SER OTROS CRISTOS, TAREA DE VALIENTES
Padre Javier Leoz
Ser profeta es ir contracorriente. Es hablar alto y claro pero, sobre todo, es volver a
colocar a Dios en aquellos lugares desde los que ha sido apartado por variados
intereses ideológicos o socioculturales. Hay muchas excusas para no seguir a
Cristo: la razón que intenta supeditarlo todo a su campo, la debilidad en la
formación de muchos católicos (como recientemente apuntaba el Papa), el deseo de
no ser señalado por ser cristiano, etc.
1.- La fe es signo de contrariedad. En los primeros siglos, los cristianos, llamaban la
atención (como el mismo Jesús también la llamó) por su estilo de vida: ponían todo
en común, se perdonaban y se ayudaban mutuamente. Hoy, por el contrario,
asistimos a un entorno agotado, religiosamente individual o demasiado
acostumbrado a ser cristiano sin vivirlo con total autenticidad. ¿Resultado? Que,
desde las mismas entrañas de los que nos llamamos católicos o decimos cristianos,
encontramos rechazos u objeciones a nuestra forma de vivir y de entender el
Evangelio. Asistimos con mucho dolor a una realidad un tanto rocambolesca: ya no
es que la Iglesia sea incomprendida o perseguida desde fuera, es que –en
muchísimos momentos- es puesta en tela de juicio por algunos teólogos,
movimientos cristianos o laicos que quieren vivir la fe a su modo y manera. Duele
la pedrada cuando, desde fuera, rompe los cristales de una casa. Mucho más
doloroso e incomprensible cuando, la incomprensión y lanzamiento de dardos, viene
desde dentro: desde aquellos que nos decimos (se dicen) cristianos.
2.- El Evangelio, hecho carne en Cristo, es un camino de prueba y de sufrimiento. A
nadie se nos ha dicho que el Reino de Dios sea un camino de rosa. Mucho menos
que fuera causa de innumerables aplausos, reconocimientos públicos u homenajes
oficiales. Seguir a Cristo, en algunos instantes, nos puede llevar a la soledad y a la
traición, a la incomprensión o a la marginación. En cuántos países (especialmente
islamistas) los cristianos son considerados de segunda clase por eso mismo: porque
no se amoldan al sistema imperante. Pero también es verdad que en otros países,
aún sin ser de segunda, son los propios cristianos los que con su inactividad,
sordina o timidez apostólica contribuimos a que Cristo sea de facto olvidado, no
conocido y marginado.
Ante una descristianización progresiva tendríamos que preguntarnos si, tal vez
nosotros, no estamos también colaborando con un “rechazo pasivo” a que el
mensaje del Evangelio sea poco a poco silenciado. ¿Sirve de algo ser cristiano y no
manifestarlo? ¿Es lógico familias enteras bautizadas en las que nunca se reza, no se
bendice la mesa o no se asiste en familia a misa?
3.- Estamos demasiado acostumbrados a decir que “Jesús es Hijo de Dios” a que
“Jesús es amor”. Y es verdad. Lo malo es que, eso, no nos escandaliza. Nos deja
igual… por no decir indiferentes. Pero el proclamar que Cristo es Hijo de Dios nos
incita a vivir como hermanos (y no siempre lo hacemos), a instalar a Dios en el
centro de nuestro pensamiento y acciones (y en cuántos momentos lo
desterramos). Confesar que Jesús es amor implica el alejarnos de nuestros
egoísmos (y preferimos vivir con ellos, perdonarnos mutuamente (nos resulta un
agravio el hacerlo primero nosotros), etc., etc. ¿No estaremos rechazando también
nosotros, con nuestras actitudes, a ese Jesucristo que nos habla con su propia vida
de lo que significa ser cristianos?
No hay que tener miedo a ser rechazados por el hecho de ser cristianos (a tanto no
hemos llegado todavía aquí y ahora). Si que tenemos que tener un cierto temor e
interpelarnos sobre el modo de vida que llevamos. Si nuestras palabras callan
¿quién las pronunciará? Si nuestras obras son mínimas ¿quién descubrirá el rostro
amoroso del Padre? Si nuestras manos están cruzadas ¿quién llevará la cruz del
Señor por el mundo?
4.- QUE YO NO TE RECHACE, SEÑOR
Si por la puerta de mi vida entra el sufrimiento
la prueba que intenta debilitarme
la contradicción que me desestabiliza
la sin razón que intenta doblegarme
QUE YO NO TE RECHACE, SEÑOR
Que sepa aceptar todo lo que Tú me propones
el amor, y no sólo acoja mis amores
tu caridad, y no sólo regale mis detalles a cuentagotas
tu perdón, y no sólo venda mi escasa comprensión
QUE YO NO TE RECHACE, SEÑOR
Tu Palabra, y no sólo escuche las que me convienen
Tu cruz, y no sólo la lleve a pequeños trozos
Tu Verdad, y no sólo defienda la mía
QUE YO NO TE RECHACE, SEÑOR
Ante la indiferencia, yo proclame tu presencia
Ante el vacío, yo lleve el contenido de tu Gracia
Ante el absurdo, yo siembre el horizonte de tu cielo
Ante la confusión, anuncie la clave de tu reinado
QUE YO NO TE RECHACE, SEÑOR
Que no me conforme con decir que Tú eres el Hijo de Dios
que lo sepa e intente vivir en propias carnes
Que no vea camino fácil el escuchar tu evangelio
que lo sepa gritar por los cuatro senderos de mi existencia
Que no confunda mi altruismo con tu amor
tu alegría con mi sonrisa, tu entrega con mi dedicación
tu corazón con mis impulsos, tu oración con mi corta piedad
QUE YO NO TE RECHACE, SEÑOR