“Se postr ante él y le dijo: “Seor, mi hija acaba de morir;
pero ven tú a imponerle las manos y volverá a vivir”
Mt 9, 18-26:
Autor: Pedro Sergio Antonio Donoso Brant ocds
Lectio Divina
ES PRECISO ENTRAR EN CONTACTO CON ÉL CON UNA FE ORANTE.
Los baales, los ídolos de muerte denunciados por Oseas, también nos seducen hoy. Son el
dinero, la ropa, el culto a la imagen, el sexo, el hedonismo y también ese sutil, aunque
obstinado, dominio del ego, mediante el cual, incluso cuando hacemos el bien, nos
buscamos más a nosotros mismos y nuestras propias gratificaciones que la gloria del Señor
y la venida del Reino. Sin embargo, nuestro corazón está profundamente insatisfecho e
inquieto. Es preciso escucharlo mientras grita la desolación de su vacío, de ese adulterio
que es dejar perder a Dios en el torbellino del activismo, en la carrera hacia la exageración
para prostituirse con alguno de los ídolos que hemos citado más arriba. Y es preciso que
nos dejemos conducir por el Señor «al desierto». Para ver con perspicacia que la idolatría
del vivir compro-metidos con las lógicas de este mundo no sólo es un insulto al Señor de la
vida, sino también una progresiva pérdida de vida, como experimentaba la mujer antes de
tocar la orla del manto de Jesús, para todo esto, decíamos, resultan preciosos algunos
momentos de meditación. Poco a poco se pierde el gusto por la oración, la alegría de hacer
el bien, la sensibilidad del «hacerse prójimo». Y, a la larga, se va apagando la vida
espiritual. Hay muertos ambulantes con mucho activismo por dentro y apariencia -¡puede
darse!- de bien.
Con todo, es posible la salvación. Se llama Jesús. Este sólo pide que le conozcamos,
aunque en lo profundo del corazón: con ese conocimiento de la fe que es «tocarle» como la
mujer del evangelio y «dejarse tocar» (coger por la mano) por él como la niña de doce años
que se levanta. Jesús es el Esposo que libera a quien habita en las tinieblas (en el vacío) y
en sombras de muerte (todo adulterio, prostitución a los ídolos). Con todo, es preciso entrar
en contacto con él con una fe orante.
ORACION
Señor Jesús, me reconozco idólatra y, con frecuencia, adúltero. Tú me hablas con gran
amor. Derrama tu espíritu para que me deje coger y conducir a ese desierto interior que, de
lugar de horrible vacío y de muerte, se puede convertir en lugar de intimidad nupcial
contigo, si busco momentos de silencio y de retirada al corazón habitado por ti. Es en el
corazón donde llamo: aumenta en mí la fe que es precisamente la experiencia del «tocarte»
y del «dejarme tocar» por ti.
Si el Espíritu suscita en mí la voluntad de tocarte y de ser tocado por ti, orando, recibiéndote
eucarísticamente vivo en la comunión, entrando en contacto con el prójimo con la
conciencia de entrar en contacto contigo, entonces vencerás en mí el sentido de pérdida de
las energías espirituales, la muerte que advierto si me se-paro de ti. Gracias a esta fe, al
tocarte, te conozco matrimonialmente y experimento que en mi vivir o todo se revela como
muerte o todo –incluido el dolor– se transfigura y se convierte en ti.