Jueves de la 16ª semana de Tiempo Ordinario: para ver a Dios hay que preparar el
corazón, acoger la palabra del divino sembrador
Jueves de la semana 16 de tiempo ordinario
«Los discípulos se acercaron a decirle: ¿Por qué les hablas en parábolas? Él les
respondió: A vosotros se os ha dado conocer los misterios del Reino de los Cielos,
pero a ellos no se les ha dado. Porque al que tiene se le dará y abundará, pero al
que no tiene incluso lo que tiene se le quitará. Por eso les hablo en parábolas,
porque viendo no ven, y oyendo no oyen ni entienden. Y se cumple en ellos la
profecía de Isaías, que dice: Con el oído oiréis, pero no entenderéis, con la vista
miraréis, pero no veréis. Porque se ha embotado el corazón de este pueblo, han
hecho duros sus oídos, y han cerrado sus ojos; no sea que vean con los ojos, y oigan
con los oídos, y entiendan con el corazón y se conviertan, y yo los sane.
Bienaventurados, en cambio, vuestros ojos porque ven y vuestros oídos porque
oyen. Pues en verdad os digo que muchos profetas y justos ansiaron ver lo que
vosotros estáis viendo y no lo vieron, y oír lo que vosotros estáis oyendo y no lo
oyeron» (Mateo 13,10-17).
1. La parábolas del Reino más larga, la más completa, es la del sembrador, pues
Jesús irá explicando su sentido con detalle. Algunos no entienden, pues no están
preparados, su corazn no puede pasar de la oscuridad a la luz… es el misterio de la
libertad… así las autoridades religiosas entienden, pero rechazan la doctrina y se
sulfuran aún más en su interior. La palabra es aceptada por algunos, pero luego
abandonada en las dificultades… expresa esta parábola las diversas situaciones de las
almas a lo largo de la historia: “cuando esta palabra es proclamada, la voz del
predicador resuena exteriormente, pero su fuerza es percibida interiormente y hace
revivir a los mismos muertos: su sonido engendra para la fe nuevos hijos de Abrahán.
Es, pues, viva esta palabra en el corazón del Padre, viva en los labios del
predicador, viva en el corazón del que cree y ama. Y, si de tal manera es viva, es
también, sin duda, eficaz ” (Balduino de Cantorbery).
- ¿Por qué razón les hablas en parábolas, como dejando algo velado y
misterioso? Y nos dice Jesús: - "Vosotros podéis ya comprender los secretos del
reinado de Dios: ellos, en cambio, no pueden" . Quisiera penetrar en tus palabras,
Seor, en esos secretos del Reino…
-“ Miran sin ver... y escuchan sin oír ni entender... Son duros de oído y han
cerrado los ojos ”. La segunda razón que das, Jesús, entra dentro del misterio que sólo
tú conoces el corazón del hombre: muchos hombres son culpables de ni siquiera
buscar la verdad, al mismo tiempo que hay libertad en materia religiosa, no se puede
obligar a nadie a creer. Nos hablas de “comprender con el corazón”.
-“ ¡Dichosos vuestros ojos porque ven y vuestros oídos porque oyen! ” Danos,
Señor, unos ojos nuevos, unos oídos finos... La oración y el examen-revisión de vida
consiste en "mirar de nuevo" con los ojos de la fe, los acontecimientos que la primera
vez se vieron con una mirada simplemente humana. Las parábolas requieren esa mirada
de la fe. Toda nuestra vida es una parábola en la que Dios está escondido y desde donde
nos habla. Uno puede quedarse en el exterior de las cosas y de los acontecimientos, o
bien, "ver" y "oír" a Dios en el hondón de las situaciones humanas.
-“ Muchos profetas y justos desearon ver lo que véis vosotros y no lo vieron,
y oír lo que oís vosotros y no lo oyeron. Sí, Jesús se atreve a decir que El es "aquel
que el pueblo de Dios esperaba" ”: es el tiempo en que todo se cumple, en que todo es
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gracia, el momento maravilloso del encuentro de Dios con los hombres. ¿Sabremos
estar atentos a esta hora de Dios y no dejar pasar la ocasión de verle y de escucharle?
(Noel Quesson).
2. Jeremías (2,1-3.7-8.12-13) sigue con su vocacin: “ Entonces me fue dirigida
la palabra del Señor: Ve y grita a los oídos de Jerusalén.” Gritar a los oídos.
“- De ti recuerdo tu cariño juvenil, el amor de tu noviazgo; aquel seguirme
tú por el desierto ! El tiempo del desierto, es el del primer amor, el fervor de los
comienzos de Israel.
Jeremías hablará a menudo de esta imagen -una joven desposada-, que tan bien
corresponde a su temperamento dulce y tierno.
-“ Luego os traje a un país muy feraz para saciaros de sus frutos y de sus
bienes”. Esta es siempre la intención de Dios, saciarnos de sus bienes. Gracias.
-“ Pero, apenas llegasteis, ensuciasteis mi país, cambiasteis mi heredad en
lugar abominable”.
La decepción divina es que se estropea su obra, pues como decía S. Ireneo la
gloria de Dios es la vida del hombre.
-“ Los sacerdotes no decían: «¿Dónde está el Señor?» Los intérpretes de la
Ley no me conocían”. Los pastores se rebelaron contra mí. Los profetas profetizaban
por Baal y andaban en pos de los dioses impotentes.
Jeremías se atreve a atacar todas las categorías de responsables del pueblo. Los
sacerdotes no hacían su trabajo esencial que es conducir a los hombres a Dios;
«interrogar sobre Dios»: "¿dónde está el Señor?" Los escribas, especialistas de la Ley,
fallaron en su tarea esencial: conocer a Dios y darle a conocer: la traición de los
clérigos, de los intelectuales. Los reyes no han seguido más que su parecer, en vez de
hacer política según el espíritu de Dios. También los profetas aceptaron la solución más
fácil: seguir la religión popular que se inclinaba a los cultos fáciles de Baal. Podemos
renovar nuestro deseo de rezar por todas las autoridades.
-“ Es un doble mal que ha hecho mi pueblo: me dejaron a mí, manantial de
agua viva, para construirse cisternas, cisternas agrietadas que no retienen el
agua”. Inolvidable imagen poética. ¡A nadie se le ocurre, si tiene un manantial de agua
fresca y continua, construirse una cisterna... y menos una cisterna con grietas! Tal es el
drama del pecado: cree que encontrará felicidad, placer... pero, halla una cisterna
agrietada, engañosa, decepcionante.
3. Podemos rezar el salmo: « ¡Qué inapreciable es tu misericordia, oh Dios!
Tú nos das a beber del torrente de tus delicias. Porque en ti está la fuente viva y tu
luz nos hace ver la luz». Junto al pozo, Jesús hablará también de agua viva, la que
El da y la que El es. Dame, Señor, siempre de esta agua (Noel Quesson).
Llucià Pou Sabaté
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