Tiempo y Eternidad
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José Manuel Otaolaurruchi, L.C.
El olvido de Paul Johnson
Paul Johnson catalogó a los personajes más destacados de la historia en tres libros: los
creadores, los héroes y los humoristas. El elenco se antoja interesante porque abarca por
igual el arte que la política, América que Europa, ciencia que religión. Hay figuras que
resultan míticas, como la de Alejandro Magno o Julio César, y fascinantes como Mozart o
Miguel Ángel. Aunque Johnson exaltó a Débora, Judit, Sansón y David como héroes
egregios de la Biblia, a mi modo de ver se olvidó de uno que no se queda a la zaga y cuya
solemnidad estamos celebrando este domingo, san Juan Bautista.
Juan fue un gran profeta como Elías, pues supo reconocer a Jesús como el Mesías, el
cordero de Dios que quita los pecados del mundo, y tan mártir con un san Lorenzo que
murió asado en carne viva sobre una parrilla encendida; fue grande como hijo de rey y al
mismo tiempo humilde como un san Francisco de Asís; fue valiente como David y tan
honesto como un santo Tomás Moro. Se le puede representar austero y hasta desaliñado,
pues el evangelio dice que llevaba un vestido de piel de camello y una correa de cuero a la
cintura, y se alimentaba de saltamontes y miel silvestre, pero no era un orate sino un líder
pues tenía seguidores de especial valía como Andrés, el hermano de Simón Pedro. Andres
dejó a Juan para seguir a Cristo (Jn. 1,40).
Juan tenía un corazón noble y valiente, por algo se ganó el mayor de los elogios que haya
pronunciado Jesús, que no dudó en afirmar que “entre los nacidos de mujer no hubo
ninguno mayor que Juan el Bautista” (Mt. 11,11). Juan es admirable por su rectitud. No
cedió ante la vanidad y supo reconocer que él no era el Mesías, que su bautismo era de
agua, pero detrás de él venía uno que bautizaba con el Espíritu Santo y a quien no era digno
de desatarle las correas de sus sandalias (Mt 3,11).
Juan hablaba con entereza, enseñaba la verdad y debió ser un tipo agradable, nada pedante
ni jactancioso, pues hasta el infecto de Herodes lo escuchaba con agrado y sentía
admiración por él (Mc 6,20). Sin embargo, por haber denunciado abiertamente el adulterio
de Herodías con su cuñado, lo cual era políticamente incorrecto, se ganó la saña y el odio
de esta mujer que no descansó hasta ver su cabeza en una bandeja. Paul Johnson podría
sacar otro libro con las mujeres más perversas de la historia, se vendería muy bien porque
las hay bastantes sanguinarias como Jezabel o Dalila entre otras.
Juan sufrió el martirio por proclamar una verdad cuyo eco sigue resonando y ya nadie
podrá callar. twitter.com/jmotaolaurruchi