XII Semana del Tiempo Ordinario
Viernes
De los males, Dios saca bienes, pues purificados estamos más
unidos a la cruz de Cristo
«Cuando bajó del monte le seguía una gran multitud. En esto,
se le acercó un leproso, se postró ante él y dijo: Señor si quieres,
puedes limpiarme. Y extendiendo Jesús la mano, le tocó diciendo:
Quiero, queda limpio. Y al instante quedó limpio de la lepra.
Entonces le dijo Jesús: Mira, no lo digas a nadie, sino anda,
preséntate al sacerdote y lleva la ofrenda prescrita por Moisés, para
que les sirva de testimonio.» (Mateo 8, 1-4)
1. Al bajar del monte, Jesús, te siguió un gran gentío. Te siguen
"grandes muchedumbres", y al ver que luego no son fieles, te pido, Señor,
que no se quede mi fe en sensiblería, sino en obediencia y fidelidad.
-“ En esto se acercó a Jesús un leproso, y se puso a suplicarle:
"Señor, si quieres, puedes limpiarme" ”. Es el primer milagro concreto
relatado por san Mateo, después de tu primer gran discurso, Jesús, pues no
te contentas con "hermosas palabras" sino que pasas a los "actos": salvarás
a muchos, como anuncio del cielo cuando todo mal será vencido. La lepra
era el mal por excelencia... enfermedad contagiosa que destruía lentamente
a la persona afectada, hombre o mujer, y que era considerada por los
antiguos como un castigo de Dios, signo del pecado que excluye de la
comunidad. (Dt 28,27-35; Lv 13,14). Y tú, Jesús, das la vuelta a todo esto
dedicando el primer milagro a un leproso, alguien considerado impuro; y
que todo lo que tocaba pasaba a ser impuro, no podía participar ni en el
culto, ni en la vida social ordinaria; el leproso estaba afectado de un
interdicto, de un tabú, que espantaba. Estaba prohibido tocarle.
-“ Jesús extendió la mano y lo tocó diciendo: "¡Quiero, queda
limpio!" Y en seguida quedó limpio de la lepra ”.
Me imagino lo duro que sería para mí que nadie me hablara, me
mirara, se me acercara. Jesús, tú entras en el corazón de ese hombre.
Curas sus heridas, las del cuerpo y del alma. Ofreces la mano tendida, el
contacto como un signo de amistad, y por este humilde gesto, reintegras al
pobre enfermo en la sociedad ordinaria de los hombres.
Contemplo tu gesto, Jesús: gesto de amor. Te rezo yo también, al ver
mis lepras de egoísmo, de los pecados capitales: Señor, si quieres, ¡puedes
limpiarme! Señor, si quieres, ¡puedes limpiar el mundo!
No quieres popularidad, Señor, mandas que no se pregone el
milagro: danos una fe sencilla, una fe que no tenga necesidad de lo
extraordinario. Veo también que aceptas las costumbres y las instituciones
de su país y de su tiempo... muy sencillamente (Noel Quesson).
Jesús, nos «tocas» con su mano, como al leproso: nos tocas
con los sacramentos, a través de la mediación eclesial . Nos incorporas
a su vida por el agua del Bautismo, nos alimentas con el pan y el vino de la
Eucaristía, nos perdonas a través de la mano de tus ministros extendida
sobre nuestra cabeza.
Los sacramentos, como dice el Catecismo, son «fuerzas que
brotan del Cuerpo de Cristo siempre vivo y vivificante, acciones del
Espíritu Santo que actúa en su Cuerpo que es la Iglesia, obras
maestras de Dios en la nueva y eterna alianza » ( Catecismo , 1116).
Además, Jesús, tú nos pides que hagamos lo que tú, que nos
acercarnos al que sufre, para extender nuestra mano hacia él, «tocar» su
dolor y darle esperanza, ayudarle a curarse. Somos buenos seguidores
tuyos, Jesús, si, como tú, salimos al encuentro del que sufre y hacemos
todo lo posible por ayudarle (J. Aldazábal).
2. Jeremías habla durante el tiempo entre la primera y la segunda
deportación. Intentó por todos los medios convencer al pueblo para que
volviera a la práctica religiosa de la alianza. No le hicieron caso y once años
después, volvió Nabucodonosor y el destierro fue ya total. Mandó ajusticiar
en su presencia a sus hijos de Sedecías y luego le dejó ciego. Destruyó
Jerusalén y envió a todos al destierro.
Dios ¿abandonaría a su pueblo? Las promesas de Dios ¿serían vanas
y falsas? De esa dinastía truncada vendría Jesús, que funda un nuevo linaje,
y « las fuerzas del infierno no prevaldrán contra la Iglesia » Vemos
que ese pueblo en el exilio descubrirá maravillas, escribirá la Biblia que
estaba en germen y tradición oral, y también será capaz de recibir la
revelación de la resurrección de los cuerpos, la vida eterna.
Señor, creo que la respuesta al «Dios mío, Dios mío, ¿por qué
me has abandonado?» ¡se halla en la resurrección! Pero qué duro
es, Señor, creer cuando se está en la noche, y cuando,
humanamente triunfa el fracaso aparente, cuando es la hora del
Viernes Santo ( Noel Quesson).
3. El salmo de hoy no podía ser otro: « Junto a los canales de
Babilonia nos sentamos a llorar con nostalgia de Sión ». Es un salmo
que surgió hacia al final de este destierro (un poco antes de que el rey Ciro
abriera el camino para que volvieran a Jerusalén los israelitas). Estuvo a
punto de consumarse la desaparición total del pueblo y de su religión,
incluida la promesa mesiánica. Si también los ancianos se hubieran olvidado
de la Alianza, era lógico que dijeran: « si me olvido de ti, Jerusalén, que
se me paralice la mano derecha... que se me pegue la lengua al
paladar » (J. Aldazábal).
Llucià Pou Sabate