¿CÓMO ES NUESTRA FE?
Padre Javier Leoz
Creencia y confianza son dos pilares que, desgraciadamente, han dinamitado la
sociedad del consumo y del bienestar a la que nos encontramos agarrados. ¿En qué
tenemos confianza? ¿En quién y en qué creemos? Inseguridad en nuestros
dirigentes y en muchas instituciones o la ausencia de confianza, de fe en alguien o
en algo, aumenta nuestra vulnerabilidad. Nos hace más débiles.
1.-En el evangelio de este domingo, Jesús, se encuentra ante dos situaciones
distintas pero con un mismo común denominador: existía fe allá donde se requería
su presencia. Tanto el jefe de la sinagoga como la mujer que se iba en sangre
confiaban plenamente su persona. Él, y con creces, premió esa fe con la salud.
La ciencia ayuda pero, bien lo sabemos, no lo es todo: llega hasta donde llega.
¿Quién puede sino Cristo arrancarnos de la muerte? ¿Quién puede sino Cristo ir
más allá de esa frontera donde la técnica más moderna es incapaz de alcanzar? La
técnica prolonga la vida (o la acorta). Cristo la mima, la recupera, la eterniza. La
técnica necesita y mira al cuerpo. Cristo va más al fondo: a la persona, a la fe, al
alma.
Ante una realidad donde parece sólo creíble lo que se demuestra o se ve, la fe,
juega un papel fundamental: quien cree se salva. Quien cree vive la dimensión del
dolor desde otra perspectiva. Quien pone en Jesús sus debilidades o sus
hemorragias (internas o externas) está llamado a recuperarse, a sanarse.
-Flujos de desesperanza. Más allá de las promesas de nuestros gobernantes, hemos
de poner nuestros ojos en aquel Dios que siempre pone aliento en nuestro camino.
-Flujos de sin sentido. Ante el pesimismo que nos invade (con la crisis cabalgando
sobre nuestros hombros), el Señor nos invita a permaneced firmes en Él.
-Flujos de incredulidad. El consumismo nos ha acostumbrado a vivir bajo los dioses
de lo placentero y en el camino fácil. ¿Qué consecuencias se derivarán de todo ello?
El Señor nos señala un sendero: ser sus discípulos.
-Flujos de inquietud. Nos abruman muchos acontecimientos. Nos agobian las
situaciones que nos rodean. Al tocar el manto de Jesús (la Eucaristía, la oración
personal, los sacramentos) podemos revitalizar nuestro cuerpo físico y espiritual.
2.- La experiencia que tuvo Jesús (murió para ser resucitado por el Padre) la
podemos tener cada uno de nosotros si somos capaces de dormir en la cruz con las
mismas palabras de fe y de confianza con las que Él lo hizo: “En tus manos Padre
encomiendo mi espíritu”. Al tercer día, Cristo saltó de la oscuridad a la luz, del
absurdo a la vida, de la muerte a la resurrección. Confió, creyó y tuvo fe ciega en
su Padre. Ello le valió, a Él y a nosotros, la redención de toda la humanidad.
A veces exigimos pruebas a Dios de su existencia y, en cambio, reclamamos poco a
nuestra fe. A veces podemos considerar que ya son suficientes unas prácticas
sacramentales, el estar bautizado o incluso el practicar de cuando en vez la caridad.
¿No hizo muchísimo más Cristo por nosotros?
-Además de caridad, con su cuerpo en la cruz, dio muestras de la grandeza de su
amor
-Además de orar, defendió públicamente el Reino de Dios ante los poderosos de su
tiempo
-Además de dejarse bautizar en el Jordán, no hizo ascos a ese otro bautismo de
sangre: su muerte en cruz
¿Y aún nos resistimos a creer? ¿No habrá llegado el momento de publicitar, con
todos los medios a nuestro alcance (especialmente desde la experiencia personal)
que el manto de Cristo se sigue dilatando a lo largo y ancho del mundo? ¿No será
que la humanidad, desangrándose en miles de flujos, desconoce que hay un Cristo
que puede y desea taponar todas esas heridas sin más respuesta que la fe?
3.- ¡QUE NO ME FALTE LA FE!
Si llega la noche oscura, Señor,
que la venza con la luz de la fe
Si me alcanza el pesimismo y la angustia
que los supere con la alegría de la fe
Si me siento acorralado por las dificultades
que sepa descubrir el trampolín de la fe
SI me acechan dudas e incertidumbres
que se abra ante mí una hoja con palabras de fe.
¡QUE NO ME FALTE, JESÚS, LA FE!
Para responderte con generosidad
si, de mí, reclamas atención o compromiso
Para decirte que, sólo Tú eres el Señor,
si ante mí se alzan otros dioses extraños
Para seguirte, y no perderte,
si logro tocar el manto de tu Eucaristía
si alcanzo gustar el manto de la oración
si agarro, con fuerza, el manto de tu Espíritu
¡QUE NO ME FALTE, OH SEÑOR, LA FE!
Que me posibilita mirar más allá de mi mismo
de mis aflicciones y de mis egoísmos
de mi bienestar y de mis intereses
de mi comodidad o de mi pequeño mundo
de mis proyectos y de mis debilidades
¡QUE NO ME FALTE, SEÑOR, LA FE!
Y pueda verte, cuando estoy limpio
y sanarme cuando me encuentro por dentro sucio
Y pueda sentirte, cuando esto lleno de tanto
y cercano, cuando el mundo me deja vacío
Y pueda alabarte, cuando la vida me sonríe
y no olvidarte, cuando la suerte me abandona
Y te busque, cuando tantas cosas me seducen
y te encuentre, cuando todo es nada y hojalata
Amén