XV Semana del Tiempo Ordinario
Miercoles
El encuentro con el Señor se realiza en la sencillez, vuelca su misericordia y
ternura en el alma que abre su miseria a la grandeza de Dios; en cambio
caen los orgullosos
“En aquel tiempo, exclamó Jesús: -«Te doy gracias, Padre, Señor de
cielo y tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y
entendidos y se las has revelado a la gente sencilla. Si, Padre, así te
ha parecido mejor. Todo me lo ha entregado mi Padre, y nadie
conoce al Hijo más que el Padre, y nadie conoce al Padre sino el
Hijo, y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar» (Mateo 11,25-27).
1. Te veo rezar, Jesús, y quiero aprender de ti: “ -Padre, Señor del
cielo y de la tierra...” Es el único pasaje del evangelio donde usas estas
palabras solemnes, pues sueles hablar del Padre con términos de intimidad
y familiaridad. Lo dices en continuidad con toda la Escritura: No hay otro
Dios más que El . Y es quien dirige todo ese gran universo con sus millones
de seres desde los átomos hasta las estrellas. Todo cuanto existe le está
sometido. Es el " Señor del cielo y tierra ". Te adoro, Padre, cada fiesta en
la Misa: " Gloria a Dios en las alturas ..."
–“ Bendito seas” ... Rezas, Señor, dirigiéndote al Padre en acción de
gracias, alabanza, un "te lo agradezco". Veo tu corazón lleno de
agradecimiento hacia el Padre. "¡Bendito seas, Padre!". Contigo, Jesús,
yo repito esa sencilla y breve oración.
-“ Porque lo que has escondido a los sabios y entendidos, lo
has revelado a la gente sencilla ”. ¡Este es el objeto de su
agradecimiento! Porque Dios se "esconde" a los orgullosos... y se "revela" a
los humildes. El gran Dios del Universo es desconocido de los que se creen
ser más inteligentes y más sabios que los demás. Es a los pobres a quienes
se da a conocer. Es entre los sencillos que naciste, Jesús; y los que
escogiste como apóstoles eran también sencillos. ¿Tienes preferencia
por los que no son nada en el mundo, los que son insignificantes a
los ojos de los hombres ?... los sencillos ¡éstos son valiosos a los ojos
de Dios! Señor, ayúdame a ser "uno de esos pequeños a quien Tú te
revelas.
Las personas sencillas, las de corazón humilde, son las que saben
entender los signos de la cercanía de Dios. Lo afirma Jesús, por una parte,
dolorido, y por otra, lleno de alegría. Cuántas veces aparece en la Biblia
esta convicción. A Dios no lo descubren los sabios y los poderosos, porque
están demasiado llenos de sí mismos. Sino los débiles, los que tienen un
corazón sin demasiadas complicaciones. Entre «estas cosas» que no
entienden los sabios está, sobre todo, quién es Jesús y quién es el Padre.
Pero la presencia de Jesús en nuestra historia sólo la alcanzan a conocer los
sencillos, aquellos a los que Dios se lo revela.
Los «sabios y entendidos», las autoridades civiles y religiosas, no te
recibieron, Señor, en su “ignorancia”. Los letrados y los fariseos buscan mil
excusas para no creer. La pregunta vale para nosotros: ¿somos humildes,
sencillos, conscientes de que necesitamos la salvación de Dios?, ¿o, más
bien, retorcidos y pagados de nosotros mismos, «sabios y entendidos», que
no necesitamos preguntar porque lo sabemos todo, que no necesitamos
pedir, porque lo tenemos todo? Cuántas veces la gente sencilla ha llegado a
comprender con serenidad gozosa los planes de Dios y los aceptan en su
vida, mientras que nosotros podemos perdernos en teologías y
razonamientos. La oración de los sencillos es más entrañable y,
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seguramente, llega más al corazón de Dios que nuestros discursos eruditos
de especialistas. Nos convendría a todos tener unos ojos de niño, un
corazón más humilde, unos caminos menos retorcidos, en nuestro trato con
las personas y, sobre todo, con Dios. Y saberles agradecer, a Dios y los
demás, tantos dones como nos hacen. Siguiendo el estilo de Jesús y el de
María, su Madre, que alabó a Dios porque había puesto los ojos en la
humildad de su sierva (J. Aldazábal).
-“ Sí, Padre, bendito seas por haberte parecido eso bien ”. Me
gustaría oírte decir "¡Padre!", Jesús, para aprender de ti que Dios es ante
todo "la bondad". Dios es bueno, ¿Dudo, quizá alguna vez, de la
bondad de Dios? Ayúdame, Señor, a rezar, como tú, esta oración de
alabanza: "Gracias, oh Padre, por esto... por aquello..."
-“ Mi Padre me lo ha confiado todo. Al Hijo lo conoce sólo el
Padre, y al Padre lo conoce sólo el Hijo y aquél a quien el Hijo se lo
quiere revelar ”. Sí, lo sabemos: Dios es difícil de alcanzar. Nadie lo ha
visto nunca, excepto tú, Jesús: "conoces a Dios"... ¡y lo das a conocer a los
que aceptan seguirte y ser de tu escuela! Jesús, ayúdame, todos y cada
día de mi vida, a conocer mejor al Padre. ¡Que tu evangelio sea mi
meditación cotidiana! Que trate de penetrar mejor en tu misterio...
hasta el día que, por fin, te veré cara a cara (Noel Quesson).
