Palabra de Dios
para alimentar tu día
Fr. Nelson Medina F., O.P
Tiempo Ordinario, Año Par,
Semana No. 14, Sábado
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Lecturas de la S. Biblia
Temas de las lecturas: Yo, hombre de labios impuros, he visto con mis ojos al
Rey y Señor de los ejércitos * El Señor reina, vestido de majestad. * No tengáis
miedo a los que matan el cuerpo
Textos para este día:
Isaías 6, 1-8:
El año de la muerte del rey Ozías, vi al Señor sentado sobre un trono alto y
excelso: la orla de su manto llenaba el templo. Y vi serafines en pie junto a él, cada
uno con seis alas: con dos alas se cubrían el rostro, con dos alas se cubrían el
cuerpo, con dos alas se cernían.
Y se gritaban uno a otro, diciendo: "¡Santo, santo, santo, el Señor de los ejércitos,
la tierra está llena de su gloria!" Y temblaban los umbrales de las puertas al clamor
de su voz, y el templo estaba lleno de humo.
Yo dije: "¡Ay de mí, estoy perdido! Yo, hombre de labios impuros, que habito en
medio de un pueblo de labios impuros, he visto con mis ojos al Rey y Señor de los
ejércitos." Y voló hacia mí uno de los serafines, con un ascua en la mano, que había
cogido del altar con unas tenazas; la aplicó a mi boca y me dijo: "Mira: esto ha
tocado tus labios, ha desaparecido tu culpa, está perdonado tu pecado."
Entonces escuché la voz del Señor, que decía: "¿A quién mandaré? ¿Quién irá por
mí?" Contesté: "Aquí estoy, mándame."
Salmo 92:
El Señor reina, vestido de majestad, / el Señor, vestido y ceñido de poder. R.
Así está firme el orbe y no vacila. / Tu trono está firme desde siempre, / y tú eres
eterno. R.
Tus mandatos son fieles y seguros; / la santidad es el adorno de tu casa, / Señor,
por días sin término. R.
Mateo 10, 24-33:
En aquel tiempo dijo Jesús a sus apóstoles: "Un discípulo no es más que su
maestro, ni un esclavo más que su amo; ya le basta al discípulo con ser como su
maestro, y al esclavo como su amo. Si al dueño de la casa lo han llamado Belzebú,
¡cuanto más a los criados! No les tengáis miedo, porque nada hay cubierto que no
llegue a descubrirse; nada hay escondido que no llegue a saberse. Lo que os digo
de noche, decidlo en pleno día, y lo que os digo al oído, pregonadlo desde la
azotea. No tengáis miedo a los que matan el cuerpo, pero no pueden matar el
alma. No, temed al que pueda destruir con el fuego alma y cuerpo. ¿No se venden
un par de gorriones por unos cuartos? Y, sin embargo, ni uno solo no cae al suelo
sin que lo disponga vuestro Padre. Pues vosotros, hasta los cabellos de la cabeza
tenéis contados. Por eso, no tengáis miedo; no hay comparación entre vosotros y
los gorriones.
Si uno se pone de mi parte ante los hombres, yo también me pondré de su parte
ante mi Padre del cielo. Y si uno me niega ante los hombres, yo también lo negaré
ante mi Padre del cielo".
Homilía
Temas de las lecturas: Yo, hombre de labios impuros, he visto con mis ojos al
Rey y Señor de los ejércitos * El Señor reina, vestido de majestad. * No tengáis
miedo a los que matan el cuerpo
1. El Encuentro con el Santo
1.1 La primera lectura nos conduce de vuelta al sentido original de la palabra
"santo." Isaías tiene una experiencia intensa de la grandeza, belleza y pureza de
Dios, y frente a ese infinito de luz y de gloria se descubre pequeño e impuro. Es el
descubrimiento del abismo que nos separa de Aquel que nos rebasa y envuelve,
que nos abruma y maravilla, que nos fascina y hace estremecer. Todo esto es la
experiencia de la santidad de Dios.
1.2 Algunos autores han descrito apropiadamente esta manera de percibir a Dios y
lo divino como el "absolutamente Otro." Frente a los intereses, explicaciones,
potestades o placeres que de algún modo están frente a nosotros o en nuestras
manos, Dios es aquel que no podemos abarcar y del cual no podemos apoderarnos.
Nos excede sin violencia y nos colma sin hastío.
1.3 Sin embargo, no todo queda en la distancia. En la visión que recibe Isaías hay
un mensajero, un ángel de Dios, que trae fuego del cielo para purificar los labios
del profeta. Este signo sencillo es en sí mismo toda la diferencia que hay entre
nuestro Dios y el dios de un filósofo como Aristóteles, para el cual era impensable
que la divinidad quisiera ocuparse de creaturas menos perfectas que él mismo.
Nuestro Dios, en cambio, no disminuye su perfección al ocuparse de nosotros los
imperfectos, sino que al abajarse nos levanta.
2. Valor y Empeño
2.1 El evangelio de hoy es como una pequeña colección de dichos de Jesús. Es
probable que Nuestro Señor no haya dicho uno después de otro o ni siquiera en una
misma ocasión todo lo que leemos de manera seguida en el texto que conservamos
y proclamamos. Sin embargo, de una cosa estamos seguros: quien ha presidido y
dirigido todo el proceso de memoria, recolección y redacción de los Evangelios es el
Espíritu Santo, el mismo Espíritu que ungió a Cristo y le impulsó a hablar, sanar,
padecer y levantarse de entre los muertos.
2.2 En el caso de los textos de hoy, destacamos una idea: vencer al miedo. Jesús lo
dice de distintos modos: advirtiéndonos que seremos maltratados, y que no por eso
debemos escandalizarnos o detenernos; invitándonos al coraje y empeño en la
predicación, sin dejarnos amordazar por nada; mostrando que incluso la tortura y la
muerte no son la última palabra; estando convencidos de cuánto nos conoce y ama
el Padre del Cielo; anunciándonos, en fin, los grandes males de acobardarse y los
inmensos bienes de dar testimonio aunque las circunstancias sean adversas. Todo
apunta a una idea: vencer el miedo.
2.3 Puede parecer que estas palabras y recomendaciones de Cristo no son ya
necesarias, o por lo menos, no lo son en la mayor parte del mundo, pues las
religiones suelen ser respetadas por los Estados y la libertad de conciencia es uno
de los derechos humanos suscritos por casi todas las naciones. Y sin embargo, hay
muchos modos de persecución y muchos modos de exclusión. Ser de Cristo entraña
muchos conflictos pequeños y grandes, unas veces más visibles que otros, y por
eso la voz de Cristo llamándonos a la lucha de la fe nunca sobra y siempre hace
falta.
Fr. Nelson Medina, O.P.