XII DOMINGO ORDINARIO
(Sabiduría 1:13-15.2:23-24; II Corintios 8:7.9.13-15; Marcos 5:21-43)
Los Peregrinos nos dieron el Día de Acción de Gracias. Pero apenas vinieron al
nuevo mundo para festejarse. No, llegaron a Massachusetts buscando la libertad
religiosa. Como secta acosada en su nativa Inglaterra, los Peregrinos emigraron
primero a Holanda entonces a Norteamérica. Unos catorce años después algunos
católicos y protestantes llegaron juntos a la colonia de Maryland para el mismo
fin. Querían establecer una sociedad donde las diferentes religiones vivieran en
paz. Eventualmente la libertad religiosa fue instituida como la primera enmienda de
la Constitución de los Estados Unidos.
Por eso, parece raro que el gobierno actual de los Estados Unidos querría restringir
la libertad de la Iglesia Católica. Pero en una decisión administrativa el Presidente
Obama recientemente declaró que la Iglesia tiene que incluir la cubertura de
servicios anticonceptivos en los seguros para sus empleados. Fíjense que la Iglesia
no está en contra de seguros médicos mandatos por el gobierno. Al contrario,
apoyaban la propuesta hasta que el gobierno incluyera algunos servicios abortivos
en la legislación. Ahora los obispos se oponen la decisión del Presidente Obama
porque significaría que financien algo inmoral. Es como ser forzado a financiar un
servicio de termitas que destruirán su propia casa.
Pero ¿no es que la mayoría de las parejas católicas se aprovechen de los
anticonceptivos? Desgraciadamente la respuesta es “sí” y por eso los católicos
sufren aproximadamente el mismo índice de divorcios como el resto del país. Pero
los matrimonios que utilizan la planificación natural si es necesario limitar el
número de hijos experimentan un mínimo de divorcios. Porque las parejas se
dependen de uno y otro tanto como de Dios, sus relaciones son más estables y, por
ende, más felices.
Dicen algunos que es una pequeña cosa el exigir que la Iglesia provea seguros para
anticonceptivos. Sin embargo, como el pago de rescate a los secuestradores en
México este abuso puede desembocarse en un torrente de ultrajes. Es posible que
en el futuro les vayan a mandar a los ministros de la Iglesia que casen a parejas
gay, que los médicos católicos practiquen el aborto, y que las parroquias no
promuevan ningún servicio a los indocumentados. Aún más importante, la Iglesia
tiene que evitar la participación en el mal. Como dice san Pedro en los Hechos de
los Apóstoles, “Hay que obedecer a Dios antes de que a los hombres” (5,29).
En el evangelio Jesús se muestra como preocupado particularmente por las
mujeres. Sana a la mujer sufriendo no sólo de derrame de sangre sino también del
maltrato de los médicos. También despierta a la niña del sueño de la muerte. En
su propio modo la Iglesia imita la compasión de Jesús aquí. Por mantenerse firme
contra el aborto la Iglesia está contrarrestando la tendencia de destruir los fetos
femeninos más que los masculinos. Asimismo por oponerse al uso de
anticonceptivos la Iglesia está apoyando a las mujeres que resisten a ser
explotadas como objetos de placer.
Disparar cohetes en el cuatro de julio es más que un modo de festejarse. Los
cohetes recuerdan como la bandera de los Estados Unidos se mantuvo alzada
durante el ataque por los ingleses contra la fortaleza McHenry en la Guerra de
1812. La bandera de los Estados Unidos siempre ha simbolizado la libertad,
primero de la religión, entonces de ser explotados por diferentes
ultrajes. Recientemente se ha bajado la bandera en esta cuestión de forzar la
Iglesia financiar los anticonceptivos. Que no sea por mucho tiempo. Que la
bandera de los Estados Unidos se alce alta de nuevo. Que se alce alta la libertad
religiosa.
Padre Carmelo Mele, O.P.