosa que hace Elías, todo el pueblo proclama con
entusiasmo que Dios, el Dios de Abrahán, de Isaac y Jacob, es el verdadero Dios.
La victoria parece completa. Incluso podríamos disculpar el rasgo bárbaro de Elías
que manda degollar a los falsos profetas. Entendemos que es parte de un mundo
que ya no es nuestro mundo, un mundo en el que muchas cosas se resuelven así,
por vías de hecho.
2.2 Y sin embargo, ese "sí" entusiasta tiene su límite. Pronto veremos perseguido al
mismo profeta Elías, que ciertamente no recibió mayor apoyo de los suyos. La
misma soledad que tuvo que soportar para enfrentarse a centenares de falsos
profetas le marcó y acompañó toda su vida. De ello aprendemos que el entusiasmo,
sobre todo cuando viene de una multitud, es flor que se marchita muy pronto. Poco
puede esperarse del fervor de un solo día. La fe es más que eso.
3. Valor Cristiano de la Ley
3.1 Es frecuente oír que los mandamientos son cosa del Antiguo Testamento y que
han quedado desuetos con la llegada de la ley nueva, la ley del amor y del
evangelio, la ley del Espíritu Santo y la gracia. El texto de hoy nos ayuda a salir de
ese error.
3.2 Lo que parece innegable es que Cristo dio un valor muy grande a la ley. Por
cierto, entre tantas acusaciones que hubieran podido hacerle a la hora de juzgarlo
en el Sanedrín, una que nunca pudo ser probada es que él trasgrediera la ley de
Moisés. Y es interesante que cuando Pedro, pasados ya los hechos de la Pascua del
Señor, tiene la visión en que se le invita a comer animales considerados "impuros"
por la Ley de Moisés, él dice que nunca ha comido nada impuro (Hch 10,14). Este
testimonio es importante porque muestra que Jesús, que estaba con ellos, era
observante incluso de esos aspectos menores o accidentales de la Ley.
3.3 La salvación que trae Cristo no es un endurecimiento de la ley, ni una
prolongación de la ley, pero tampoco es un prescindir de la ley, como si no tuviera
su razón y su sentido. Cristo supera la ley llevándola a plenitud es decir,
concediendo el bien que ella defendía y dándonos victoria sobre el mal que ella
denunciaba.
Fr. Nelson Medina, O.P.