EVANGELIO DEL DIA
¿ Señor, a quién iremos?. Tú tienes palabras de vida eterna. Jn 6, 68
Evangelio según San Mateo 12,38-42.
Entonces algunos escribas y fariseos le dijeron: "Maestro, queremos que nos hagas
ver un signo".
El les respondió: "Esta generación malvada y adúltera reclama un signo, pero no se
le dará otro que el del profeta Jonás.
Porque así como Jonás estuvo tres días y tres noches en el vientre del pez, así
estará el Hijo del hombre en el seno de la tierra tres días y tres noches.
El día del Juicio, los hombres de Nínive se levantarán contra esta generación y la
condenarán, porque ellos se convirtieron por la predicación de Jonás, y aquí hay
alguien que es más que Jonás.
El día del Juicio, la Reina del Sur se levantará contra esta generación y la
condenará, porque ella vino de los confines de la tierra para escuchar la sabiduría
de Salomón, y aquí hay alguien que es más que Salomón.
Comentario del Evangelio por
San Cirilo de Jerusalén (313-350), obispo de Jerusalén, doctor de la Iglesia
Catequesis nº 20 / 2ª mistagógica
El signo de Jonás
Habéis sido conducidos por la mano a la piscina bautismal, tal como Cristo que
tenéis delante de vosotros [en esta iglesia del Santo Sepulcro] fue conducido de la
cruz al sepulcro. Después de haber confesado vuestra fe en el Padre, en el Hijo y en
el Santo Espíritu, tres veces habéis sido sumergidos en el agua y habéis salido de
ella: ha sido el símbolo de los tres días de Cristo en el sepulcro. De la misma
manera que nuestro Salvador pasó tres días y tres noches en el corazón de la
tierra, igualmente vosotros, al salir del agua después de la inmersión, habéis
imitado a Cristo... Cuando habéis sido sumergidos estabais en la noche, no veíais
nada; pero al salir del agua os habéis encontrado como en pleno día. En un mismo
movimiento habéis muerto y habéis nacido; esta agua que salva ha sido al mismo
tiempo vuestro sepulcro y vuestra madre...
¡Extraña paradoja! No estamos verdaderamente muertos, no hemos sido
sepultados verdaderamente, no hemos sido realmente crucificados y resucitados;
pero si bien nuestra imitación no es más que una imagen, la salvación, es una
verdadera realidad. Cristo ha sido realmente crucificado, realmente sepultado y ha
resucitado verdaderamente, y toda esta gracia se nos da a fin de que, participando
e imitando sus sufrimientos, ganemos realmente la salvación. ¡Qué inmenso amor a
los hombres! Cristo ha recibido los clavos sobre sus manos puras y le han sido
causa de sufrimiento; y yo, sin sufrimiento ni esfuerzo, por esta participación me
concede la gracia de la salvación...
Lo sabemos bien: si el bautismo nos purifica de nuestros pecados y nos da el
Espíritu Santo, él es también la réplica de la Pasión de Cristo. Por eso Pablo
proclama: «No lo sabéis: todos nosotros que hemos sido bautizados en Cristo, es
en su muerte que hemos sido bautizados. Por el bautismo fuimos sepultados con él
en la muerte»... Todo lo que Cristo ha sufrido, es por nosotros y nuestra salvación,
en realidad y no en apariencia... Y nosotros debemos participar en sus sufrimientos.
Por esto Pablo continua proclamando: «Si nuestra existencia está unida a él en una
muerte como la suya, lo estará también en una resurrección como la suya» (Rm 6,
3-5)
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