Comentario al evangelio del Lunes 25 de Junio del 2012
En una alforja al hombro llevo los vicios; los ajenos delante, detrás los míos. Esto hacen todos; así
ven los ajenos, mas no lo propios"
Felix María Samaniego.
Jesús, como los grandes maestros de la humanidad, ha establecido la regla de oro del comportamiento
del cristiano. La tentación humana de juzgar a los demás es tan espontánea y fuerte que no es fácil de
evitar. Tiene uno que estar muy atento sobre sí mismo para no resbalar por esa pendiente.
No sólo nos equivocamos al juzgar y clasificar a las personas en buenos y malos; sino que al tratar así
a los demás, nos ponemos por encima de ellos.
Sí, debemos discernir entre el bien el mal que se hace a nuestro alrededor. No podemos ser
indiferentes. Pero qué difícil es ponerse en la piel de los demás y percibir la vida con los ojos y la
sensibilidad que ellos tienen.
Asistía yo a unas clases con chicos y chicas mucho más jóvenes que yo. Me acuerdo que uno de los
ejercicios prácticos consistía en una especie de test sobre la TOLERANCIA. Yo me quedé
desconcertado cuando al sumar los puntos acumulados a través de mis respuestas yo resultaba ser el
más intolerante del grupo.
Fue una gran sorpresa para mi, sacerdote y misionero, que me consideraba abierto y tolerante después
de tanto viajar de un lado para otro, de haber pasado por tantas experiencias diferentes y de conocer a
tantas personas. Y es que en el fondo de mi corazón si no tengo verdaderos sentimientos de amor y de
misericordia hacia los demás nunca podré ser tolerante de verdad. Hoy también la palabra de Dios
discierne mi vida y la penetra hasta lo profundo. Ante él yo no puedo disimular ni mentir. Él sabe lo
que hay dentro de mi y qué intenciones me mueven cuando hablo o actúo. San Pablo escribe a los
Gálatas: “No tienes excusas tú, quienquiera que seas cuando juzgas a los demás, pues juzgando a otros
tú mismo te condenas”.
Al decirnos Jesús “No juzguéis”, nos está invitando a contemplar a todos los hombres con
misericordia, pues no hay nadie sin defecto y el juicio pertenece sólo a Dios. A qué viene tanto terror
por el juicio de Dios, si la medida la tengo yo en mi mano. “La medida que uséis con los demás la
usará Dios con vosotros”.
El texto del libro de los Reyes que se lee también hoy en la liturgia nos quiere abrir los ojos para
descubrir el sentido de las desgracias que se han abatido sobre el pueblo elegido, como la caída de
Samaría, la ruina del Reino del Norte y la deportación del pueblo. Dios dirige la historia, que no es
fruto de la voluntad humana, sino que es creada por la palabra que Dios pronuncia.
Carlos Latorre