XIV Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo B
Cuando las cosas cuestan, hemos de ver la mano de Dios, que nos va
acompañando con su mirada amorosa.
«Partió de allí y se fue a su ciudad, y le seguían sus discípulos. Llegado el
sábado, se puso a enseñar en la sinagoga, y muchos de los oyentes,
admirados, decían: ¿De dónde sabe éste estas cosas? ¿Y qué sabiduría es
la que se le ha dado y estos milagros que se hacen por sus manos? ¿No es
éste el artesano, el hijo de María, y hermano de Santiago y de José y de
Judas y de Simón? ¿Y sus hermanas no viven aquí entre nosotros? Y se
escandalizaban de él. Y les decía Jesús: No hay profeta menospreciado sino
en su propia patria, entre sus parientes y en su casa. Y no podía hacer allí
ningún milagro; solamente sanó a unos pocos enfermos imponiéndoles las
manos. Y se asombraba por causa de la incredulidad de ellos. Y recorría las
aldeas de los contornos enseñando.» (Marcos 6, 1-6)
1. Jesús hablaba “ en la sinagoga; la multitud que lo oía se preguntaba
asombrada: -¿De dónde saca todo eso? ¿Qué sabiduría es esa que le han
enseñado? Y esos milagros de sus manos?” Tus paisanos no te conocen,
Jesús: saben de ti, pero no de tu alma… y siguen diciendo: «¿No es éste el
artesano, el hijo de María?» Jesús, eres uno de nosotros, te conocen por tu
trabajo… me gustaría saber de ti, de cómo fue tu trabajar bien, tu trato
amable con los demás, tu visión positiva ante los problemas, verte cariñoso
y con espíritu de servicio…
«En el Evangelio encontraréis que Jesús era conocido como el obrero, el hijo de
María: pues también nosotros, con orgullo santo, tenemos que demostrar con los
hechos que ¡somos trabajadores!, ¡hombres y mujeres de labor!
Puesto que hemos de comportarnos siempre como enviados de Dios, debemos
tener muy presente que no le servimos con lealtad cuando abandonamos nuestra
tarea; cuando no compartimos con los demás el empeño y la abnegación en el
cumplimiento de los compromisos profesionales; cuando nos puedan señalar como
vagos, informales, frívolos, desordenados, perezosos, inútiles... Porque quien
descuida esas obligaciones, en apariencia menos importantes, difícilmente vencerá
en las otras de la vida interior, que ciertamente son más costosas» (J.
Escrivá, Amigos de Dios 62).
Ser cristiano significa seguirte, Jesús, y también ver cómo trabajas: « El trabajo
debe ayudar al hombre a hacerse mejor espiritualmente más maduro, más
responsable, para que pueda realizar su vocación sobre la tierra, sea como
persona irrepetible, sea en comunidad con los demás, y sobre todo en la
comunidad humana fundamental que es la familia » (Juan Pablo II).
Hay cosas que no entiendo: “Jesús, con tan pocos aos como ibas a pasar en la
tierra, ¿cómo no te dedicaste a resolver los problemas del mundo -hambre,
guerras, injusticias, sufrimientos- en lugar de pasar prácticamente toda tu vida
trabajando como artesano en una pequea aldea de Galilea?” (Pablo Cardona).
Puede ser que nos dejas a nosotros para continuar tu obra, pues sigues con
tu Espíritu en el mundo, en nuestras almas… aunque veo que yo tengo
impaciencia, y tengo que aprender de tu paciencia
Tampoco entiendo que los tuyos no te aceptaran, Jesús, y siento tu tristeza cuando
tuviste que decirles: “ -No desprecian a un profeta más que en su tierra, entre
sus parientes y en su casa ”. Un alma sensible como la tuya, sufre mucho los
desprecios, y sobre todo la falta de fe, que hizo que no pudieras ayudarles: “ No
pudo hacer allí ningún milagro, sólo curó algunos enfermos imponiéndoles
las manos. Y se extrañó de su falta de fe. Y recorría los pueblos de
alrededor enseñando ”. Fuiste a otros sitios porque los de Nazaret, ese pequeo
pueblo que llevas en el corazón, que no es importante en el Antiguo Testamento,
quisieron lanzarte desde lo alto de un monte, que llaman hoy del Precipicio. Allí ha
celebrado la Santa Misa Benedicto XVI. Y se ha repetido un poco lo que le hicieron
los nazarenos a Jesús, porque fueron robadas casi todas las hostias antes de ser
consagradas y miles de personas no pudieron comulgar en la Misa del Papa. La
extrañeza y el posterior rechazo de sus paisanos basándose en el origen humilde y
conocido de Jesús, tiene un cierto tono de insulto. Cuando un semita recuerda sólo
a la madre de un hombre, y no al padre, intenta ofenderlo, como un hombre
insignificante sin pasado ni porvenir.
En nuestro tiempo muchos también te rechazan, Jesús, y quiero recordar: “ Cristo
es todo para nosotros: Si quieres curar una herida, Él es médico; si estás
ardiendo de fiebre, es fuente; si estás oprimido por la iniquidad, es justicia;
si tienes necesidad de ayuda, es fuerza; si tienes miedo de la muerte, es
vida; si deseas el cielo, es camino; si huyes de las tinieblas, es luz; si
buscas comida, es alimento ” (San Ambrosio). Es bonito pensar que somos de tu
pueblo, Jesús, pues el mundo es ya Nazaret; más aún: de tu familia, hijos de Dios,
de María, hermanos tuyos, pues la familia que ha formado se llama Iglesia, los
bautizados somos hermanos y rezamos juntos el padrenuestro y vamos a Misa a
unirnos contigo resucitado a Dios Padre, a hacer lo que tú nos pides para salvar al
mundo, continuar la obra que quedó por completar, la libertad de los que están
encadenados en sufrimientos y pecados: pues pienso que no cambiaste todo por un
misterio insondable, pero intuyo que continúas en la tierra con nuestras vidas, para
completar tu obra. ¡Señor, ven a vivir en mi corazón!
