Reino de Dios es como un hombre que echa la semilla en la tierra”
“Mc 4, 26- 34”
Autor: Pedro Sergio Antonio Donoso Brant ocds
Lectio Divina
UN GRAN MENSAJE DE ESPERANZA Y DE CONFIANZA
El Señor realiza su designio de salvación, y los hombres son simples instrumentos en sus
manos. No nos corresponde a nosotros decidir cuándo y en qué medida dará fruto la semilla: el
crecimiento tiene lugar en secreto, mientras nosotros nos ocupamos de otras cosas, y es un
crecimiento desproporcionado en comparación con nuestras expectativas. No podemos influir
de ninguna manera: ni de modo positivo, acelerando los tiempos; ni de modo negativo,
frenando con nuestro pecado la eficacia de la Palabra.
Sin embargo, esto no debe desanimarnos, ni disminuir nuestro compromiso. En realidad, las
lecturas de hoy nos envían un gran mensaje de esperanza y de confianza: nos ha sido confiada
una tarea para la que somos inadecuados, aunque, a pesar de todo, nuestra colaboración es
importante. Sólo debemos abstenemos de sentirnos atosigados por la expectativa del
resultado: éste no se encuentra en nuestras manos, no nos corresponde a nosotros medir el
efecto, y, tal vez, no veamos nunca los resultados. Sólo al final empuñaremos la hoz: al final de
nuestra vida recogeremos el fruto de nuestro trabajo, y la siega será una fiesta alegre si hemos
sabido esperar con serenidad, confiados en la obra del Padre.
Confiar en Él, ése es el secreto: sin huir de las responsabilidades y sin maquinar engaños para
encubrir nuestras culpas. David creyó haber obrado con astucia y haber enmascarado la
traición, pero el Señor ve en lo secreto de los corazones y sabrá intervenir.
ORACION
Haznos pacientes, Señor, confiados en tu Palabra. A nosotros nos resulta difícil esperar a que
llegue el tiempo de la cosecha: quisiéramos ver enseguida el resultado de nuestras acciones,
programamos todo de manera detallada y creemos tener bajo control todo el proceso.
Ahora bien, sólo tú sabes el momento en el que tu Palabra mostrará su poder. Sólo tú sabes
cuándo llegará el momento de empuñar la hoz. La semilla crece, no por nuestros méritos, sino
sólo por tu gracia.
Haznos dóciles, Señor, respetuosos con los tiempos de maduración, respetuosos con los
hermanos a quienes hablamos en tu Nombre. Quisiéramos que todos nos siguieran cuando
hablamos de ti: tal vez confundamos el testimonio en favor del Evangelio con el éxito de
nuestras iniciativas.
Haznos capaces de esperar tu venida, aunque en ocasiones nos parezca que está muy lejana.
Atráenos a ti: estamos ansiosos de participar en la gran fiesta de la cosecha en tu Reino.