EVANGELIO DEL DIA
¿ Señor, a quién iremos?. Tú tienes palabras de vida eterna. Jn 6, 68
Miércoles de la duodécima semana del tiempo ordinario
Segundo Libro de los Reyes 22,8-13.23,1-3.
El sumo sacerdote Jilquías dijo al secretario Safán: "He encontrado el libro de la Ley
en la Casa del Señor". Jilquías entregó el libro a Safán, y este lo leyó.
Luego el secretario Safán se presentó ante el rey, y le informó, diciendo: "Tus
servidores han volcado la plata que se encontraba en la Casa y se la entregaron a
los que dirigen las obras, a los encargados de supervisar la Casa del Señor".
Luego el secretario Safán anunció al rey "Jilquías, el sacerdote, me ha dado un
libro". Y Safán lo leyó delante del rey.
Cuando el rey oyó las palabras del libro de la Ley, rasgó sus vestiduras,
y dio esta orden a Jilquías, el sacerdote, a Ajicám, hijo de Safán, a Acbor, hijo de
Miqueas, a Safán, el secretario, y a Asaías, el servidor del rey:
"Vayan a consultar al Señor por mí, por todo el pueblo y por todo Judá, acerca de
las palabras de este libro que ha sido encontrado. Porque es grande el furor del
Señor que se ha encendido contra nosotros, ya que nuestros padres no han
obedecido a las palabras de este libro y no han obrado conforme a todo lo que está
escrito en él".
El rey mandó que se reunieran junto a él todos los ancianos de Judá y de Jerusalén.
Luego subió a la Casa del Señor, acompañado de todos los hombres de Judá y de
todos los habitantes de Jerusalén - los sacerdotes, los profetas y todo el pueblo,
desde el más pequeño al más grande - , y les leyó todas las palabras del libro de la
Alianza, que había sido hallado en la Casa del Señor.
Después, de pie sobre el estrado, el rey selló delante del Señor la alianza que obliga
a seguir al Señor y a observar sus mandamientos, sus testimonios y sus preceptos,
de todo corazón y con toda el alma, cumpliendo las palabras de esta alianza
escritas en aquel libro. Y todo el pueblo se comprometió en la alianza.
Salmo 119(118),33.34.35.36.37.40.
Muéstrame, Señor, el camino de tus preceptos,
y yo los cumpliré a la perfección.
Instrúyeme, para que observe tu ley
y la cumpla de todo corazón.
Condúceme por la senda de tus mandamientos,
porque en ella tengo puesta mi alegría.
Inclina mi corazón hacia tus prescripciones
y no hacia la codicia.
Aparta mi vista de las cosas vanas;
vivifícame con tu palabra.
Yo deseo tus mandamientos:
vivifícame por tu justicia.
Evangelio según San Mateo 7,15-20.
Tengan cuidado de los falsos profetas, que se presentan cubiertos con pieles de
ovejas, pero por dentro son lobos rapaces.
Por sus frutos los reconocerán. ¿Acaso se recogen uvas de los espinos o higos de
los cardos?
Así, todo árbol bueno produce frutos buenos y todo árbol malo produce frutos
malos.
Un árbol bueno no puede producir frutos malos, ni un árbol malo, producir frutos
buenos.
Al árbol que no produce frutos buenos se lo corta y se lo arroja al fuego.
Por sus frutos, entonces, ustedes los reconocerán.
Comentario del Evangelio por
San Agustín (354-430), obispo de Hipona (África del Norte) y doctor de la
Iglesia
Explicación del Sermón de la Montaña, cap. 24, §80-81
“Por sus frutos los conoceréis”
Preguntémosnos sobre qué frutos el Señor quiere llamar la atención para
reconocer el árbol. Algunos consideran como frutos lo que constituye las vestiduras
de las ovejas, así los lobos pueden engañarlos. Quiero indicar aquí los ayunos, las
oraciones, las limosnas y todas las obras que pueden ser hechas por los hipócritas.
Sin esto Jesús no habría dicho: "Absteneos de hacer justicia delante de los
hombres, para llamarles la atención " (Mt 6,1)... Muchos dan a los pobres por
ostentación y no por benevolencia; muchos rezan o más bien parece que rezan,
pero no lo hacen por Dios sino más bien por la estima de los hombres; muchos
ayunan y fingen una austeridad asombrosa, para atraerse la admiración de los que
ven sus obras. Todas estas obras son engaños... El Señor concluye que estos frutos
no son suficientes para juzgar el árbol. Las mismas acciones hechas con una
intención recta y en verdad constituyen la vestidura de las ovejas auténticas...
El apóstol Pablo nos dice por qué frutos reconoceremos el árbol malo: "Es fácil
reconocer las obras de la carne: desenfreno, impureza, obscenidad, idolatría,
brujería, odios, disputas, celos, cólera, disensión, sectarismo, rivalidades,
borracheras, rencillas y cosas semejantes " (Ga 5,19-20). El mismo apóstol nos
dice seguidamente por qué frutos podemos reconocer un árbol bueno: "Pero al
contrario los frutos del Espíritu son amor, alegría, paz, paciencia, benevolencia,
bondad, fe, humildad y control de sí" (v. 22-23).
Hay que saber que la palabra "alegría" se toma aquí en su sentido propio; los
hombres malvados en sentido propio ignoran la alegría, pero conocen el placer... Es
el sentido propio de la palabra, lo que sólo los buenos conocen; "no hay alegría
para los impíos, dice el Señor" (Is 48,22). Lo mismo ocurre con la fe verdadera. Las
virtudes enumeradas pueden ser disimuladas por los malos y los impostores, pero
no engañan al ojo límpio y puro capaz de discernirlo. "servicio brindado por el
Evangelio del Día, www.evangeliodeldia.org”