Los pobres en el espíritu y humildes de corazón son los queridos por
Dios: «De la misma manera que los padres y las madres ven con gran gusto
a sus hijos, también el Padre del universo recibe gustosamente a los que se
acogen a él. Cuando los ha regenerado por su Espíritu y adoptado como
hijos, aprecia su dulzura, los ama, la ayuda, combate por ellos y por eso,
los llama sus «hijos pequeños» (San Clemente de Alejandría).
2. Isaías (10,5-7.13-16) proclama la “Palabra de Dios” que se
muestra como Señor de la historia: “¡Ay del asirio! instrumento de
mi ira, vara que mi furor maneja”.
Puede haber victorias coyunturales en el mar de la historia, pero
también hay una providencia que guía los acontecimientos, que pone unos
límites al mal: “ -Dijo: «Con el poder de mi mano lo hice y con mi
habilidad, porque soy inteligente. He borrado las fronteras de los
pueblos, he saqueado sus tesoros, he abatido a los poderosos.
Como se toma un pájaro en su nido, mi mano ha robado la
riqueza de los pueblos. Como se recogen huevos abandonados, he
recogido yo toda la tierra. Y no hubo quien aleteara, ni abriera el
pico, ni piara.» No conocemos estos planes pues Dios los combina con una
real libertad humana…
-“ Soy Yo quien lo ha enviado contra una nación perversa...
Pero él no lo entiende así, no es éste el juicio de su corazón: lo
único que quiere es destruir. ¿Acaso se jacta el hacha frente al que
la tiene asida? ¿Y la sierra frente al que la maneja? Como si la vara
quisiera dirigir al que la levanta, la varilla o batuta, mover el brazo
que la agita ”.
Una «lectura» simplemente humana de la historia es pobre, y una
«lectura en la fe» nos da más perspectivas, las sobrenaturales. Desde
luego, no quedamos dispensados de hacer primero el análisis humano de
las situaciones. Es, incluso, necesario. Es el primer tiempo de una re-visión
de vida. Pero hay que tratar de ir más lejos... hay que hacer una re-visión
con esta visión de la fe, ¡hasta reconocer la acción de Dios en las acciones
de la historia! (Noel Quesson).
Recuerdo dos profesores que fueron a dar clase a un colegio: uno lo
pasó muy mal por la poca educación de los alumnos y mal ambiente de los
colegas. El otro se lo pasaba muy bien porque empatizaba con todos, y lo
escogieron los otros profesores como jefe de estudios. Cuentan de dos
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vendedores de zapatos que se encuentran en un pueblo de África. Uno es
optimista y el otro es pesimista. El pesimista dice: -“Aquí no hay nada que
hacer. Todo el mundo va descalzo”. El optimista dice: -“Aquí hay un negocio
seguro, nadie tiene zapatos”. Un cristiano tiene que se realista, objetivo.
Pero ser objetivo es contar, no sólo con mis posibilidades, sino con las
posibilidades de Dios. Y las posibilidades de Dios son infinitas. El realismo
para el cristiano es que ante la marcha de nuestro mundo, ante el
panorama que vemos a nuestro alrededor, piensa: “-Esto está más o menos
mal. Pero con Dios todo es posible. Aquí hay mucho que hacer. No hay nada
imposible para Dios”.
3. A lo largo de la historia, vemos cómo van cayendo los poderosos, y
los que se creían omnipotentes son aniquilados. Es, una vez más, lo que
dijo la Virgen en el Magníficat: « derriba del trono a los poderosos y a
los ricos los despide vacíos ».
Vivimos en unos tiempos en que se suceden los cambios políticos y se
derrumban ideologías e imperios que parecían indestructibles. Siguen
teniendo vigencia las exclamaciones del salmista: « trituran a tu pueblo,
oprimen a tu heredad, y comentan: Dios no lo ve... Enteraos, los
más necios del pueblo, ignorantes, ¿cuándo discurriréis ?».
Es evidente también cómo Dios saca bien del mal y, a través de las
vicisitudes de la historia, purifica a su pueblo y le ayuda a recapacitar y a
madurar. A Atila le llamaron «el azote de Dios», como Asiria lo había sido
en la época que estamos leyendo. Pero el emperador Ciro será instrumento
de Dios para la vuelta del “resto de Israel”, será llamado Cristo. La fidelidad
a Dios es una salvaguarda de los valores que están en la base de todo
progreso (J. Aldazábal).
Es la misión de los sencillos llenos de fe, que abren al mundo el
Evangelio: "aquí tienen todos a Cristo, sumo y perfecto ejemplar de justicia,
caridad y misericordia, y están abiertas para el género humano, herido y
tembloroso, las fuentes de aquella divina gracia, postergada la cual y
dejada a un lado, ni los pueblos ni sus gobernantes pueden iniciar ni
consolidar la tranquilidad social y la concordia" (Pío XII, Divino Afflante
Spiritu ).
Llucià Pou Sabaté
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