Comentario al evangelio del Sábado 21 de Julio del 2012
Queridos amigos y amigas:
¿Nunca habéis tenido un deseo, que ha tenido que pasar bastante tiempo para que se cumpliera?
Algo así es la historia de Israel. Desde los acontecimientos vividos, descubren al Dios que les libera de
la esclavitud en Egipto. Ese Dios es el mismo que ha engendrado la vida. Y, como contrapartida,
establece una Alianza con su pueblo, para hacer de ellos una semilla de su salvación en medio del
mundo.
Pero la historia no fue tan sencilla: así como Dios siempre permaneció fiel a su Alianza, el pueblo se
alejó muchas veces por otros caminos. Y sin embargo, no por ello Dios retiró su Palabra. El profeta
Isaías intuye que esa Alianza se va a cumplir a través de “un siervo”, elegido y amado de Dios, que de
manera misteriosa, en su debilidad, cumplirá las promesas.
Y he aquí que llegó Jesús. Muchos no fueron capaces de descubrir en Él nada distinto de otros tantos
profetas que había habido. Sin embargo, algunos descubrieron en Él aquél que cumplía las palabras del
profeta: “Mirad a mi siervo, mi elegido, mi amado, mi predilecto. Sobre él he puesto mi espíritu para
que anuncie el derecho a las naciones. No porfiará, no gritará, no voceará por las calles. La caña
cascada no la quebrará, el pábilo vacilante no lo apagará, hasta implantar el derecho; en su nombre
esperarán las naciones”.
Ese es Jesús: la belleza de una figura que se da, en debilidad, renovando la Alianza de Dios con su
pueblo y poniendo la semilla definitiva del mundo nuevo que el Padre tiene preparado para todos los
pueblos.
Ese Jesús cuenta contigo para continuar esa historia. Por Él, con Él y en Él… en Iglesia, para el mundo.
¿Qué le responderás?
Espíritu de Dios,
cuenta conmigo
para seguir a Jesús
en el camino hacia el Reino del Padre.
Vuestro hermano en la fe:
Luis Manuel Suárez, claretiano (luismanuel@claretianos.es)
Luis Manuel Suárez, claretiano