Comentario al evangelio del Sábado 30 de Junio del 2012
Jesús se acerca de nuevo a una persona excluida, en este caso un pagano y además al servicio de la
potencia imperial de ocupación. Aquel centurión romano representaba a un gran poder y tenía armas y
soldados a su mando para imponer su voluntad, pero se encontraba afligido y necesitado. Jesús se
conmovió ante la calidad humana de este soldado sensible al sufrimiento de su criado.
En su narración, Mateo subraya la fe de este hombre pagano y lo convierte en el modelo de la llamada
de todos los pueblos a recibir la salvación que Jesús trae a esta tierra.
“Jesús se quedó admirado y dijo a los que le seguían: “Os aseguro que jamás he encontrado en Israel
una fe tan grande”.
De ahora en adelante la fe se convierte en la única condición para entrar en el reino de Dios. Por esta fe
el hombre renuncia a apoyarse en sí mismo y se abandona a la palabra y al poder de aquel en quien
cree.
Subrayo la calidad humana del soldado sensible al dolor de quien está a su servicio y su actitud
humilde ante Jesús: “Señor, yo no soy digno de que entres en mi casa”. Para él la Palabra de Jesús es
suficiente, porque cree en el poder de vida que ella contiene.
Otro rasgo a tener en cuenta en el comportamiento de este hombre “marginado” es que él no pide
directamente milagros para sí. Estamos tan acostumbrados a convertirnos en el centro de nuestra
oración, que el único motivo de preocupación cuando oramos, somos nosotros mismos. Por eso nuestra
oración no nos cambia, se vuelve estéril.
La oración de intercesión es una forma de caridad tan discreta como eficaz. Nos lo confirman las
palabras de Jesús: “Vete y que suceda según tu fe”.
Carlos Latorre