“Ustedes oren de esta manera”
Mt 6, 7-15
Autor: Pedro Sergio Antonio Donoso Brant ocds
Lectio Divina
VIVIR EL PADRE NUESTRO
Dado que el Padre nuestro es la regla de la oración cristiana, estudiaré las posibilidades de
profundizar en las modalidades con las que «recitarlo»; mejor aún, «vivirlo». En primer lugar,
pensando en la triple señal de la cruz que hago sobre la frente, sobre los labios y sobre el
pecho antes de la proclamación del Evangelio, intentaré activar la mente y el corazón con la
boca, a fin de que las palabras del Señor puedan morar en mí. Si ninguna de ellas debe caer
en el vacío, sino que todas han de cumplirse, eso vale en especial para el Padre nuestro.
Eso reviste un carácter sacramental, en la medida en que me hace hijo de Dios y constituye la
renovación cotidiana de la alianza, con los compromisos que incluye (primera parte del Padre
nuestro) y los beneficios que otorga (segunda parte). Así pues, tomando conciencia de que me
estoy dirigiendo al Padre, me identifico con la mente y con los sentimientos de Cristo y acojo el
«grito» del Espíritu de adopción. Al pronunciar las palabras «con una atención total» (Simone
Weil), me detendré en cada frase hasta que «encuentre significados, comparaciones [con otros
textos evangélicos], gustos y consuelos» (Ignacio de Loyola).
ORACION
«Padre nuestro», excelso en la creación, suave en el amor, rico en la herencia, tú habitas «en
el cielo» y eres espejo de eternidad, corona de júbilo, tesoro de felicidad. «Santificado sea tu
nombre», de suerte que se vuelva miel en la boca, melodía en el oído, devoción en el corazón.
«Venga a nosotros tu Reino», alegre sin contrariedad, tranquilo sin turbación, seguro sin
pérdidas. «Hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo», de suerte que rechacemos lo que
tú abominas, que amemos lo que tú amas, de modo que cumplamos lo que te es grato. «Danos
hoy nuestro pan de cada día», el pan de la doctrina, de la penitencia, de la virtud. «Perdona
nuestras deudas», contraídas contigo, con el prójimo y con nosotros mismos. «Como también
nosotros perdonamos a nuestros deudores», que nos han ofendido con palabras o en nuestra
persona o en las cosas. «No nos dejes caer en la tentación» que procede del mundo, de la
carne y del demonio. «Y líbranos del mal» presente, pasado y futuro. Amén (Landulfo de
Sajonia).