“Jesús convocó a sus doce discípulos”
Mt 10, 1-7
Autor: Pedro Sergio Antonio Donoso Brant ocds
Lectio Divina
JESÚS NOS LLAMA POR NUESTRO NOMBRE
Puede suceder que nuestras jornadas estén marcadas, a veces, por el sello de la
eficiencia a cualquier precio. Se parecen a la vid de Oseas, que da fruto, pero no
por el Señor ni para el Señor. Dentro de esta búsqueda «dividida», se
resquebraja el corazón y se entorpece. Las consecuencias de esto son nefastas:
«espinas» de descontento profundo y «zarzas» de preocupaciones y de falta de
sentido. Ahora bien, si el corazón vuelve a buscar al Señor dentro de la
«justicia», que es santidad de vida con Dios y para Dios, podrá cosechar «amor»
para sí y para los demás. Eso es lo que subraya asimismo el evangelio que
presenta Jesús mientras llama a los Doce y los envía, dándoles el poder de
liberar del mal y de anunciar que el Reino de Dios (el amor misericordioso del
Padre) está cerca de quien, con recto corazón, busca al Señor y su voluntad.
En nuestros días, es importante que el corazón entre en esta dinámica de
llamada. Jesús nos llama por nuestro nombre. Para él, yo también soy único e
irrepetible. Me conoce y me ama desde siempre. Su proyecto de salvación no
consiste sólo en sacarme fuera de la falsedad de una vida centrada en intereses
de corto alcance, sino que quiere hacer de mí nada menos que un instrumento
de su salvación. Lo que importa es creer que él me da su poder y, en su
nombre, puedo llegar a ser luz para los hermanos con tal de que permanezca en
contacto con él mediante una fuerte oración y mi corazón esté orientado a él y a
los intereses del Reino.
ORACION
No permitas, Señor, que sea yo como la viña de tu pueblo cuando mi corazón se
aleja de ti y se convierte en mentiroso recorriendo caminos de falsa lozanía. Haz
que no mire la eficiencia a cualquier precio, la búsqueda de lo que me agrada en
el interior de las categorías mundanas: éxito, ropa, dinero, aplauso, imagen,
interés personal.
Ayúdame a «sembrar justicia»: la santidad evangélica del responder a tu
llamada a realizar, momento a momento, junto a ti, con el poder del Espíritu
Santo que me has dado, todo lo que el Padre quiere de mí. Concédeme «roturar
el campo nuevo», que consiste en vivir y anunciar el Reino de Dios: reino de
paz, de amor, de paciencia, de mansedumbre y de una esperanza que va más
allá de cualquier dificultad.
Continúa llamándome por mi nombre, Señor. Y, de viña idólatra, hazme
sarmiento vivo de tu ser Vid verdadera. Concédeme dar fruto para el Reino, en ti
y por ti.