“No hagan como los hipócritas”
Mt 6, 1-6.16-18
Autor: Pedro Sergio Antonio Donoso Brant ocds
Lectio Divina
LIMOSNA, ORACIÓN Y AYUNO
¿Quién puede considerarse cristiano sin estas tres cosas: limosna,
oración y ayuno?» (Tertuliano). El ayuno allana el camino al paraíso,
perdido a causa del «hambre orgullosa» de nuestros primeros padres. La
limosna, a su vez, «hace que el ayuno no se resuelva en aflicción de la
carne, sino en purificación del alma» (León Magno). De ahí se sigue que
es «bienaventurado quien ayuna para alimentar al pobre» (Orígenes). El
ayuno y la limosna han de estar inspirados y sostenidos por la oración,
que nos permite obrar con rectitud de corazón y «ante Dios». San
Bernardo se preguntaba si «era más impío el que practica la impiedad o
quien simula la santidad».
Me examinaré sobre cómo vivo esta triple modalidad de toda auténtica
experiencia religiosa. Acepto la invitación de Cristo a esparcir el corazón
con la unción del Espíritu Santo, para que dé fragancia no sólo al ayuno,
sino también a la limosna y a la oración.
ORACION
Señor, tú desenmascaras la insidia farisaica que vuelve espuria e ilusoria
mi práctica espiritual. Tú quieres que gane en interioridad y profundidad
y exiges que el único punto de referencia sea el Padre, que ve en lo
secreto y cuya recompensa es la única que debo esperar.
Señor Jesucristo, tú nos has dado ejemplo de humildad en todas tus
acciones y nos has enseñado a rehuir de la vanagloria. Defiéndeme,
interior y exteriormente, de las insidias de la soberbia, de modo que no
dé ningún agarradero al enemigo de mi alma. Que no busque en la
práctica de la limosna, de la oración y del ayuno, ni en ninguna obra
buena, la alabanza de los hombres y el favor del mundo, sino que obre
con pureza de corazón, por la gloria de Dios y la edificación del prójimo,
y no busque nunca la inútil gloria terrena. Al no buscar la recompensa
aquí abajo, podré obtener la verdadera recompensa en el mundo futuro
y no seré víctima en absoluto de las penas eternas (Ludovico de
Sajonia).