EVANGELIO DEL DIA
¿ Señor, a quién iremos?. Tú tienes palabras de vida eterna. Jn 6, 68
Evangelio según San Mateo 9,1-8.
Jesús subió a la barca, atravesó el lago y regresó a su ciudad.
Entonces le presentaron a un paralítico tendido en una camilla. Al ver la fe de esos
hombres, Jesús dijo al paralítico: "Ten confianza, hijo, tus pecados te son
perdonados".
Algunos escribas pensaron: "Este hombre blasfema".
Jesús, leyendo sus pensamientos, les dijo: "¿Por qué piensan mal?
¿Qué es más fácil decir: 'Tus pecados te son perdonados', o 'Levántate y camina'?
Para que ustedes sepan que el Hijo del hombre tiene sobre la tierra el poder de
perdonar los pecados -dijo al paralítico- levántate, toma tu camilla y vete a tu
casa".
El se levantó y se fue a su casa.
Al ver esto, la multitud quedó atemorizada y glorificaba a Dios por haber dado
semejante poder a los hombres.
comentario del Evangelio por
San Juan Crisóstomo (v. 345-407), sacerdote en Antioquía, después obispo
de Constantinopla, doctor de la Iglesia
Homilía sobre el evangelio de Mateo, n° 29, 1
¿Quién puede perdonar pecados, sino solo Dios? (Mc 2,7)
Y he aquí, que le presentaron un paralítico...Por lo demás, Mateo cuenta
simplemente que le llevaron al Señor el paralítico; los otros evangelistas añaden
que abrieron un boquete por el techo y por él lo bajaron y lo pusieron delante de
Cristo, sin decir palabra, pues todo lo dejaban en manos del Señor.
Porque, viendo la fe de ellos —dice el evangelista—, es decir, la fe de los que
lo descolgaron por el tejado. No siempre, en efecto, pedía fe exclusivamente a los
enfermos, por ejemplo, si estaban locos o de otra manera imposibilitados por la
enfermedad.
Más, a decir verdad, también aquí hubo fe por parte del enfermo; pues, de no
haber creído, no se hubiera dejado bajar por el boquete del techo. Como todos,
pues, daban tan grandes pruebas de fe, el Señor la dio de su poder perdonando con
absoluta autoridad los pecados y demostrando una vez más su igualdad con el
Padre.
Pero notadlo bien: antes la había demostrado por el modo como enseñaba,
pues lo hacía como quien tiene autoridad; en el caso del leproso, diciendo: Quiero,
queda limpio (Mt 8,3)... En el mar, porque lo frenó con una sola palabra; con los
demonios, porque éstos le confesaron por su juez y Él los expulsó con autoridad.
Aquí, sin embargo, por modo más eminente, obliga a sus propios enemigos a que
confiesen su igualdad con el Padre.
Por lo que a Él le tocaba, bien claro mostraba lo poco que le importaba el
honor de los hombres—y era así que le rodeaba tan enorme muchedumbre que
amurallaban toda entrada y acceso a Él, y ello obligó a bajar al enfermo por el
tejado, y, sin embargo, cuando lo tuvo ya delante, no se apresuró a curar su
cuerpo. A la curación de éste fueron más bien sus enemigos los que le dieron
ocasión. Él, ante todo, curó lo que no se ve, es decir, el alma, perdonándole los
pecados.
Lo cual, al enfermo le dio la salvación; pero a Él no le procuró muy grande
gloria. Fueron, digo, sus enemigos quienes, molestándole llevados de su envidia y
tratando de atacarle, lograron, aun contra su voluntad, que brillara más la gloria
del milagro. Y es que, como el Señor era hábil, se valió de la envidia misma de sus
émulos para manifestación del milagro.
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