2. El profeta Ezequiel siente ese desprecio hacia ti, Señor, y tu paciencia en no
contestar mal por mal, sino que eres fiel en el amor: “ el espíritu entró en mí, me
puso en pie y oí que me decía: - Hijo de Adán, yo te envío a los israelitas, a
un pueblo rebelde que se ha rebelado contra mí . Sus padres y ellos me han
ofendido hasta el presente día. También los hijos son testarudos y obstinados; a
ellos te envío para que les digas: "Esto dice el Señor". Ellos, te hagan caso o
no te hagan caso (pues son un pueblo rebelde), sabrán que hubo un
profeta en medio de ellos. Tú eres el enviado, y la fuerza de tu espíritu
también nos acompaña a nosotros: “No soy yo, diría Pablo, es Cristo que vive en
mí”. Dios escoge lo pequeo de este mundo y dice: "Yo te envío". Es la Misin: la
vocación, el profeta, el sacerdocio, todos llamados a ser santos en medio del
mundo, a hacer apostolado…
El Salmista canta: “ Nuestros ojos están en el Señor, esperando su
misericordia. / A ti levanto mis ojos, a ti que habitas en el cielo. Como
están los ojos de los esclavos fijos en las manos de sus señores. / Como
están los ojos de la esclava fijos en las manos de su señora, así están
nuestros ojos en el Señor, Dios nuestro, esperando su misericordia. /
Misericordia, Señor, misericordia, que estamos saciados de desprecios;
nuestra alma está saciada del sarcasmo de los satisfechos, del desprecio
de los orgullosos ”. ¡Qué bonita es esta oracin muda y perseverante! Los únicos
que hablan son los ojos... Como los ojos de un niño, que miran fijamente a su
madre, en actitud suplicante, así Jesús nos dices que levantemos los ojos al cielo
para orar "Padre Nuestro, que estás en los cielos...". Es lo que tú hacías, levantar
los ojos al Padre, proclamabas: “ Hacia Ti, Señor, elevo mi alma ”. En ninguna
parte como en los ojos está el alma. Nuestros ojos hablan. Nos pueden servir para
la oración... Mirar una imagen, un crucifijo, el sagrario... Y dejarse también mirar
por Él, sin miedo, sin vergüenza de cómo somos, abiertos el alma y el corazón de
par en par. ¡Qué descanso, poder abrirse totalmente en Su Presencia, con todos
nuestros fallos también! Los ojos, espejo del alma, miran a Dios, que nos mira con
toda su ternura y bondad. Como el niño que antes de meter los dedos en el
enchufe mira a su madre y ve que no se puede hacer, así quiero mirarte, Señor,
para saber durante el día qué hacer, quiero ir contigo, Jesús. Quiero vivir en la
presencia de Dios las cosas pequeñas que me toca hacer en cada momento, así
todo será grande si lo hago contigo. Además, qué fácil visitarte, porque tenemos el
sagrario más o menos cerca y puedo venir siempre que quiera. Y si no puedes,
cierra los ojos, imagina que estás ante el sagrario de tu parroquia, de la iglesia que
más te guste… arrodíllate con el alma y en silencio adora a tu Seor. Él llenará tu
alma de paz.
3. San Pablo decía a los Corintios : “para que no tenga soberbia, me han metido
una espina en la carne… para que no sea soberbio. Tres veces le he pedido al Seor
verme libre de esa espina y me ha respondido: " Te basta mi gracia: la fuerza se
realiza en la debilidad ". Por eso, muy a gusto presumo de mis debilidades,
porque así residirá en mí la fuerza de Cristo. Por eso vivo contento en medio de mis
debilidades, de los insultos, las privaciones, las persecuciones y las dificultades
sufridas por Cristo. Porque cuando soy débil, entonces soy fuerte”. Las cosas a
veces cuestan, claro, pero así nos hacemos más resistentes. Las plantas más
aromáticas están en los lugares ariscos, en lo alto de las montañas; ahí también los
árboles son más fuertes, en los sitios más escarpados… La virtud se forja en la
debilidad . En la tentación se despierta y se robustece tu fe; crece y se hace más
sobrenatural tu esperanza; y tu amor –el amor de Dios que es el que te hace
resistir valerosamente y no consentir– se manifiesta de modo efectivo y afectivo.
Como la tentación más fuerte es el desánimo -pensar que no podemos, que no hay
nada que hacer- el Señor le dice a san Pablo que basta luchar, que el premio lo da
Dios cuando Él quiere. Que lo importante es que nunca perdamos la
confianza, que no nos desmoralicemos : el Señor -y sus ángeles- cuando se
aparecen suelen decir siempre: soy Yo, no temas.
Abre todavía más los ojos de tu alma: el Señor permite la tentación y se sirve de
ella providencialmente para purificarme, para hacerme santo, para desligarme
mejor de las cosas de la tierra, para llevarme a donde Él quiere y por donde Él
quiere, para hacerme vivir la felicidad que nace del esfuerzo, y para darme
madurez, comprensión y eficacia en mi trabajo apostólico con las almas, y... sobre
todo para hacerme humilde, muy humilde. Que así sea. Amén. Te lo pido por
intercesión de mi madre santa María.
Llucià Pou Sabaté