XIII DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO B
JESÚS NO ACUSA SINO QUE SANA
La Palabra: “Se acercó un jefe de sinagoga que se llamaba Jairo y al verlo se echó
a los pies de Jesús, rogándole con insistencia: mi niña está en las últimas, ven y
pon las manos sobre ella para que cure. Había una mujer que padecía flujos de
sangre; acercándose por detrás a Jesús le toco el manto y quedo curada…” (Mc 5,
2-43).
1. Pongo puntos suspensivos porque son tantas las curaciones que narran los
evangelios, que la sanación es nota muy significativa en la actividad profética de
Jesús. Pero es importante un detalle. Los sanados por Jesús no son únicamente
judíos. Según el relato evangélico que leemos en este domingo Jesús sana también
a los que religiosamente son considerados malos o impuros: el hijo de un militar
romano que viene a ser como enemigo del pueblo judío, y una mujer que padecía
hemorragias que significaba impureza. Ciegos, paralíticos, leprosos y tantos otros
que ya quedaban marcados por la maldición en aquella sociedad judía
religiosamente puritana, en Jesús no encontraron acusación ni desprecio, sino
sanación.
2. Pero los mismos relatos evangélicos sobre curaciones amplían el horizonte, pues
Jesús suele decir a los enfermos: “tu fe te ha curado”, “tus pecados están
perdonados”, “levántate y anda”. Las curaciones milagrosas de Jesús van mucho
más allá de la sanación corporal. Con su forma de mirar y de acoger a los enfermos
y desvalidos manifestaba que están incondicionalmente perdonados y su destino es
la vida. Por eso algunas personas curadas rompían a llorar y manifestaban su
gratitud.
3. No faltan hoy en la Iglesia grupos donde, según dicen, se dan sanaciones
maravillosas con imposición de manos y todo; nada tengo contra esos fenómenos.
Pero creo que la sanación es un objetivo que debemos proponernos todos los
cristianos, mirando a nuestra propia vida y mirando a los demás. Y este objetivo no
debe reducirse a momentos extraordinarios y milagrosos, sino que debe ser talante
habitual de nuestra conducta. Todos necesitamos experimentar y debemos
transmitir a los otros que Dios siempre nos mira con el corazón; que ocurra lo que
ocurra siempre podemos confiar; y que nuestras heridas pueden ser curadas por el
buen samaritano que siempre nos acompaña.
Fray Jesús Espeja, OP
Con permiso de Palabranueva.net