EVANGELIO DEL DIA
¿ Señor, a quién iremos?. Tú tienes palabras de vida eterna. Jn 6, 68
Evangelio según San Marcos 5,21-43.
Cuando Jesús regresó en la barca a la otra orilla, una gran multitud se reunió a su
alrededor, y él se quedó junto al mar.
Entonces llegó uno de los jefes de la sinagoga, llamado Jairo, y al verlo, se arrojó a
sus pies,
rogándole con insistencia: "Mi hijita se está muriendo; ven a imponerle las manos,
para que se cure y viva".
Jesús fue con él y lo seguía una gran multitud que lo apretaba por todos lados.
Se encontraba allí una mujer que desde hacía doce años padecía de hemorragias.
Había sufrido mucho en manos de numerosos médicos y gastado todos sus bienes
sin resultado; al contrario, cada vez estaba peor.
Como había oído hablar de Jesús, se le acercó por detrás, entre la multitud, y tocó
su manto,
porque pensaba: "Con sólo tocar su manto quedaré curada".
Inmediatamente cesó la hemorragia, y ella sintió en su cuerpo que estaba curada
de su mal.
Jesús se dio cuenta en seguida de la fuerza que había salido de él, se dio vuelta y,
dirigiéndose a la multitud, preguntó: "¿Quién tocó mi manto?".
Sus discípulos le dijeron: "¿Ves que la gente te aprieta por todas partes y preguntas
quién te ha tocado?".
Pero él seguía mirando a su alrededor, para ver quién había sido.
Entonces la mujer, muy asustada y temblando, porque sabía bien lo que le había
ocurrido, fue a arrojarse a sus pies y le confesó toda la verdad.
Jesús le dijo: "Hija, tu fe te ha salvado. Vete en paz, y queda curada de tu
enfermedad".
Todavía estaba hablando, cuando llegaron unas personas de la casa del jefe de la
sinagoga y le dijeron: "Tu hija ya murió; ¿para qué vas a seguir molestando al
Maestro?".
Pero Jesús, sin tener en cuenta esas palabras, dijo al jefe de la sinagoga: "No
temas, basta que creas".
Y sin permitir que nadie lo acompañara, excepto Pedro, Santiago y Juan, el
hermano de Santiago,
fue a casa del jefe de la sinagoga. Allí vio un gran alboroto, y gente que lloraba y
gritaba.
Al entrar, les dijo: "¿Por qué se alborotan y lloran? La niña no está muerta, sino
que duerme".
Y se burlaban de él. Pero Jesús hizo salir a todos, y tomando consigo al padre y a la
madre de la niña, y a los que venían con él, entró donde ella estaba.
La tomó de la mano y le dijo: "Talitá kum", que significa: "¡Niña, yo te lo ordeno,
levántate".
En seguida la niña, que ya tenía doce años, se levantó y comenzó a caminar. Ellos,
entonces, se llenaron de asombro,
y él les mandó insistentemente que nadie se enterara de lo sucedido. Después dijo
que le dieran de comer.
Comentario del Evangelio por
Beato Juan Pablo II
Discurso a los jóvenes de Chile 02/04/1987
“Enseguida la nia se levant”
Seguidamente Cristo entra en la habitación donde está ella, la toma de la
mano, y le dice: “Contigo hablo, nia, levántate” (Ibíd., 5, 41)... Queridos jvenes,
el mundo está necesitado de vuestra respuesta personal a las Palabras de vida del
Maestro: “Contigo hablo, levántate”. Estamos viendo cmo Jesús sale al paso de la
humanidad, en las situaciones más difíciles y penosas. El milagro realizado en casa
de Jairo nos muestra su poder sobre el mal. Es el Señor de la vida, el vencedor de
la muerte. El mundo está necesitado de vuestra respuesta personal a las Palabras
de vida del Maestro: “Contigo hablo, levántate”. Estamos viendo cmo Jesús sale al
paso de la humanidad, en las situaciones más difíciles y penosas. El milagro
realizado en casa de Jairo nos muestra su poder sobre el mal. Es el Señor de la
vida, el vencedor de la muerte.
Sin embargo, no podemos olvidar que, según nos enseña la fe, la causa
primera del mal, de la enfermedad, de la misma muerte, es el pecado en sus
diferentes formas. En el corazón de cada uno y de cada una anida esa enfermedad
que a todos nos afecta: el pecado personal, que arraiga más y más en las
conciencias, a medida que se pierde el sentido de Dios. ¡A medida que se pierde el
sentido de Dios! Sí, amados jóvenes. Estad atentos a no permitir que se debilite en
vosotros el sentido de Dios. No se puede vencer el mal con el bien si no se tiene
ese sentido de Dios, de su acción, de su presencia que nos invita a apostar siempre
por la gracia, por la vida, contra el pecado, contra la muerte. Está en juego la
suerte de la humanidad... Amados jóvenes: Luchad con denuedo contra el pecado,
contra las fuerzas del mal en todas sus formas, luchad contra el pecado. Combatid
el buen combate de la fe por la dignidad del hombre, por la dignidad del amor, por
una vida noble, de hijos de Dios. Vencer el pecado mediante el perdón de Dios es
una curación, es una resurrección.
No tengáis miedo a las exigencias del amor de Cristo. Temed, por el contrario,
la pusilanimidad, la ligereza, la comodidad, el egoísmo; todo aquello que quiera
acallar la voz de Cristo que, dirigiéndose a cada una, a cada uno, repite: “Contigo
hablo, levántate” ( Mc 5, 41).
"servicio brindado por el Evangelio del Día, www.evangeliodeldia.org”