X Semana del Tiempo Ordinario
Jueves
El amor une todos los mandatos de la ley: "Todo el que esté peleado con su
hermano, será procesado"
“En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos: "Si no sois mejores que los
letrados y fariseos, no entraréis en el Reino de los cielos. Habéis oído que
se dijo a los antiguos: No matarás, y el que mate será procesado. Pero yo
os digo: todo el que esté peleado con su hermano, será procesado. Y si uno
llama a su hermano "imbécil", tendrá que comparecer ante el sanedrín, y si
lo llama "renegado", merece la condena del fuego.
Por tanto, si cuando vas a poner tu ofrenda sobre el altar, te acuerdas allí
mismo de que tu hermano tiene quejas contra ti, deja allí tu ofrenda ante
el altar y vete primero a reconciliarte con tu hermano, y entonces vuelve a
presentar tu ofrenda. Procura arreglarte con el que te pone pleito en
seguida, mientras vais todavía de camino, no sea que te entregue al juez, y
el juez al alguacil, y te metan en la cárcel. Te aseguro que no saldrás de
allí” (Mateo 5,20-26).
1. Los primeros ejemplos que hoy leemos se presentan a partir de la oposición
entre “lo que fue dicho a los antiguos” y el “yo les digo” de Jesús, que con su
actividad legislativa lo conecta con Moisés que en el Sinaí transmitió la ley divina a
Israel.
Jesús, quieres enseñarnos a amar como tú nos amas. Las autoridades judías son
puestas en evidencia por tus palabras, cuando dices: “ Os digo que si vuestra
justicia y fidelidad no sobrepasa la de los escribas o letrados y fariseos, no
entraréis en el Reino de Dios ”.
Luego pasas a darnos el sentido de la ley de Moisés, con una interpretación
verdadera, auténtica: -“ Habéis oído que se mandó a los antiguos: No
matarás... Pues Yo os digo: Todo el que trate con ira a su hermano será
condenado por el tribunal ”. La falta de respeto contra el hermano es un modo de
homicidio, y requiere la intervención del tribunal; pero estás hablando también de
otro tribunal: el de la conciencia, el del juicio ante Dios. En el fondo, es un cambio
total: nos pides, Jesús, que de la práctica formalista pasemos a una actitud de
interiorización, mucho más exigente. Lo que corrompe el interior del corazón
humano no es en primer lugar el gesto de matar -por desgracia se puede matar sin
querer-... sino el odio -alguien puede ser un verdadero homicida de su hermano sin
derramamiento de sangre-...
Quería fijarme en el modo de interpretar la ley: « Pero yo os digo ». Jesús, te veo
con la autoridad del profeta definitivo enviado por Dios,
Y añades que la piedad hacia Dios no es verdadera si la acompaña el amor a los
hermanos. " El que dice "amo a Dios" y no ama primero a su hermano, es un
mentiroso ". El culto será bueno si es auténtico, y para eso la fraternidad
verdadera es prioritaria al servicio cultual de Dios; o mejor aún, está Dios, ¡el
servicio que Dios espera en primer lugar!
-“… si yendo a presentar tu ofrenda al altar, te acuerdas allí de que tu
hermano tiene algo contra ti, deja tu ofrenda allí ante el altar y ve primero
a reconciliarte con tu hermano; vuelve entonces y presenta tu ofrenda” . Se
me ocurre que si alguien cuando va a comulgar se acuerda de que tiene algo que
resolver con alguien, no se trata de salir de la fila para ir enseguida a hacer las
paces, pero sí de tener en aquel momento el propósito de hacerlas cuanto antes
mejor…
-“ Muéstrate conciliador con el que te pone pleito, mientras vais todavía de
camino...” ¡Restablece rápidamente la amistad con tu adversario! Casi siempre un
buen acuerdo es mejor que un mal pleito, incluso un mal acuerdo es mejor que un
buen pleito… No siempre se puede arreglar así, Jesús, pero eres realista y pones el
caso de un hombre que tiene deudas con otro hombre, que está obligado a
comparecer ante el tribunal... con riesgo de ser encarcelado. Y dices: “procura
aprovechar el tiempo que aún te queda para obtener "amistosamente" la
reconciliacin” (Noel Quesson).
Jesús, tú quieres que cuidemos nuestras actitudes interiores, que es de donde
proceden los actos externos. Antes de comulgar con Cristo, en la misa hacemos el
gesto de que queremos estar en comunión con el hermano. El «daos fraternalmente
la paz» no apunta sólo a un gesto para ese momento, sino a un compromiso para
toda la jornada: ser obradores de paz, tratar bien a todos, callar en el momento
oportuno, decir palabras de ánimo, saludar también al que no me saluda, saber
perdonar. Son las actitudes que, según Jesús, caracterizan a su verdadero
seguidor. Las que al final, decidirán nuestro destino: «tuve hambre y me diste de
comer, estaba enfermo y me visitaste» (J. Aldazábal).
