Jueves XII Semana del Tiempo
Jueves
Edificar la vida sobre buena base es tener asentado todo en el amor
de Dios, abrirnos así a su palabra y hacerla vida
«No todo el que me dice: Señor, Señor entrará en el Reino de los
Cielos; sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los
Cielos. Muchos me dirán en aquel día: Señor, Señor ¿pues no hemos
profetizado en tu nombre, y arrojado los demonios en tu nombre, y
hecho prodigios en tu nombre? Entonces yo les diré públicamente:
Jamás os he conocido: apartaos de mí, los que habéis obrado la
iniquidad. Por tanto, todo el que oye estas palabras mías y las pone
en práctica, es como un hombre prudente que edificó su casa sobre
roca: cayó la lluvia, llegaron las riadas, soplaron los vientos e
irrumpieron contra aquella casa, pero no se cayó porque estaba
cimentada sobre roca. Pero todo el que oye estas palabras mías y no
las pone en práctica es como un hombre necio que edificó su casa
sobre arena: cayó la lluvia, llegaron las nadas, soplaron los vientos
e irrumpieron contra aquella casa, y cayó y fue tremenda su ruina. Y
sucedió que, cuando terminó Jesús estos discursos, las multitudes
quedaron admiradas de su doctrina, pues les enseñaba como quien
tiene potestad y no como los escribas.» (Mateo 7, 21-29)
1. " No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el Reino
de los cielos ...". Leemos hoy las últimas recomendaciones del sermón de
la montaña. Si ayer se nos decía que un árbol tiene que dar buenos frutos,
y si no, es mejor talarlo y echarlo al fuego, hoy se aplica la misma consigna
a nuestra vida: « no todo el que me dice, Señor, Señor, entrará en el
Reino de los cielos, sino el que cumple la voluntad de mi Padre ». No
se trata de decir palabras piadosas, sino de cumplir lo que esas palabras
prometen.
A veces cambia mi estado de ánimo, Jesús, ocurre que las
circunstancias cambian: aquellas prácticas de piedad que antes me
llenaban, ahora no me dicen nada: o cambio de lugar y encuentro a faltar
aquellos amigos y ese desarraigo influye en mi modo de sentirme; o los
estudios o el trabajo me absorben más que en otras épocas: o
simplemente, me canso de luchar. Y entonces, mi vida interior sufre como
un descalabro, como un terremoto.
Jesús, ayúdame a reforzar los cimientos de mi vida cristiana a base
de una vida de piedad más profunda, de una oración más constante, de un
esfuerzo más serio por mejorar en las virtudes y en el estudio o trabajo
profesional, de una mayor generosidad en el servicio a los demás (Pablo
Cardona).
Te pido, Señor, que no haya divorcio entre mis palabras y mis
hechos. Porque pienso que tú, Jesús, nos recuerdas que la santidad y la
vida no se construye a base de palabras, sino de buenas obras: de amor,
que se demuestra en hechos de generosidad, servicio, trabajo… Ayúdame,
Señor, ayúdanos a todos, para no dejarnos llevar por un estado de ánimo,
engaños como los que dicen: "hemos profetizado en tu nombre, hemos
arrojado los demonios, hemos hecho milagros" . Pero algo les falta, o
es mentira o cumplieron pero por otros motivos, no por amor, pues les
dices: " nunca os conocí; apartaos de mí ". Quizá les pasan las dos cosas,
y también que eran gente que les gusta escuchar, programar; pero que
luego no hace, olvida obrar, aplicar los programas, y esta disociación es
mala.
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Jesús, pones también el ejemplo de la casa sobre roca. Dejarme
llevar por mis fuerzas y cambios de ánimo, es como una casa construida sin
cimientos. Se construye de prisa, pero está destinada a hundirse. Es el
peligro de una oración ("Señor, Señor") que no se traduzca en vida y en
compromiso ("la voluntad de Dios"), que no se convierte en nada práctico y
operante. Lo esencial de la vida cristiana no es decir, ni tampoco
confesar a Cristo de palabra, sino practicar el amor concreto a los
pobres, a los oprimidos. Acuden a la mente las palabras de la escena
grandiosa del juicio: " Venid, tomad posesión del reino, porque tuve
hambre y me disteis de comer, tuve sed y me disteis de beber, fui
peregrino y me acogisteis " (25,34ss). Más aquí no podemos evitar una
pregunta: ¿Por qué a veces la oración se cierra en sí misma, la
escucha de la palabra no se traduce en vida y el encuentro con los
hermanos no se abre al mundo?
Como final de todo el discurso, Jesús, propones esta imagen. ¿Sobre
qué estoy edificando yo mi vida: sobre roca, sobre arena? ¿Sobre
qué construyo mis amistades, o mi vida de familia, o mi apostolado:
sobre engaños y falsedades? ¿Y me extrañaré de que los
derrumbamientos que veo en otras personas o en otras
instituciones me puedan pasar también a mi? (J. Aldazábal).
