EVANGELIO DEL DIA
¿ Señor, a quién iremos?. Tú tienes palabras de vida eterna. Jn 6, 68
Evangelio según San Mateo 5,20-26.
Les aseguro que si la justicia de ustedes no es superior a la de los escribas y
fariseos, no entrarán en el Reino de los Cielos.
Ustedes han oído que se dijo a los antepasados: No matarás, y el que mata, debe
ser llevado ante el tribunal.
Pero yo les digo que todo aquel que se irrita contra su hermano, merece ser
condenado por un tribunal. Y todo aquel que lo insulta, merece ser castigado por el
Sanedrín. Y el que lo maldice, merece la Gehena de fuego.
Por lo tanto, si al presentar tu ofrenda en el altar, te acuerdas de que tu hermano
tiene alguna queja contra ti,
deja tu ofrenda ante el altar, ve a reconciliarte con tu hermano, y sólo entonces
vuelve a presentar tu ofrenda.
Trata de llegar en seguida a un acuerdo con tu adversario, mientras vas caminando
con él, no sea que el adversario te entregue al juez, y el juez al guardia, y te
pongan preso.
Te aseguro que no saldrás de allí hasta que hayas pagado el último centavo.
comentario del Evangelio por
San Francisco de Asís (1182-1226), fundador de los Hermanos Menores
Primera Regla, 11
No amemos de palabra y de boca, sino de verdad y con obras. (1Jn 3,18)
Y guárdense todos los hermanos de calumniar y de contender de palabra (cf.
2Tim 2,14); más bien, empéñense en callar, siempre que Dios les dé la gracia. Ni
litiguen entre sí ni con otros, sino procuren responder humildemente, diciendo: Soy
un siervo inútil (cf. Lc 17,10). Y no sean coléricos, porque todo el que se deja llevar
de la ira contra su hermano será condenado en juicio; el que dijere a su hermano:
Raca, será condenado por la asamblea; el que le dijere: Fatuo, será condenado a la
gehena de fuego (Mt 5,22).
Y ámense mutuamente, como dice el Señor: Este es mi mandamiento: que os
améis unos a otros como yo os he amado (Jn 15,12). Y muestren con obras (cf.
Sant 2,18) el amor que se tienen mutuamente, como dice el apóstol: No amemos
de palabra y de boca, sino de obra y de verdad (1Jn 3,18).
Y a nadie insulten (cf. Tit 3,2); no murmuren ni difamen a otros, porque está
escrito: Los murmuradores y difamadores son odiosos para Dios (cf. Rom 1,29). Y
sean mesurados, mostrando una total mansedumbre para con todos los hombres
(cf. Tit 10 - 11 3,2); no juzguen, no condenen. Y, como dice el Señor, no reparen
en los pecados más pequeños de los otros (cf. Mt 7,3; Lc 6,41), sino, más bien,
recapaciten en los propios en la amargura de su alma (Is 38,15). Y esfuércense en
entrar por la puerta angosta (Lc 13,24), porque dice el Señor: Angosta es la puerta,
y estrecha la senda que lleva a la vida y son pocos los que la encuentran (Mt 7,14).
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