Nos dices todo esto, Jesús, para movilizarnos en un gran amor. San Pablo
resumirá: « En efecto lo de: No adulterarás, no matarás, no robarás, no
codiciarás y todos los demás preceptos, se resumen en esta fórmula:
‘Amarás a tu prójimo como a ti mismo’. La caridad no hace mal al prójimo.
La caridad es, por tanto, la ley en su plenitud » (Rm 13,9-10). Te pedimos,
Señor, ser renovados en el don de la caridad hasta el mínimo detalle para con
el prójimo, y nuestra vida será la mejor y más auténtica ofrenda al Dios.
2. Jesús, tú eres el verdadero Elías (S. Ambrosio), quien por medio de incesantes
oraciones al Padre consiguió que el cielo cerrado se abriese en señal de perdón
y la tierra árida de los corazones endurecidos por el pecado fuera regada
por el rocío de la gracia y así "la tierra produjese" de nuevo "su fruto" .
Jesús, tú eres este rocío y lluvia celestial, de la que había prometido el profeta
"caerá como lluvia sobre el prado segado, como lluvia que penetra en la tierra" (Sal
71, 6). Primero humedeció el "prado", pues fue la Virgen Madre quien antes que
ninguna otra fue cubierta con la sombra del Espíritu Santo. Pero también lo fue
toda la tierra del rededor; es decir, todo el resto de la Humanidad, en tanto que
creía y se hacía bautizar, fue visitada, lavada y fecundada por la lluvia celestial
(Emiliana Löhr).
-“ Elías subió a la cima del Carmelo, se encorvó incluso hacia la tierra y
puso su rostro entre sus rodillas ”. Se pone en oracin, como tú, Jesús, como
yo. Se aísla, sube a una montaña y se concentra en postración profunda. Los
occidentales han abandonado esas técnicas corporales de oración. Juan Pablo II se
prostraba en suelo. Muchos jóvenes redescubren esta tradición del oriente.
Sube y mira hacia el mar », le dice el Señor. Pero «no hay nada.» «Vuelve siete
veces.» Después de un largo período de sequía, espera ahora la lluvia bienhechora
que hará cesar el hambre. Puesto que el pueblo ha abandonado a los falsos dioses,
¡es ahora el tiempo del perdón! Pero esto no se hace sin más, ni con una sola
oración rápida y fugitiva. Elías persevera y pide perseverar. Siete veces. A nosotros
también nos pides constancia, Señor, ayúdame a tener paciencia, como dices: " Hay
que orar sin cesar y sin cansarse ".
Señor, suelo desanimarme con mucha frecuencia. Creo que es suficiente pedir una
vez. Me imagino que un solo esfuerzo me convertirá para siempre.
-“ A la séptima vez, el servidor dijo: "Hay una nube como la palma de la
mano que sube del mar" ”. No es mucho, pero Elías sabe interpretar los "signos
de los tiempos", y se mueve en la esperanza. Ayúdanos, Señor, a ver claro... a
descubrir tu manera de atender a nuestras plegarias, a escrutar los pequeños
signos que nos envías...
-“ Luego se fue oscureciendo el cielo por las nubes y el viento y se produjo
una gran lluvia ”. Para un pueblo que durante meses de sequía está esperando, la
estación de las lluvias es una promesa de fecundidad. La lluvia tan deseada acabará
con el hambre. Para esos pueblos, el agua es vida, lo que da vida... Dondequiera
que falte el agua la vida se para y decae. Allí donde el agua es abundante la vida
brota y se desarrolla. Por eso el agua viva es una imagen de Jesús y su gracia.
Jesús, nos hablas de «agua viva». Tu bautismo, el que nos das, es inmersión en el
agua, símbolo de la vida divina.
Elías reza, y Tú, Señor, nos dices que el mundo necesita almas de oración. Todos
hemos de ser «contemplativos» (Noel Quesson).
3. Acabamos esta meditación pidiéndote, Señor, que nuestra caridad aumente con
una oración viva, y te damos gracias con el salmo (64): " Oh Dios, tú mereces un
himno en Sión ," por tus cuidados continuos: “ Tú cuidas de la tierra, la riegas /
y la enriqueces sin medida; / la acequia de Dios va llena de agua, /
preparas los trigales … / bendices sus brotes. / Coronas el ao con tus bienes, /
tus carriles rezuman abundancia; / rezuman los pastos del páramo, / y las
colinas se orlan de alegría ”.
Llucià Pou Sabaté