La roca eres tú, Señor, y tu palabra, y la tempestad rompe la casa
frágil si no está basada mi fuerza en ti, sino en mis fuerzas. En la fuerza
de Dios es donde el hombre encuentra su consistencia.
También me hablas aquí de la necesidad de un compromiso
concreto, de un esfuerzo continuo para pasar de las palabras a los
hechos. No existe verdadera fe sin empeño moral. La oración y la
acción, la escucha y la práctica , son igualmente importantes. Como dirás
en la parábola del sembrador, hay gente que recibe la semilla con
entusiasmo pero luego la deja secar, no tiene constancia o se deja llevar
por los vientos del momento, por el afán de tener, de poder, la
comodidad...
Las cosas indispensables son tres: escucha atenta, práctica y
perseverancia. La muchedumbre se llenaba de estupor ante tus palabras,
Jesús, porque enseñabas "con autoridad" . Tus palabras tienen verdad,
comprometen, exigen plena disponibilidad (Bruno Maggioni).
2. La lectura del libro de los Reyes (2 R 24,8-17) nos muestra el
reinado de Joaquín, que “hizo el mal a los ojos del Señor, enteramente
como había hecho su padre”: injusticias sociales, laxitud moral, culto a los
dioses, política únicamente humana, sin referencia a la fe. Busca la
fortaleza humana, sin contar con Dios, y por eso edifica sobre arena, y su
reino de hunde.
-“ Las gentes de Nabucodonosor subieron contra Jerusalén y
cercaron la ciudad ”. Es la agonía de un reinado que se interpreta en clave
teológica. Dios es Señor de la Historia, no quiere el mal pero permite que
las cosas pasen, para sacar de ahí un bien más grande, y ahora vemos que
“el rey, su madre, sus dignatarios fueron deportados a Babilonia...
Nabucodonosor se llevó de allí todos los tesoros del templo y del palacio
real, rompió todos los objetos de oro que había hecho fabricar Salomón
para el santuario: así se cumplió la palabra del Señor ”.
Todo aquello ocurrió el año 597 a. C., unos ciento veinte años
después de la del Norte, que había sido el año 721, a manos de los asirios.
“Cuando suceden catástrofes, tanto personales como comunitarias,
deberíamos sacar consecuencias y reflexionar sobre las causas que las han
originado y sobre la parte de culpa que todos tenemos.
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Muchas veces, la ruina de una persona se debe a fallos que, al
principio, eran insignificantes, pero se descuidaron y fueron creciendo. La
ruina de una comunidad o de una sociedad también suele tener causas
diversas: económicas, políticas, personales; y, muchas veces, también de
dejadez religiosa y pérdida progresiva de valores que son necesarios para
toda convivencia humana.
Saber escarmentar es una buena sabiduría. Nos hace humildes. Nos
predispone a reconocer el protagonismo de Dios y nuestra infidelidad a su
amor” (J. Aldazábal).
Jesús, tú anunciaste una nueva destrucción del Templo, y al ver ésta
de cuando la deportación, vemos que tú no estás atado a «iglesias»,
«santuarios», «instituciones»... que tu Iglesia es más grande que todo eso.
Al contemplar el gran «Exilio» que marcará tanto la historia del pueblo de
Israel, y que se verá repetido en otros momentos de la historia, también de
nuestro pasado reciente, vemos que nuestros “exilios”, tanto a nivel
personal como de nuestro pueblo, serán tiempo de purificación y de
profundización.
Purificación: porque en el exilio, se sufre. Los antiguos prisioneros y
deportados lo saben muy bien. Supresión de la libertad. Atentados a la
dignidad. Pesados trabajos de esclavitud. Y todos esos sufrimientos hacen
reflexionar.
Profundización: porque la fe queda despojada de todas sus formas
exteriores, ya no hay ni sacerdote ni profetas, ni sacrificios, ni culto... es la
ocasión de acentuar una relación con Dios en la fe desnuda.
3. El salmo expresa bien la catástrofe que todo esto supuso, con la
profanación y el pillaje del Templo: «los gentiles han entrado en tu heredad,
han profanado tu santo templo... fuimos el escarnio de nuestros vecinos».
Además de lamentarse de la desgracia del pueblo, es también una
oración que reconoce la culpa y pide a Dios su protección: « ¿Hasta
cuándo, Señor, vas a estar siempre enojado?... Líbranos y perdona
nuestros pecados, a causa de tu nombre ».
Dios saca bien incluso de nuestras miserias: nos purifica, nos hace
recapacitar, nos ayuda a aprender las lecciones de la vida para no volver a
caer en las mismas infidelidades y fallos. Señor, ayúdanos a vivir
también cualquier acontecimiento, feliz o desgraciado, a la luz de la
Fe. Que la casa esté edificada sobre tú, la Roca firme (Noel Quesson).
Llucià Pou Sabaté
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